Revista Cultura y Ocio

¿eres monógamo o polígamo?

Publicado el 11 febrero 2014 por Elena Rius @riusele
¿ERES MONÓGAMO O POLÍGAMO?
Si eres bibliófago, la lectura es, más que una pasión, una absoluta necesidad vital. Para entendernos, no es equiparable al sexo -porque sin sexo podemos vivir, al menos un tiempo-, sino más bien a la comida: un día de ayuno es muy duro, pero dos... mejor ni pensar en ello. Aunque como a la vez anudamos con los libros que pasan por nuestras manos -y cerebros, y estómagos (o el órgano que sea que digiere lo leído y lo incorpora a nuestras células de forma indeleble)- unas relaciones que tienen bastante de físicas y/o simbióticas, es posible que el símil del sexo sí que sea al fin y al cabo válido. Todo esto viene a cuento de que 1) se acerca esa espantosa fecha, cumbre del cursilismo, San Valentín y, aunque no quería hablar de ella, se ve que tantos anuncios de colonias y corazones por doquier se filtran insidiosamente en mi mente y 2) hablando de pasión por la lectura, una de las preguntas más frecuentes a que hemos de enfrentarnos los sufridos lectores es la de "¿pero cómo puedes leer varios libros a la vez?" Así que, aprovechando la ocasión, vamos a confesarlo: sí, somos polígamos. La monogamia tiene sus virtudes, sin duda. Como dicen los monógamos, uno se concentra más, está más pendiente de ese único libro que lee. Claro que, en cuestión de libros, la fidelidad sólo dura un tiempo; lo normal es que cuando se acaba una relación (un libro) se inicie otro. Pero una tiene la sospecha de que los monógamos en lectura tienden a ser como los monógamos sucesivos en el sexo: las nuevas parejas suelen parecerse mucho a las anteriores. Nada que ver con los placeres y la variedad de la poligamia.  ¿ERES MONÓGAMO O POLÍGAMO?
En cuestión de libros, la poligamia es un gran sistema. Porque la lectura que puede resultar agradable en un momento dado, se hace indigerible en otro. Así, en determinados momentos del día puede apetecer sumergirse en una novela llena de acción y pasión,  mientras que en otras ocasiones lo que el cuerpo nos pide es ejercitar la mente con un ensayo, o tal vez saborear un poema, o deleitarse con un cómic... Nada de esto es incompatible. Ni tampoco una cosa es mejor que la otra; sólo diferente. Es más, resulta muy conveniente para la salud mental de todo lector avezado que se acostumbre a llevar una dieta variada. Aunque, igual que sucede con la poligamia, es inevitable que se establezcan categorías. Por lo común, hay una "lectura principal" -ese es el libro que uno suele mencionar cuando le preguntan "¿qué estás leyendo ahora?", no es cuestión de recitarle al desprevenido interlocutor toda la lista- y una serie de lecturas "de apoyo", que se van alternando de acuerdo al tiempo disponible, a los intereses, a las ocasiones... Algunos de estos secundarios consiguen hacer méritos para saltar el escalón superior y se convierten, al menos por un tiempo, en "primera esposa". Otros, en cambio, languidecen en un rincón, recordados sólo de tarde en tarde. Los más desgraciados (ocurre pocas veces, pero ya se sabe que hay quien hace méritos para eso) consiguen incluso ser repudiados. Pero siempre hay otro que ocupa su lugar. Por si la inmensa diversidad de libros a nuestro alcance no fuese suficiente, el panorama de la poligamia lectora se ha enriquecido recientemente con una innovación: el soporte digital. Mejor dicho, los soportes. Ahora ya no basta con tener libros diseminados estratégicamente por diferentes partes de la casa, sino que hemos suplementado nuestra voracidad lectora con aquellos textos que moran en el Kindle, la Tablet o -para casos de emergencia- en el teléfono móvil. De modo que, se lo ruego, no me hablen de amor eterno. Lo mío, decididamente, es la poligamia.  

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