Revista Cine

Escuadrón Suicida: a rayas de ibuprofeno

Publicado el 04 agosto 2016 por Maresssss @cineyear

Escuadrón, sí, pero sobre todo Suicida.

Un auténtico suicidio de la mano de David Ayer, porque teniendo una premisa así, unos personajes con innumerables posibilidades y la oportunidad, ya no sólo de refrescar al mejor villano de DC Comics, sino de sentar la premisa que consolide buena parte del bando de los malos del universo de la Liga de la Justicia (Escuadrón Suicida no deja de ser un homólogo en clave de antítesis de Batman v Superman: El Amanecer de la Justicia) es imperdonable haber resuelto en algo tan flojo, la verdad.

Suicida, desde luego, porque la película se destruye a sí misma al quedarse a medio camino entre "quiero ser gamberra" y "quiero ser uno más de los títulos familiares de la cartelera de sábado por la tarde: lo suficiente sosa, previsible, equilibrada (nada de cosas muy locas que alguien pueda interpretar mal) y políticamente correcta como para ser un éxito de recaudación sin un límite de edad que la recorte demasiado".

Escuadrón Suicida: a rayas de ibuprofeno

Cuando llegas al salón del cómic con tu pandilla cosplayer y ya han cerrado.

El problema con una cinta que quiere seducir a la taquilla masiva pero se vende como potencial festival del trastorno mental y la salvajada (no hay más que ver a la cuadrilla) es que, al final, no contenta a nadie. Quizás a algún fan del cómic que ha apreciado un par de buenas referencias puritanas o al padre de familia que iba al cine acojonao por si la peli iba a ser muy fuerte para los chiquillos. Tranquilo, no lo es.

No se preocupe, todo queda perfectamente encuadrado en su casilla de lo socialmente aceptable. Los personajes se dicen villanos, pero son tan adorables y están tan estresados por la inevitable presión del hacer lo correcto que, aunque se hagan de rogar un poquito (no mucho tampoco), enseguida muestran abiertamente su sentido común y su ordinario esquema moral.

Ninguno de ellos parece ser verdaderamente un monstruo o un tarado irremediable (que, llamadme loco, era parte importante de las expectativas de todos) sino más bien pobres almas arrepentidas que se mueren por jurar que ya no van a hacerlo más. Esto puede perdonarse en caso de personajes como Deadshot ( Will Smith) o Diablo ( Jay Hernández), que además cuentan con un trasfondo que funciona muy bien (nada nuevo, pero funciona) y van sobrados de motivos para controlarse. Pero cuando nos acercamos a la pareja culpable de tener a legiones de fans y cinéfilos esperando durante meses esta película, la cosa cambia.

Escuadrón Suicida: a rayas de ibuprofeno

Deadshot, Harley y un técnico de sonido que se coló detrás (¡que nooo, que es un SEAL!).

De la amante trastornada del Joker esperamos que, como mínimo, presente un cuadro de locura y psicopatía que dé que pensar, que abrume, que sorprenda. Esperamos a una pava verdaderamente desquiciada, alguien cuya mente desvencijada está ya tan fuera de sus cabales que no se rija por las mismas leyes del raciocinio que el resto de los mortales. Con el Joker ha pasado siempre lo mismo: cada vez que hemos visto a un Joker que se alejaba vertiginosamente de la manera habitual de pensar y se mostraba absolutamente convencido de que las reglas morales van por otro sitio o no eran más que patéticas mentiras, el interés ha crecido en torno a este enigmático personaje. Hay quien sólo quiere ver arder el mundo.

Él pasa el examen, y el rol que desempeña a lo largo de la historia es, por lo menos, estimulante y genera cierta expectativa. De ella no se puede decir lo mismo. Harley Quinn no sólo no está loca de verdad, sino que demuestra en numerosos momentos ser consciente de que no lo está, de manera que se hace visible que es alguien que está jugando a ser loca. No es un personaje cuya naturalidad evidencie una mente enferma, sino que su tendencia a razonar sobre su propia locura y su predisposición al debate moral aplastan, destripan y decapitan cualquier intentona de hacernos pensar algo como: "¡ey! ¡tened mucho cuidado con esta chica! ¡está loquísima y es capaz de todo!".

Escuadrón Suicida: a rayas de ibuprofeno

El típico bate para misiones especiales que te dan los del Pentágono.

Por supuesto nada de esto es culpa de Margot Robbie, que está francamente genial, convincente, fresca y divertida (no podría decir lo mismo de su compañera de reparto, también de cara bonita pero muy verde, literal e interpretativamente hablando). Es todo fruto de un guión que se sostiene apoyado en las manidas muletas del recurso prostituido, la sobreexplicación y la carencia de un estilo original o ingenioso.

De David Ayer, director y guionista, me cuesta creer que no haya sido capaz de imprimir algo de la maravillosa Training Day (también de guión suyo) en el libreto de Escuadrón Suicida, aunque fuese una pizca del peso de las relaciones interpersonales y la complejidad de la maldad interior de sus personajes. Aunque sea algo de la dureza, no sé. O un poquito de la crudeza. Sangre, por Dios, ¡al menos algo de sangre! ¡Algo de villano auténtico! Algo que haga llorar a los niños, que haga que me crea que esta pandilla es de verdad algo a lo que temer y no un grupo de amiguetes con unos cosplays super chulos, haciéndose los malos y que saben mucho de artes marciales. No pido la oscuridad ni la brutalidad de Watchmen, tampoco la extrema picardía o los chistes irreverentes de Deadpool, pero sí esperaba algo que no fuese una película al uso de cataclismo destruye-ciudades que necesita de decisión-muy-heroica para salvar-el-mundo.

Parece que no se confía en el impresionante poder que tiene darse cuenta de que el cine, la mayoría de las veces, sencillamente consiste en que dos personajes mantengan una conversación interesante en torno a una relación conflictiva.

El romance de Harley y el Joker es interesante, dado que ambos personajes están ya construidos, son autónomos y tienen ya un trasfondo que atrapa, pero lo sería más si se desarrollase en el contexto de una película que, insisto, abordase la psicopatía y la locura de un modo más denso y dramático, más maduro y arriesgado. Es la relación tóxica por excelencia, y sólo por eso ya se ganará su puesto en el imaginario simbólico de cualquiera inclinado a admirar a personajes sombríos y atormentados. No habrá coach que solucione eso.

Escuadrón Suicida: a rayas de ibuprofeno

Ir al dentista de pequeño no era muy diferente a esto.

En definitiva, una segunda entrega del nuevo y homogeneizado Universo DC que tiene la forma adecuada para encajar y mover los engranajes de la franquicia, pero que ha situado el listón a una altura que, viendo el vaso medio vacío, resulta decepcionante, pero viéndolo medio lleno, es tremendamente fácil de superar.

Con una buena entrega que ponga cara a cara a la pareja risueña con Batman, por ejemplo. Ahí no podrán cagarla. No dejaremos que ocurra.

A no ser que la madre del Joker también se llame Marta...

Leer más en: Críticas, El despacho del Master


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