Revista Ciencia

Érase una vez el devónico

Por Educandonaturaleza @educando_ntza

ÉRASE UNA VEZ EL DEVÓNICOHace mucho tiempo existió un mar de aguas cálidas en el que habitaban sorprendentes criaturas. En aquel mar había una gran variedad de peces que competían ferozmente por el espacio.

En estas aguas vivían Trilo y Goniatite, dos amigos con muchas diferencias pero unidos por un mismo espíritu aventurero.Trilo, era un valiente Trilobites equipado con un flexible caparazón que tenía la capacidad de enrollarse cuando algún peligro le acechaba. Le gustaba caminar por el fondo marino y otear el horizonte con sus dos grandes ojos. Trilo estaba siempre alerta, en aquellas aguas los voraces peces devoraban todo lo que encontraban a su paso.

Goniatite tenía una bonita concha enrollada en forma de espiral que protegía su cuerpo. Era un gran nadador capaz de realizar verdaderas acrobacias en el agua.

Juntos habían viajado muchas veces en busca de aventuras. Cada vez que se ponían en marcha, Trilo avanzaba con decisión defendiendo el frente, y Goniatite hacía lo mismo cubriendo la retaguardia. Cuando Trilo intuía que algo les acechaba, enrollaba rápidamente su cuerpo y permanecía inmóvil hasta que pasaba el peligro. Goniatite se metía en su concha y se dejaba caer hacia el fondo. Con esta inteligente táctica se habían librado de acabar en las fauces de muchos de sus depredadores.

En una de sus andanzas conocieron a Celacanto y a Tiktaalik, dos enormes peces que nunca habían visto por aquellas profundas aguas. Al verles se quedaron completamente paralizados, jamás habían visto peces de semejantes proporciones. Trilo y Goniatite pensaron que aquel sería el final de sus aventuras, que en poco tiempo acabarían en el estómago de aquellos monstruos que les miraban con cara de sorpresa. Celacanto y Tiktaalik se acercaron lentamente hacia ellos y comenzaron a nadar dibujando círculos a su alrededor. El miedo les hizo olvidar su infalible táctica defensiva. En lugar de enrollarse, y de esconderse en la concha, cerraron los ojos y se arrimaron el uno al otro pensando que iban a ser devorados. Mientras esperaban ese momento escucharon cómo hablaban entre ellos.

Trilo y Goniatite abrieron lentamente los ojos y comprobaron con asombro cómo el cuerpo de Celacanto y Tiktaalik se inclinaba hacia ellos haciendo una reverencia. Aquella parecía una señal inequívoca de que su intención no era devorarlos.

Una vez pasado el susto, y cuando lograron despegarse el uno del otro, llegó el momento de las presentaciones.

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Celacanto y Tiktaalik contaron que se habían conocido días atrás en aguas más profundas y peligrosas, donde  también vivía Dunkleosteus. Dunkleosteus era un colosal pez con una poderosa mandíbula y dientes afilados como navajas. Su cuerpo estaba cubierto por unas robustas placas que le hacían invencible. Dunkleosteus no tenía rival, era el mayor depredador de todas las aguas del planeta.

Ante aquella amenaza ambos peces habían decidido unirse para viajar más seguros por aquellas aguas devónicas. Celacanto buscaba una cueva que le diera cobijo, y Tiktaalik iba en busca de la conquista del medio terrestre, algo bastante atrevido para un pez, pero la evolución de la vida en nuestro planeta siempre ha necesitado  soñadores que arriesgaran.

Trilo y Goniatite decidieron unirse a ellos. Les pareció que aquella nueva aventura podría resultar la más emocionante de sus vidas.

Trilo, que era el que más tiempo llevaba viviendo en aquel mar y el que mejor lo conocía, dibujó un mapa en la arena con sus múltiples patitas. Una vez trazado el recorrido pusieron rumbo a la costa. En su trayecto se cruzaron con varios bancos de peces. Todos parecían ir con prisa, no imaginaron que tras esa premura se escondía una huida desesperada. Siguieron su camino con cierto nerviosismo, pero convencidos de que debían seguir adelante si querían encontrar lo que buscaban.

De lejos divisaron un montículo de rocas. Era bastante grande y parecía sobresalir del agua. Celacanto aleteó con entusiasmo, aquel lugar le daría el cobijo que tanto anhelaba.

Cuando estaban a punto de llegar ocurrió algo inesperado, el agua se oscureció por completo.

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Miraron hacia atrás y hacia los lados pero no vieron nada. De pronto algo se movió por encima de ellos. Miraron hacia arriba y allí estaba, la descomunal silueta de Dunkleosteus. Aquel monstruo abría y cerraba su enorme mandíbula dejando ver sus poderosos dientes. De pronto, un fuerte aletazo les lanzó a varios metros  de distancia del islote, era la técnica que Dunkleosteus empleaba para dejar aturdidas a sus presas. Unas dulces vocecillas, procedentes de las rocas, lograron sacarles de aquel mortífero estado. No sin dificultad, y guiados por aquellas vocecillas, consiguieron nadar hasta las rocas. Allí estaban a salvo. Siguieron escuchando las voces, parecían provenir del interior de la arena. Trilo comenzó a escarbar la arena con sus patas y al momento aparecieron dos pequeñas criaturas, Terebratúlida y Rinconélida, unas simpáticas conchas que les dieron la bienvenida al islote de las rocas.

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Habían estado viendo todo lo ocurrido y habían decidido intervenir para no alterar la paz de aquel pacífico islote.

Celacanto les preguntó si había alguna cueva libre para él, le dijeron que sólo quedaba una y que podía ocuparla sin problema. Tiktaalik, Trilo y Goniatite le acompañaron hasta la entrada y allí se despidieron. Celacanto había encontrado el que sería su hogar definitivo, pero sus amigos debían proseguir su camino.

Tras la despedida continuaron su camino rumbo a la costa. A muy poca distancia encontraron un llamativo arrecife de coral. El arrecife estaba lleno de vida, había color y armonía por todas partes. Trilo y Goniatite decidieron quedarse, aquel lugar les había cautivado, estaban convencidos de que allí seguirían viviendo grandes aventuras a salvo de los peligros que escondían las aguas más profundas.

Tiktaalik comprendió que había llegado el momento de seguir su camino en solitario, las olas que golpeaban detrás del arrecife, le empujaron a seguir su marcha.

Desde un extremo del arrecife, Trilo y Goniatite vieron como Tiktaalik se alejaba. Estaban convencidos de que aquel valiente pez llegaría algún día a cumplir sus sueños y caminar fuera del agua.

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Y así fue, Tiktaalik logró llegar a la costa y conquistar el medio terrestre, toda una proeza que sus amigos aplaudieron desde sus nuevos hogares.

Mucho tiempo después ocurrió algo imprevisible que hizo que hoy podamos contaros esta historia. Nuestros protagonistas se transformaron en roca, unas rocas llamadas fósiles que se encargaron de guardar toda la información de estas encantadoras criaturas.

Gracias a esta complicada transformación nuestros amigos pasaron a formar parte de un capítulo de la historia de nuestro planeta, el Devónico. Un periodo en el que la vida en el mar bullía y que se conoce también como Edad de los Peces.

La historia de los personajes de este cuento acaba aquí, pero tras el Devónico se escribieron nuevos capítulos en los que aparecieron nuevos personajes.

Quizá no lo sepáis, pero ahora sois vosotros los protagonistas de un nuevo capítulo, que aún está por escribir, pero de momento vamos a despedir este cuento, colorín, colorado, el Devónico se ha acabado…


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