Revista Cultura y Ocio

Entrevista a Natàlia Romaní por su novela «La historia de la nostalgia»

Por Guillermo Guillermo Lorén González @GuillermoLorn

Entrevista a Natàlia Romaní por su novela «La historia de la nostalgia»Entrevista realizada por Maudy Ventosa.

«Empieza a hacer frío en Madrid y con el llegan los primeros resfriados, aunque es posible que el de Natàlia Romaní venga de Barcelona o de París, ¡quién sabe! Lo que está claro es que a esta escritora no le roba un ápice de luz en sus ojos vivos e inteligentes que observan y escuchan a la vez… Hemos quedado para hablar de su libro. La historia de la nostalgia, su primera novela. Bella y profunda, plagada de filosofía, información y reflexiones. Vamos a empezar aprovechando la función fática del lenguaje…

Natalia.-La raíz es muy geográfica, en el sentido de un territorio, un paisaje, unos colores unos olores, una literatura, una música… desde muy jovencita tenía claro que no me gustaba ser de donde era. Siempre soñaba con ser de otro sitio… y esto desembocó en las ganas de vivir fuera… Soy una novia a la fuga continua. Pagas un precio. Me he tenido que comprar una buena maleta que pese poco, porque lo demás empieza a pesar mucho. Ese resfriado es un mensaje del cuerpo que dice, nena, ¡ya!

Cubierta de: 'La historia de la nostalgia' Cubierta de: ‘La historia de la nostalgia’ Natàlia Romaní con Maudy Ventosa Natàlia Romaní con Maudy Ventosa

Maudy.- En tu libro, hablas de cosas que a mí me interesan mucho, hablas de sentimientos, de perfiles humanos; hablas de la memoria… Es un libro curioso por su estructura, es un diario, son crónicas, son viajes…    [… ME GUSTA LA IDEA DE ESTE TIPO DE LIBROS CONTENEDORES…]
N.- Las fronteras de los géneros, como todas las fronteras hoy en día, hay libertad para saltárselas. Yo escribo lo que me gusta leer. Libros que son muy híbridos, en los que hay un poco de todo. Y si pudiera, hubiera puesto incluso los diarios a mano para que el lector se los encontrara con ese sabor, con ese papel un poco amarillento… hubiera cosido un libro objeto en el que cada formato tuviera su forma, porque me gusta la idea de este tipo de libros contenedores, un libro en el que has recogido documentos, un poquitín esa idea del periodismo, de ofrecerle información y que la gente saque sus conclusiones… ¿lo que yo opine es tan relevante? ¿y lo que opinan los demás? Casi siempre también, pero en cambio, la información, no. Me gustaba esta idea, que es lo que escribe la narradora… aquí he puesto notas, el otro me ha prestado su diario, con el otro charlaba mientras no sé qué, al otro le he acompañado y aquí esto es lo que he encontrado, y ahora, señores, decidan si esto le ha servido para algo, si este tipo de planteamiento te induce a reflexionar, a pensar o no, o simplemente a disfrutar de una lectura, que ¡ya es!

M.- Tengo el libro totalmente subrayado…
N.- ¡Es que estoy muy a favor del maltrato de libros! Es el único maltrato que consiento, y si me inspiran, en los márgenes tomo notas…me los hace míos; esto que has hecho tú como apropiándotelo. Cuanto más me han gustado, más garabatos tienen.

M.- La autora participa en la historia… ¿Eres la Natalia que escribe las cartas?
N.– Soy la Natalia que escribe las cartas, que es una periodista que tiene la suerte de poder ir a América… Me parecía un juego de espejos, de realidades… que es lo que hago también con Claudio Magris. Fue una frase de Borges que leí una vez: “me dicen que hay un Borges que publica que tiene mucho éxito y viaja, y luego está el otro Borges que soy yo que vive aquí en Buenos Aires, que no ve nada…”Te liberas como escritor dándole al narrador un rol distinto, en el que no tiene por qué interactuar conmigo, pero sí puede ser lo que yo haría si estuviera en su lugar.

M.- ¿Hay que empezar por el final para entender el principio?
N.– Yo creo que hay que tener la libertad para poner el cursor de los principios y finales ahí donde uno quiera. Y esa libertad es una libertad peligrosa, porque si es la historia en mayúscula, ¿dónde ponemos el cursor de los inicios? Cambia el final totalmente, por eso hay que tener esa libertad en tu vida… retrasar un poco el cursor para saber de dónde vienes… eso da más información sobre ti, o sobre el otro. La información es directamente proporcional a tu capacidad de compasión, creo yo. Y de ahí que el periodismo, y vuelvo un poco a esa guerra mía, sea tan fundamental. Porque cuanto menos periodismo hay, más indiferencia, porque el otro te importa un pimiento, es que no sabes nada de él; pero cuando hay un buen periodismo en situaciones graves, que no es el sensacionalista, es el que te va explicando… te llega. El poner el final al principio, si se acercan mucho, tienes una visión de objetivo cerrado, muy con ojeras y tienes que alargar para poder entender…

M.-¿Para escribir bien, hay que negociar con la soledad?
N.- Escribir es un ejercicio físico de inmovilidad. Hay que estar solo, hay que saber decir que no a tu entorno. Hay que decir que no a muchas cosas, y hay que escribir solo, claro. Es establecer rutinas, y cuando llevas un tiempo consolidando esas rutinas, eres incapaz de romperlas luego, sin llegar a extremos; hay escritores que son muy radicales con esto, como Amélie Nothomb. Yo cuando estoy escribiendo y me interrumpen, digo ¡apártate!, porque cuando estás ahí, es como que te extirpan… es incluso doloroso.

M.- Cada historia tiene muchas percepciones, ¿son válidos todos los puntos de vista?
N.- Yo creo que casi siempre son válidos todos los puntos de vista, bien intencionados. Pero una vez más, los puntos de vista opinativos no valen para nada. Los puntos de vista informados o que han hecho un esfuerzo por informarse y que pretenden dar una explicación, son válidos, todos tiene derecho a ser escuchados.

M.- Nuestras verdades se construyen en base a lo que recordamos, pero nuestros recuerdos están idealizados casi siempre, lo que significa que cuando idealizamos algo lo alejamos de la realidad, entonces, ¿cuál es la verdad que construimos?

…LA MEMORIA NO ES NUNCA LA VERDAD…

N.- Nosotros no construimos verdades. Ahondando en esta idea, que me parece muy buena tu reflexión, resulta que cuando imaginamos y cuando recordamos se activan los mismos circuitos neuronales, es decir, en todo acto de recuerdo hay parte de la imaginación y en toda imaginación hay algo de recuerdo. Por tanto, la memoria no es nunca la verdad. La verdad son los archivos, los documentos, los datos, lo objetivo, y aún así, se pueden falsificar. Hay una integridad en los historiadores desde Heródoto casi… pero la memoria no es nunca la verdad, pero es lo que a ti te permite construirte; depende de tu capacidad de ser honesto contigo mismo, pero evidentemente que necesitas idealizar.

M.- Incluso intentando ser fiel a ti mismo, no se recuerdan las cosas como fueron. Un mismo hecho recordado por varias personas no parece el mismo. Mi verdad es la mía y no tiene nada que ver, seguramente, con lo que ocurrió…
N.- El error, yo creo, es decir que eso es una verdad. La verdad es una cosa como muy categórica… es tu recuerdo entonces… La gente que ya no está necesito recordarla de un determinado tipo, de una determinada manera. No la quiero recordar de otra. No me da la gana recordar lo que no me apetece recordar. ¿Entonces los idealizo? Si, pero que venga alguien y que me lo diga. Me da igual. Yo los idealizo. Cuando te dan más información no es que lo que tu recuerdas no sea verdad, continúa siendo parte de tu verdad porque tú lo viviste, pero hay más elementos en ese juicio que te permiten algo que es maravilloso, que es perdonarte y perdonar…

M.- Para poder perdonarte tú tienes que perdonar antes.
N.- Claro, pero para hacer eso tienes que saber por qué actuó de esta manera, aunque lo que cometiera fuera un crimen aborrecible; necesitas comprenderlo… incluso a nivel histórico. Una cosa es la historia, los archivos, otra cosa es la memoria y otra cosa es el homenaje… y a veces lo confundimos y decimos que eso es histórico y todo merece tener un homenaje y tener un panteón. No, no todo. El homenaje lo merecen los Mandela de este mundo y no todo el mundo es Mandela y eso no significa que todas las vivencias de la gente no tengan derecho a ser recordadas, pero no todo el mundo necesita que le lleven flores, que no. Porque los hay que se equivocaron, que no pasa nada. Pero la historia es así.

M.- La vida casi nunca tiene finales… lo que parece el final es el principio de otra cosa…
N.– Cuando crees que el cielo se te abre encima, no se te abre encima, pero tú lo vives así y creo que no hay que perder la esperanza… Esperanza es una palabra muy ambiciosa, pero creo que siempre hay un boomerang… te vuelve y empiezas a iniciar otro juego, mientras hay un atisbo de vida, sí… Luego la vida del más allá, eso yo no lo tengo claro, no sabría que aconsejar.

M.- Los libros ayudan a superar el duelo. ¿La lectura es un instrumento de supervivencia por imaginar una realidad diferente?
N.- La literatura, el acto de leer, a tu cerebro le permite ver cosas maravillosas, entre otras, dejar que este lenguaje interno nuestro, que a veces puede ser muy dañino, se calle. Y que otro tome control. A mí me ha ayudado siempre, muchísimo. Recuerdo por ejemplo durante el primer confinamiento, era incapaz de ver televisión. Nada que no fueran documentales sobre pingüinos, tal cual, pingüinos en la Antártida, frío… Mi familia, se reía…

M.- Estás hablando de animales que son la imagen de la felicidad…
N.- Umm, las pasan canutas porque luego vienen las orcas y se los comen, pero te despiertan una ternura… y leer, fíjate que curioso, a las ocho de la tarde que en Francia ya es la noche, ellos quedaban a ver series y yo me iba a leer. Me devoré no sé cuántos libros. La lectura te permite, además, de una forma más eficaz que ningún otro arte, ponerte en la piel del otro. El cine te lo permite también –la película tiene que ser muy buena– y el libro no tiene que ser tan bueno para hacerte vivir eso.

M.- Incluyo puedes empatizar hasta con los malos…
N.- Exacto, es eso, entonces esa capacidad de vivir otras vidas, hace que puedas entender muchísimas cosas. Es como viajar, sin salir de casa.

M.- Todos somos responsables de la felicidad de los demás, y de la nuestra ¿quién es responsable?
N.– Todos. Es una teoría económica de la cual estoy convencida, le dieron el Premio Nóbel, es la Teoría del bien común, pero no la puedes dejar solo en ámbitos sociopolíticos. Si vivimos en una sociedad en la que mi felicidad es el bien supremo, generamos muchísima infelicidad. Si mi felicidad no puede basarse, ni construirse en la infelicidad de otros, uno tiene que hacer lo posible, al menos, para causar el menor daño posible. Puedes causarlo, pero debes intentar repararlo, evitarlo. Si no, nos vamos al garete. No es cuestión de reciclar, porque hasta que no entiendas que por muy bien que tú estés hay trescientos, tres mil millones que no lo están, tú vas a acabar no estándolo; por muy Amancio Ortega que seas, ¿me entiendes?, al final nos morimos todos… Yo pongo siempre el ejemplo -bueno, se me ha ocurrido hoy-, de Humphrey Bogart al final de Casablanca. Yo no diría que Riki, sea una persona infeliz… ha dejado marchar al amor de su vida, ha permitido que la resistencia francesa pueda triunfar contra los nazis, ha salvado al mundo, se ha encontrado con el colega policía cínico-divertido, seguramente ha visto que la vida vuelve a empezar…, aquí ha acabado un boomerang, podrá tirar otro. Él ha hecho lo que tocaba. Es ser una persona decente ¡Dios cuánto cuesta! Decente no significa que no te equivoques, no, no, la persona decente es la que intenta provocar el menor daño posible.

M.- Podemos recuperarnos de la muerte de un ser querido, podemos recuperarnos de la muerte del amor, pero nunca de la pasión, ¿tan devastadora es la pasión?
N.– Dicen que sí. Cuando he vivido pasiones de este tipo lo he pasado muy mal, porque pierdo el control. Hay gente que disfruta en la pérdida de control. Yo no lo soporto… eso es un infierno… Es como la gripe, tiene una fecha de caducidad… y si encima te vas a vivir con esa persona, luego te queda el resto sin esa pasión ¿cómo vives después? Es muy devastador… se toman unas decisiones que son una catástrofe. Te vas, abandonas la familia… todo eso para qué. Te recuperas difícilmente porque, además, el chute es tan brutal que luego todo lo demás te parece nada, un aburrimiento, que no tiene nivel… entonces quieres volver a vivir eso. Te vuelves loco buscando ese subidón tan bestial que tienes, y tu vida es un infierno. No aprovechas la rutina, no aprovechas el día a día, tus pequeños momentos; sin esa pasión tan devastadora crees que tu vida es una pérdida de tiempo.

M.- Habrá que tener cuidado con la pasión…
N.- Bueno, habrá que gestionarla, no digo que no se tenga, pero sí pongo en duda que se utilice como único criterio para poder decir que has vivido. A veces la gente dice, si no has vivido esto, es que no has vivido… ¿perdona? Pues ¡claro que he vivido, mucho y muchísimas cosas!

M.- ¿Es la literatura el mejor instrumento para entender el mundo, su historia, sus gentes?
N.– Para entenderlo creo que sí, para conocerlo tienes todas las ciencias; en la literatura pones tu subjetividad, tu empatía con la situación de los demás. Para entender España, continúa siendo El Quijote la mejor manera de entender este país, quizás también Delibes… porque yo soy muy mala leyendo autores de mi entorno, tanto en español como en catalán… no me interesa ni en lectura ni en escritura mi realidad más inmediata; me interesa políticamente, pero en literatura no, porque para mí la literatura es una excusa para viajar. Necesito libros que me trasladen a geografías distintas. No tanto momentos históricos distintos, no necesariamente, pero la geografía es muy importante para mí. Yo tengo en mi casa el mapamundi y es lo que me miro, qué me invento… Yo soy de Tarragona y jamás escribiré nada de Tarragona, dudo que escriba nada de Barcelona… La distancia para mí sería demasiado corta. No me interesa.

Hay un libro que, si no te lo has leído te lo recomiendo muchísimos, es el mejor escritor catalán para mí, Jesús Moncada, que era de Mequinenza, que escribe sobre su pueblo… yo me leo cada año Camí de sirga, el camino por el que subían los barcos y tal para las minas de lignito… Llamazares también… pero si tengo que escoger libros, porque no me caben en los bolsos, estoy ahora enganchada a autores latinoamericanos, como Valeria Luiselli, por ejemplo Desierto sonoro lo tienes que leer, que te va a fundir el cerebro; ella escribe en inglés, escribe en castellano, es una monstrua, como también Mariana Enríquez, Samanta Schwelblin, me parece un monstruo Juan Gabriel Vásquez Velandia, el colombiano, Faciolince, El olvido que seremos… Ricardo Silva, también colombiano y, además, hay una cosa interesante, y esto lo dice Samanta Schwelblin, que ella, que vive en Berlín, cada vez las fronteras se diluyen más y empiezas ya a no hablar argentino, ni mejicano, o colombiano o peruano, sino como tu contexto es mucho más global, empieza a surgir un español que tiene la pendejada, la boludez…

M.- (Recordamos juntas dichos antiguos, que cada una pensaba que eran de su tierra y resulta que se decían en todos los lugares, Castilla, Cataluña, País Vasco…: perder el oremus, chisgarabís, sinsorgo…)
N.- Hay que evitar encapsular las lenguas en vitrinas y en altares, pero al mismo tiempo hay que preservar adjetivos y expresiones… En el catalán está muy presente -una lengua más pequeña, menos protegida, con menos recursos-, hay una tendencia a escribir en un catalán hiperculto, alejado de lo que la gente habla. ¿Es necesario tener ese catalán? Sí, el primero que dijo en su día voy a escribir en el catalán que hablamos fue Quim Monzó, pero fue casi un revolucionario por hacer esto porque parecía que debía estar sacralizado y teníamos que hablar como hablaban mis bisabuelos, y no, porque las lenguas se adaptan, están vivas…

M.- ¿La supervivencia es la venganza de los humildes? La gran estrategia es la adaptación…
N.- Bueno, el pasar desapercibido te permite sobrevivir… hay situaciones en las que destacar…

M.- Y la mejor manera de no sufrir es practicar la indiferencia emocional.
N.- Hay que aceptar el sufrimiento como parte de la vida. El personaje que lo dice no es nada indiferente, se entrega, pero pretende vivir en este mundo muy académico, muy anglosajón, con esa ironía… Cuando escribía ese personaje me recordaba esas reuniones en las que estaban Tolkien, S. Lewis, Bertrand Russell en esos salones, tranquilos, tomándose su brandy y fumándose su pipa, señores que no tenían pareja…

M.- Y están las combinaciones que haces de intimidad, compromiso y amor…
N.- Es una teoría que leí y luego me la refrabriqué yo… estos son unos personajes que están construidos desde un punto de vista muy intelectual, y entonces ellos tienen que ser intelectuales… es la manera en la que me apetecía explicarlos, y cuando intentan entender esto, establecen criterios lógicos, si A es B entonces… un poquitín eso.

M.- Hay mucha filosofía en toda la novela.
N.- No pretendo ni mucho menos decir que soy una gran lectora de filosofía, porque no es verdad, pero soy una buena lectora de escritores, de autores, de pensadores que hablan de filosofía. Leer la fuente directa es duro. Leerte a Wittgenstein, te fumas un porro igual de duro con una copa de whisky…, pero me interesa mucho el debate en torno a Wittgenstein, porque se ha generado una especie de visión casi mística…

M.- La imaginación es el único remedio contra la soledad. Memoria e imaginación no pueden separarse… ¿Recordar siempre es una manera de imaginar?
N.- Esto lo leí haciendo una búsqueda en Google sobre la memoria y me salió esto, que era un artículo relativamente reciente, un año y pico, sobre una investigación que habían hecho en las áreas cerebrales que estaban involucradas, y pensé, ¡guau! ¡La intuición a veces te la confirma la ciencia!

M.- El dolor por aquello que se pierde no es más que el ansia de recuperarlo…
N.- Si, y creo que la nostalgia es directamente proporcional al tiempo que pasas en este mundo. Cuanto más mayor eres nos hacemos más nostálgicos… si quieres recuperar momentos, personas, no puedes…

M.- Hablas de la fascinación por la escritura para imponer un mundo al mundo, para que te escuchen… Para huir de la realidad…
N.– Hay que ser muy pretencioso, y todo escritor seguramente lo es, para creer que esto que tú has parido no solamente va a interesar a alguien, sino que alguien lo va a leer y se lo va a hacer suyo; de ahí que yo tenga ciertos problemas con la primera persona o con las autoficciones, por ejemplo. Me parece que hay que tener un par de narices, pero si, la escritura te permite ser un pequeño dios, creas un mundo y a ese mundo le das vida como quieres, del color que quieres, nadie te impone nada. Incluso hay que ser veraz, solamente eso, no hay que ser ni verídico. Puedes inventarte planetas, lo que quieras, creíble de alguna manera. Esa capacidad del escritor para imponer a los demás una visión del mundo, el escritor la tiene, y cuando son buenos los escritores nos marcan profundamente… como si fueras una res brava al fuego, porque han conseguido que tú veas a través de sus palabras… eso es maravilloso.

M.- Solo encuentras cuando miras buscando…
N.- Susan Sontag tenía cosas de estas en el Ensayo sobre la Fotografía. Es que puedes mirar mucho y no ver nada; depende de cómo mires, si quieres encontrar, si no quieres encontrar… Tienes diferentes maneras de posar la mirada en lo que te rodea y, además, en función de dónde cuadres tu ángulo. Somos fotógrafos, y más ahora; de ahí que no sea nada banal que el gesto de la fotografía haya pasado de ser de mis ojos hacia el mundo a del mundo hacia mis ojos, o sea, que la mayoría de las fotos sean selfis, es que tú pasas a ser la parte central; solamente te estás buscando a ti en el mundo. Antes te interesaba el mundo y ahora te interesas tú y el mundo. Es verdad que hay una sociedad infinitamente más egocéntrica que antes…

M.- (Hablamos de la ocupación de París en la Segunda Guerra Mundial, de la caída de Berlín y la entrada de los soviéticos, de las mujeres como botín en todas las guerras, Bosnia, de las violaciones…)

M.- ¿Es peor condenar al olvido que a la muerte? ¿Lo peor de todo es que te olviden?
N.– Si, es muy difícil mantener la memoria de todas… Nosotros entendemos muy bien el valor que tiene la vida humana, al menos la nuestra, un poquito menos la de los demás, sobre todo dependiendo en qué áreas geográficas nos importa un pimiento…

M.(Hablamos de las personas que van perdiendo los recuerdos por culpa del alzhéimer; de pedir perdón el Reino de España por las vidas que se perdieron durante la conquistad de América; de sacar a todos los nuestros de las fosas comunes para que las familias puedan darles sepultura…)
N.– Para no olvidarlos…

M.-Las emociones negativas surgen cuando nos han destrozado sentimientos puros, positivos, lo que nos lleva otra vez a la culpa…
N.- Cuando te matan la ingenuidad o la buena fe, el cuidar bien del otro… Cómo una madre puede ser agresiva; noticias que nos dejan devastados de madres que matan a sus hijos, que los abandonan…

M.- Si, la violencia familiar, cuando el maltratador no es el padre; cuando ella le defiende porque era un hombre bueno…
N.– En Francia, La familia grande, de Camille Kouchner, hija de Bernard Kouchner, exministro socialista cofundador de Médicos Sin Fronteras, su madre filósofa de la Sorbona de la escuela humanista… que abusaba de sus hijos, de su hijo. Y ella defendió a su marido. Nadie se atrevió a decir nada, todo París lo sabía… ella ha escrito el libro y provocado un gran revuelo, pero su madre biológica defendía al abusador… decía que no podía ser… ocurren esas cosas.

M.- Somos nuestra memoria, en función de ella construimos el presente y proyectamos el futuro… Para poder perdonarnos hay primero que perdonar al otro. ¿Te perdonas cuando te reconcilias contigo mismo?
N.- Si, si claro, el perdón como acto condescendiente. Mientras no te perdones a ti, seguramente a los demás tampoco.

M.- Hay un duelo muy profundo que no es solo cuando pierdes a personas muy queridas… el duelo por perder algo que configura nuestra identidad.
N.- Si, sobre todo cuando pierdes tu infancia, tus raíces, ahí la sensación de vértigo y de mareo es importante. Yo, en este libro, he matado a todos los padres y me he quedado con los abuelos, porque creo que los abuelos ejercen un papel fundamental en la transmisión de la historia, de la narrativa, de las tradiciones, de la cultura… Y cuando ya no te queda nada de esa infancia se vuelve complicado. Necesitas un sitio al que regresar.

M.- El libro para mí es amor, memoria y culpa. No sé si estás de acuerdo conmigo…
N.- Si, es memoria sin duda; es amor e intentan evitar la culpa. O la culpa que sienten por el amor que sienten, digamos, y gracias a la memoria, les hace intentar encontrar una solución decente. Creo que, básicamente, estos personajes son gente decente.

M.- ¿Qué querías provocar en el lector con tu libro?
N.- Quería provocar una lectura intensa, porque a los que nos gusta leer, queremos cosas que nos absorban, que nos hagan huir del mundo que no nos gusta, quería provocar un viaje, y también que fuera un libro que funcionara, porque a mí me ha funcionado. Y aprender algo. Hay que reivindicar la literatura que te informa, que te hace conocer más cosas más allá de la que te entretiene.

M.- Los diálogos de tus personajes son muy buenos, muy directos, de un humor sutil… como utilizando lo que en psicología se denomina el análisis transaccional…
N.– ¡Es que yo los diálogos los escribo siempre en inglés!, estos personajes son anglosajones y la lengua inglesa es una lengua fundamentalmente irónica, tienen una gran gestión de la ironía. Es lo primero que escribo. Hay un segundo libro que viene y están escritos los diálogos y me lo estoy pasando muy bien…

Espero tu nuevo libro Natàlia. De momento, me has puesto muchos deberes. ¡Gracias!

La autora:Entrevista a Natàlia Romaní por su novela «La historia de la nostalgia»
Natàlia Romaní, nacida en Tarragona el 22 de septiembre del año 1967, es periodista. Actualmente trabaja en Bruselas y vive en París. Aparte del catalán y castellano, domina el inglés, francés e italiano. Ha vivido en Roma, donde fue redactora del diario italiano l’Unità; también en Skopie, Prístina y Sarajevo donde llegó acabada la Guerra de los Balcanes. La historia de la nostalgia, su primera novela, ha sido vendida al italiano meses antes de su publicación y ha recibido numerosos elogios.

El libro:
La historia de la nostalgia ha sido publicado por Editorial Catedral en su Colección Novela. Traducción de Andrés Prieto. Encuadernado en rústica con solapas, tiene 512 páginas.

Cómpralo a través de este enlace con Casa del Libro.

Como complemento pongo un vídeo en el que Natàlia Romaní nos habla de su novela La historia de la nostalgia.


Para saber más:
https://twitter.com/NataliaRomani2

 


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