Revista América Latina

“Era vulgar, egoísta y desalmado…” ¡Había que quemarlo!

Publicado el 11 marzo 2016 por Jmartoranoster

Luisana Colomine.

Hace un par de semanas pudimos presenciar un hecho que no solo nos conmovió sino que nos puso alertas: en la calle Beethoven de Colinas de Bello Monte, a plena luz del día, un motorizado intentó atracar a una joven y ésta se resistió gritando y golpeando a su agresor. El tipo andaba en moto y salió huyendo a contra flecha. Varios hombres lo persiguieron y en la carrera el ladrón cayó. La poblada lo agarró, y hasta con un bate lo golpeó. De pronto “apareció” un policía y se lo llevó.
La gente celebraba cada golpe, cada patada y el hombre pasó de verdugo a víctima en cuestión de minutos. Risas, aplausos y vítores para los héroes ya que, de verdad, la policía (sea la de Baruta o la Nacional) brillan por su ausencia. La banda de motorizados que azota la zona desde hace meses, acaso se habrá guardado por algún tiempo, después de ver que la gente parece estar dispuesta a todo para enfrentar la inseguridad. El poder de lo colectivo, como en Fuente Ovejuna, se impuso, pero también la degradación del ser humano en una acción terrible.
Después de eso enviamos un mensaje de tuiter al Ministro del Poder Popular para Relaciones Interiores, Justicia y la Paz, Gustavo González López, advirtiéndole de la situación. La Operación para la Liberación del Pueblo, OLP, es más una policía represiva que preventiva pues los operativos espectaculares que ha hecho hasta ahora son ya decisiones tomadas para buscar azotes de barrio plenamente identificados, o bandas armadas, y los enfrentamientos son el método para combatir la delincuencia y sus prácticas, paramilitares o no. Se caen a plomo ladrones y policías y luego viene el balance cuantitativo. Pero, a veces, las cifras son sólo eso: cifras…
Como política pública, la OLP pareciera estar diseñada sólo para eliminar al delincuente que, como dijimos, ya ha sido identificado y clasificado como “irrecuperable”. Tal vez por eso “El Buñuelo” usó a su madre como escudo cuando se lo llevaron preso después de un operativo que duró seis horas, en la Cota 905. El delincuente, con amplio prontuario policial, se fabricó su prueba de vida al pedir medios, un cura y a su madre.
Pero en el día a día, la prevención, el patrullaje y en general la presencia policial, como lo contemplan los “Principios Básicos sobre el Empleo de la Fuerza y de Armas de Fuego por los Funcionarios Encargados de Hacer Cumplir la Ley”, acordados por las Naciones Unidas en 1990 (La Habana, Cuba), eso no se ve en las calles. Es decir, los niveles del uso de la fuerza policial traspasan rápidamente el umbral de la prevención para llegar al uso letal de la fuerza policial, porque ya el problema se instaló y hay que combatirlo.
Los atracos están a la orden del día. No es ni una exageración ni tampoco algo que no ocurra en otros países. Es una realidad que hay que aceptar y visibilizar para poderla combatir. Pero una cosa es accionar contra la delincuencia en el marco del respeto a los derechos humanos y otra muy distinta es que la población afectada aplique la pena de muerte sin esperar que la justicia actúe. Quienes perpetran esta acción se convierten en delincuentes en la figura de la complicidad correspectiva, establecida en el artículo 424 del Código Penal.
Este miércoles un asalta busetas vio la cara fea de sus víctimas. En Los Frailes de Catia, la gente lo capturó y no importó su rendición. Según la versión de varios medios, lo tirotearon, lo golpearon y finalmente lo quemaron vivo. No se menciona si llegó alguna autoridad para impedir el hecho.
La patética escena la vieron todos, nadie hizo nada pero alguien grabó con su celular un video que pronto se hizo viral en las redes sociales y en los portales de todos los medios de comunicación. En el video se oye una voz masculina que dice: “Bueno, que siga robando pues”. Recordamos este titular de la prensa colombiana para reseñar un hecho similar: “Era vulgar, egoísta y desalmado”. Le agregamos: “¡Y había que quemarlo!”.
Las reacciones en tuiter eran diversas pero se nos grabó esta expresión:”Un malandro menos”, y eso resume de manera dramática que la sociedad está empezando a ver como “normal” un hecho que es síntoma de barbarie. Una barbarie que los medios exacerban de manera morbosa, amarillista e irresponsable. Sólo advierten: “imágenes fuertes” y para acceder a éstas primero hay que ver un anuncio de güisqui…
Pero al mismo tiempo nos enteramos con mucho pesar del crimen del director de orquesta infantil en Guayana, Larry Salinas, a manos de la delincuencia. Con rabia e impotencia pensamos en la imagen del hombre chamuscado…¿Ojo por ojo?.
¿Se puede hacer el mal sin pasión?, parafraseando a Domingo Faustino Sarmiento y, posterior a él, a Hanna Arendt: ¿estamos banalizando el mal? ¿Lo estamos burocratizando? Urgente, como sociedad necesitamos parar y reflexionar. Como gobierno, acompañar más al pueblo y tratar, en lo posible, de aplicar aquella frase atribuida al filósofo chino Confucio: “Trabaja en impedir delitos para no necesitar castigos” ¿Habrá tiempo para eso?
Leer original en: https://cotayorosebud.wordpress.com/2016/03/11/era-vulgar-egoista-y-desalmado-habia-que-quemarlo/ Profesora de géneros periodísticos y periodismo de investigación en la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV). Comunista.
 @LuisanaC16 Luisana Colomine

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