Revista Coaching

¿Eres narcisista? Facebook te dará la respuesta.

Por Maria Mikhailova @mashamikhailova

facebook narcisismo

A lo mejor creemos que no nos afecta, pero seamos sinceros: ¿cuántas fotos de nosotros mismos, nuestras familias, amigos, nuestras copas o cenas, viajes, paisajes y pies que toman el sol en apariencia solos, hemos colgado a nuestro muro de Facebook últimamente? ¿Quiere eso decir que nosotros, que siempre hemos vivido de manera sencilla en el anonimato, de pronto hemos querido saltar a la fama en nuestro reducido círculo de las redes sociales? ¿Qué es el narcisismo? ¿Cómo nos afecta y por qué de la noche a la mañana hemos dejado atrás nuestra privacidad y nos hemos vuelto un poquito más vanidosos e incluso más presumidos?

¿A quién consideramos personas narcisistas? A aquellas que se pasan el día frente al espejo, a las que su imagen les importa más que a la mayoría, que buscan constantemente aprobación y admiración por parte de los demás… y lo cierto es que el mundo en el que vivimos, basado en gran parte en el afán consumista, nos impulsa a darle cada vez mayor importancia a nuestra imagen, a cómo nos presentamos y cómo nos ven los demás.

Los medios de comunicación también nos empujan por este camino: la publicidad, programas y shows de los supuestos famosos o celebrities, cantantes, actores y actrices, modelos… Es muy difícil hoy día escaparse a esa vorágine mediática, de la publicidad, de las marcas. Y ahí es cuando más vulnerables nos sentimos, pues nuestro ego, que es lo que en el fondo pretenden moldear, es muy frágil, es temeroso, es dependiente, y busca por todos los medios conseguir la diversión, escapar del aburrimiento, recibir aceptación.

Los psicólogos consideran que un narcisismo excesivo se debe a a una falta de autoestima. Pero seamos sinceros: ¿Quién hoy día no tiene un autoestima bajo? Si hasta las modelos de las portadas de revistas de moda están retocadas y en su vida real son personas de carne y hueso con sus pequeños o no tan pequeños defectos que tratan de disimular.

El problema es que nos quieren presentar un mundo artificial perfecto, porque el mundo interno no lo está o simplemente no existe. No es que esté mal que el mundo de la moda exista… en el fondo buscamos la perfección, porque la perfección es la cualidad de nuestra alma, y así construimos cosas bellas como el arte o un vestido bonito, por poner un ejemplo. Pero como ocurre con todo en el mundo material, nos encontramos con un arma de doble filo: no es bueno idolatrar en demasía algo que en el fondo es efímero, no es aconsejable aferrarnos a esa idolatría de la imagen, en el caso del narcisismo: la nuestra propia. Y como el propio mito de Narciso lo cuenta: podemos ahogarnos en nuestros miedos, en nuestra falta de autoestima. Y esto es peligroso.

El egocentrismo, en cambio, se refiere a la creencia de que nuestras ideas son superiores a las del resto, son mejores, que valen más… Lo contrario del ego es la humildad. Aceptar que podemos equivocarnos, que somos humanos, vulnerables… aceptar que no somos perfectos y no buscar a toda costa la vanidad o la presunción. Pero la sociedad, los medios, los que crean tendencias, son los que nos empujan a esta vanidad, a este amor por uno mismo. Y vamos por este camino. Con el Facebook por ejemplo, se nos ha dado una herramienta para mostrar lo mejor de nosotros mismos: nuestras mejores fotos, nuestros mejores viajes, nuestros mejores amigos, nuestros mejores regalos, nuestros maravillosos hijos, etc.

«El número de fotos autorreferentes en tu Facebook es directamente proporcional al tamaño de tu vanidad.»

El egoísmo en sí tiene un aporte positivo, porque es una manera de autoconservación, de supervivencia… pero cuando es desmedido, cuando nos ponemos en el centro del universo… y luego la realidad nos muestra que estamos equivocados, podemos llevarnos un chasco. O simplemente no nos llevamos ningún chasco, porque somos así de guapos, maravillosos, ricos y todo el mundo nos admira, pero en el fondo estamos solos. Esto es un clásico en el mundo de cantantes o actrices famosas, empezando por Marylin, que se consideraba poco atractiva y era muy infeliz, pero en el fondo el mundo entero la idolatraba y sigue idolatrando. Y esto es muy fácil que ocurra, porque en un mundo dominado por la imagen exterior, nuestra autoestima es muy frágil, es dependiente de los demás, de cómo nos ven, de si nos aceptan.

El problema vuelve a ser el Ego. Según la tradición védica, una cultura antigua cuyo estudio me resulta apasionante, se supone que tenemos dos egos: el ego verdadero y el ego falso. El verdadero sería nuestra alma o conciencia, para decirlo de forma resumida: el alma inmortal, eterna y gozosa. En el fondo, muy en el fondo, todos, absolutamente todos buscamos precisamente eso: inmortalidad, gozo, plenitud, ser felices, disfrutar, y no nos vale la misma cantidad de disfrute, sino que siempre buscamos más, porque es la cualidad de nuestra conciencia o del alma.

Pues bien, este ego auténtico, está hecho de perfección y amor, un amor basado en compartir con los demás. Esto lo explica de forma magistral Eckhart Tolle en su libro que recomiendo a todo el mundo: El poder del ahora.

El problema es que a su vez tenemos un ego falso, un ego identificado con la mente, un ego que nos hace vernos diferentes (mejor o peor) al resto, que nos confiere una identidad que depende de nuestras circunstancias externas (posición social, aspecto físico, situación económica, laboral). Y nuestra mente, que tanto explotamos para sobrevivir, para conseguir cosas, aprender, relacionar, analizar… si se abusa de ella, genera ruido, funciona incluso cuando no la necesitamos, y muchas veces no la podemos apagar, ni siquiera para dormir, y el resultado es catastrófico: estrés, ansiedad, depresiones. Vamos, todas las enfermedades de moda en el primer mundo.

Es decir, que el ego falso se relaciona con un elemento inferior: ya no hablamos de la conciencia que es perfecta y sabia, hablamos de una mente que en el fondo se aburre con facilidad, que es inquieta por naturaleza, que esconde miedos… y esos miedos se manifiestan en nuestro comportamiento. La mente no tiene el poder del alma, no es sabia, sino que aprende por ensayo y error, es dependiente de las circunstancias externas, es fácilmente manipulable. El ego falso necesita constantemente de aprobación, tal vez es un amor que no hemos recibido en la infancia, o al revés: nos han malcriado pero no hemos madurado como adultos para tomar nuestras propias decisiones.

El narcisismo en este sentido se convierte en un mecanismo de autodefensa del ego falso, de crearse un mundo propio de protección, de convencerse uno mismo de que es bello o bueno. El narcisismo surge como un mecanismo de aceptación de uno mismo, pero a su vez busca la aprobación o incluso admiración social para sentirse realizado.

Pero hablando ya de forma general, el narcisismo es un claro síntoma de cómo está la sociedad occidental: es el photoshop, es el culto al cuerpo, es la cirugía plástica, es la pasarela, es el consumismo, es la publicidad, es la venta, es una creación de necesidades, una especie de sustituto de placer… Como no encontramos el placer verdadero (interior), habrá que sencillamente… inventarlo. Si no resuelvo un problema interno mío, mi forma de afrontarlo es idolatrando algo que está fuera: mi cuerpo, mis cosas, o incluso mi mente.

El alma humana sigue incansable en la búsqueda de ese placer ilimitado, esa felicidad en aumento que persigue sin cesar. El problema es que no la buscamos bien. Lo que en el fondo hacemos es buscar distracciones o apaños al ego falso, porque es muy débil y no tiene suficiente valor para enfrentarse al ego auténtico: un lugar que está muy dentro pero en el que no hay engaños, ni autoengaños, no hay estima ni autoestima, donde nadie juzga ni es juzgado, donde no analizamos, no comparamos, donde solo hay amor.


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