Revista Cultura y Ocio

Érase una vez la taberna Swan. Diane Setterfield

Por Mientrasleo @MientrasleoS
Érase una vez la taberna Swan. Diane Setterfield
     "Había una vez una taberna que descansaba tranquilamente en la orilla del Támesis a su paso por Radcot, a un día a pie del nacimiento del río. En la época en que ocurrió esta historia, había infinidad de tabernas en la parte alta del Támesis y era posible emborracharse en todas ellas, pero más allá de la típica cerveza y de la sidra, cada una de aquellas tascas tenía su particularidad y ofrecía algún otro placer".
     Así comienza el libro cuya promo se basa en el primer título de su autora que, por cierto, leí hace ya años. Hoy traigo a mi estantería virtual, Érase una vez en la taberna Swan.
     Una noche de solsticio, en la taberna Swan, en Radcot, entra un hombre malherido con lo que parece el cuerpo sin vida de una niña en brazos. Sin embargo, para asombro de todos y sobre todo de Rita, la niña está viva, ahora solo falta saber quién es y a quién pertenece esta niña fascinada con el río. Tres son las posibilidades: o es una hija ilegítima, o la hija secuestrada de una pareja del lugar o bien es la niña desaparecida en el río cuya ausencia llora una mujer que ha vuelto misteriosamente devuelta por el Támesis.
     Comenzaba diciendo que en su día leí El cuento número trece. Es cierto además que lo disfruté pero, sin embargo, y no sé si esto os ha pasado alguna vez, con el tiempo me ha ido quedando la sensación de que fui benévola en mi lectura y que si la hubiera realizado en este momento, quizás mi entusiasmo no hubiese llegado a las cotas que lo hizo. Eso no significa, por supuesto, que vaya a cambiar mi valoración, porque sigo manteniendo el grato recuerdo de una lectura con toques góticos que me resultó harto placentera.
     Pero vamos con la taberna. La autora comienza la novela como si se tratara de un cuento, con un narrador que cabalga entre un omnisciente habitual y una voz colectiva del lugar, un dios local que reproduce lo visto y oído como si fuera el primer oyente de la historia que Settefield nos relata. Tengo que decir, además, que en esta ocasión me gusta mucho más el título original, Once upon a river, no solo por la importancia del río en la novela, sino también porque deja claro el halo a cuento que impregna la novela tanto en contenido como en continente en este caso. Y si la vida es cuento y los cuentos, cuentos son, la autora se mete de lleno en una historia sobre contar historias y hace suyo el tono de los lugareños para convertirse en un relato más de los que hubieran podido escucharse en Swan. Esto supone que el tono de la historia tiene una tendencia romántica a veces sobre cargada y que los personajes parecen salidos de una fábula adaptada. No significa necesariamente que sea algo malo, pero cuando uno se encuentra con un granjero que se ha combinado con una suerte de Blancanieves, no puede hacer otra cosa que sonreír y seguir avanzando.
     Este tipo de rasgos se van haciendo habituales, y uno no puede evitar preguntarse por qué Setterfield nos habla de una niña codiciada, pero por la que nadie parece estar dispuesto a luchar como Dios manda. Y es que la novela, tanto en trama como en ritmo, se mueve entre lo tibio y el remanso adornada, eso sí, con palabras muy bien elegidas que facilitan el avance por una trama cuya resolución final es mediocre y queda empañada por las historias de los lugareños que son, a fin de cuentas, lo que parece interesar aquí por mucho que el golpe de efecto del comienzo de la novela prometiera una historia totalmente diferente. Es cierto que no hay trampa en cuanto a expectativas, no hay más que ver la niña muerta y ahora viva para saber que nos sumergimos en un cuento y que, como todos sabemos, los cuentos que funcionan, las historias alrededor de un fuego o una mesa, tienen un halo que jamás puede generar incomodidad entre los oyentes. La autora al menos lo sabe, y por eso no duda generar una cierta calidez en la que los personajes se sientan cómodos, una confortabilidad que sacrifica ritmo e interés de ese tan buscado en los libros a cambio de una lectura plácida.

     Érase una vez la taberna de Swan me ha parecido una novela que se queda muy corta, amable, sí, pero eso no es suficiente para compensar sus carencias. Ni la resolución en este caso ha estado a la altura.
     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
     Gracias.

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