Revista Cultura y Ocio

Entre las páginas... (14): No soy un serial killer.

Publicado el 11 julio 2012 por Poy

Sé que hace relativamente poco tiempo desde que subí la última entrada de esta sección, pero tras leer No soy un serial killer de Dan Wells (Booket), tenía que dejar algunas citas para mostraros al peculiar narrador de este libro de terror. Para los que no lo conozcáis, la novela es la primera parte de una trilogía que trata sobre un chico con tendencias psicópatas y sociópatas. El chico tiene una serie de normas para no llegar a ser un asesino en serie, aunque cuando llegue al pueblo un asesino que aparentemente actúa cada mes, intentará pararlo.

Entre las páginas... (14): No soy un serial killer.Guste o no guste, el protagonista es algo de lo más peculiar. Puede aterrorizar e incomodar, pero tiene algo que hace que no quieras dejar de leer lo que tiene que contarte. Os dejo un par de citas para que veáis cómo es:

-Escucha, bicho raro- dijo Rob-, esta fiesta es para gente normal; la de los friquis es por ahí, en el baño, con los góticos. ¿Por qué no te largas?
[...] Estaba tan mosqueado que los hubiese matado allí mismo, pero me obligué a tranquilizarme. Yo valía más que eso y más que él. ¿Quería dar miedo? Pues yo le iba a dar miedo.
-Sonrío porque estoy pensando en qué aspecto tienen tus entrañas.
-¿Qué?- preguntó Rob y se rió-. Oh, vaya, el hombretón intenta amenazarme. ¿Crees que me das miedo, criajo?
-Me han diagnosticado una sociopatía- dije-. ¿Sabes qué significa eso?
-Significa que eres un bicho raro.
-Significa que me importas lo mismo que una caja de cartón- dije-. No eres más que una cosa, basura que todavía no han metido en el cubo. ¿Es eso lo que quieres que diga?
-Cállate- dijo Rob. Seguía haciéndose el duro, pero estaba claro que la bravuconería empezaba a fallarle: no sabía qué decir.
-Lo que tienen las cajas es que las puedes abrir. Y aunque por fuera pueden parecer completamente aburridas, dentro podría haber algo interesante. Así que mientras tú me aburres con tus gilipolleces, yo imagino que te rajo y miro a ver qué tienes ahí dentro.
Hice una pausa, le miré fijamente, él me miró a mí. Tenía miedo [...]
-La cuestión es, Rob, que no quiero rajarte. No quiero ser el tipo de persona que hace eso, así que me he puesto una norma: siempre que tengo ganas de abrir a alguien en canal, le digo algo agradable. Por eso te digo, Rob Anders del número 232 de la calle Carnation, que eres un tipo genial.
La mandíbula de Rob colgaba como si estuviese a punto de decir algo, pero cerró la boca y retrocedió un paso.


En este fragmento se sucede la típica escena de instituto americano: un chico popular se mete con el rarito de la clase. La diferencia es que en este caso el rarito no piensa en darle su merecido de una forma graciosa, como pasa en las comedias, sino en matarle de forma sangrienta.

En clase de biología habíamos hablado de la definición de la vida: para ser clasificado como ser viviente, una cosa debe comer, respirar, reproducirse y crecer. [...] El fuego, según esa definición, bulle de tanta vida. Come de todo, desde madera a carne, y excreta los residuos en forma de ceniza; respira aire como los humanos, absorbiendo oxígeno y emitiendo carbono. El fuego crece y, a medida que se extiende, crea otros nuevos que se extienden y a su vez generan más fuegos[...]. A veces, cuando me fijo en la gente que recorre penosamente su rutina diaria, pienso que el fuego está más vivo que nosotros: es más brillante y caliente, está más seguro de sí mismo y sabe adónde quiere ir. El fuego no se conforma; el fuego no tolera; el fuego no se las arregla meramente para sobrevivir. El fuego hace.
El fuego es.


Entre otras muchas cosas, John nos habla de cuáles son las cosas que suelen pensar los futuros asesinos en serie. Cleaver explica que, entre otros, tratan a las personas como cosas, no empatizan y sienten una profunda fascinación por el fuego. Esta cita narra una reflexión de John Cleaver.

Di un golpe en la encimera con la mano, encontré otro bol y lo lancé contra la pared. Cogí una cuchara y la tiré contra el frigorífico. Entonces agarré un cuchillo de cocina y lo iba a lanzar también pero de pronto me di cuenta de que mi madre estaba rígida y pálida, y tenía los ojos abiertos como platos.
[...]
Me estremecí, sentí como un rayo, una ráfaga de viento. Estaba eufórico, completamente deshecho por el poder, por aquella emoción pura y absoluta.
Eso era. Era lo que nunca había sentido: una conexión emocional con otro ser humano.

Esta cita no tiene desperdicio. Dentro de todas las cosas que dan repelús que hace el protagonista, esta es la que más rechazo produce. La escena completa da un poco de miedo.

Si os ha llamado la atención el libro, podéis ver la página web de la trilogía aquí, y de paso escuchar lo que John dice en la misma. Desde luego llama la atención. En unos días estará lista la reseña.

¿Os llama la atención el libro? ¿Os gustaron las citas, (si es que es posible)? ¡Nos leemos!
Poy


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