Revista Cultura y Ocio

Entre rosas y espinas

Por Isabel Martínez Barquero @IsabelMBarquero
Como una exhalación, entro en el Cobijo, tan abandonado el pobre, para indicar que estoy viva, que continúan las circunstancias adversas en cuanto a la enfermedad de un ser querido y que me están pasando muchas cosas buenas desde el punto de vista literario, a saber:   1. Aroma de vainilla continúa en la lista de los más vendidos en Amazon.    2. Hace justo una semana me comunicaban desde el Ayuntamiento de Mula (Murcia) que había ganado el segundo premio en el XVI Certamen de Relatos Cortos «Imágenes de Mujer». Una alegría, la verdad. Como recuerdo, dejo cuatro fotos de la entrega de premios, que tuvo lugar el viernes 6 en el Salón de Actos de la Biblioteca de Mula. 
ENTRE ROSAS Y ESPINASDurante la lectura del relato
ENTRE ROSAS Y ESPINASEl momento de la entrega del premio y del diploma acreditativo por la Concejal de Igualdad del Ayuntamiento de Mula, Isabel García
ENTRE ROSAS Y ESPINASDe izquierda a derecha: la que suscribe esta entrada; Lola del Amor Castaño, de Fuente Librilla: Isabel García, Concejal de Igualdad del Ayuntamiento de Mula; la representante de la Orden de las Hermanas de Santa Clara; y Pedro Castillo Caballero, primer premio en el concurso de relatos. Tanto Lola del Amor Castaño como la Orden de las Hermanas de Santa Clara recibieron un homenaje en el acto por el Día de la Mujer Trabajadora.
ENTRE ROSAS Y ESPINASJunto a Pedro Castillo Caballero, primer premio en el concursos de relatos y excelente persona con la que trabé amistad ese mismo día.
Por último, y como no sé cuándo podré volver por aquí, transcribo un microrrelato, el primer micro que he escrito inspirándome en una fotografía. Dicha foto fue publicada por la Internacional Microcuentista en su blog, en una iniciativa que llevan este año para formar un calendario para el 2016 con fotos y los micros ganadores de cada mes en ellas inspirados. Esta foto pertenece a febrero y, por supuesto, no gané.
ENTRE ROSAS Y ESPINAS
LA HORA BRUJA
La caída de la tarde saca brillo a su jornada diaria de vulgar oficinista. Como cada anochecer, de regreso a casa se desvía de su trayecto para contemplar la magia de las columnas dóricas iluminadas. En el silencio de su automóvil, también percibe cómo la luz se esparce en todas direcciones con los haces luminosos de las farolas, gráciles estrellas sobre la carretera contigua y la ciudad. En ese instante impreciso en que el cielo comienza a teñirse de negro, siente que en el fondo de su corazón late un poeta. Aún no lo han vencido.

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