Revista Opinión

Entre amigos no se construyen muros

Publicado el 04 octubre 2016 por Jamedina @medinaloera

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Las relaciones entre México y Estados Unidos han sido muy difíciles a través de la historia. Sin embargo, por motivos de vecindad e intereses comunes, los políticos de uno y otro lado de la frontera han buscado fórmulas para resolver diferencias, incluso en los casos más graves como en la guerra de 1847, cuando México perdió más de la mitad de su territorio en manos de su abusivo vecino.

Lo cierto es que en esos tiempos no quedaban muchas alternativas: el total abandono de aquellos extensos territorios por parte del gobierno virreinal español y luego de los primeros gobiernos surgidos de la Independencia, más ocupados en cruentas luchas intestinas que en defender la soberanía nacional, era evidente.

México, siempre leal
Con todo y los problemas habidos, en 1941 México entró en la Segunda Guerra Mundial, apoyando a Estados Unidos contra Japón. El domingo 7 de diciembre los aviones japoneses habían bombardeado en Honololú la base militar norteamericana de Pearl Harbor, causando graves daños y muertes de militares y civiles. Este dato no lo conoce o pretende ignorarlo el aspirante republicano a la Casa Blanca, Donald Trump, quien basa su campaña en un odio insano a los mexicanos, fuera de toda perspectiva histórica, política, social y económica.

No es concebible tanta ignorancia e ingratitud por parte de un aspirante al gobierno de Estados Unidos, y menos contra un vecino como México, explotado y humillado, sí, pero siempre leal.

Más allá del error del presidente Enrique Peña Nieto al invitar a este candidato, quien no merece ni siquiera la visa de entrada a nuestro país, Trump ha ratificado en todos los foros lo que realmente piensa y ha pensado: su odio absoluto a todo lo que huele a mexicano. Esto no se puede tolerar, porque hemos sido vecinos, con dificultades, sí, como lo son casi todos, pero siempre con un mínimo de respeto, que ese señor no ha demostrado.

Los muros no sirven para nada
En conclusión, Estados Unidos tiene en México a un aliado histórico, y no hay razón alguna para construir muros entre amigos. Sin embargo, ambos pueblos hemos de respetar la historia, costumbres y tradiciones de cada quien como principio esencial de entendimiento y de paz. Compartimos la geografía, una larguísima frontera, también la historia y muchas otras cosas, y debemos entendernos porque no hay otra opción.

Claro, hay serios problemas como el de la emigración, pero ésta jamás se resolverá con muros. Si hubiera en México un efectivo combate a la pobreza, en el cual también pueden participar las empresas estadounidenses a través de sus inversiones, para crear aquí mayor número de empleos, la emigración hacia el Norte disminuiría en forma considerable.

Los grandes problemas no se resuelven con paliativos, hay que ir al fondo de las cosas, los muros entre naciones no sirven para nada, la Historia lo demuestra ampliamente: Los chinos, por ejemplo, construyeron la Gran Muralla, una de las maravillas del mundo antiguo, dizque para frenar la invasión de los mongoles. Nunca lo consiguieron.

javiermedinaloera.com

Artículo publicado por el semanario Conciencia Pública en su edición del domingo 2 de octubre de 2016.


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