Revista Opinión

España, el país de las cinco crisis

Publicado el 02 febrero 2015 por Franky
España padece cinco crisis, una ética, con la corrupción como principal consecuencia; otra económica, que genera desempleo y pobreza; y tres políticas diferentes: de líderes, de discursos y de partidos, cuyas principales manifestaciones son la podredumbre de la democracia y el mas profundo divorcio entre los ciudadanos y su clase política. --- España, el país de las cinco crisis Las consecuencias de esas cinco crisis simultáneas, todas profundas y graves, son terribles: se pierden derechos, se recortan servicios fundamentales, los estados de Derecho y de Bienestar sucumben, la unidad de la nación está amenazada, el desempleo es asfixiante, avanza la pobreza, los ciudadanos rechazan y hasta odian a los políticos, la democracia ha sido degradada y sustituida por una dictadura de políticos, la corrupción se ha adueñado del país y los viejos partidos, carcomidos por la degeneración, carecen de líderes atractivos y creíbles, no tienen discursos ilusionantes y esparcen por la sociedad una sensación de decadencia y olor a cadáver que hace de la política una pesadilla.

Todo está alterado en esta España multicrisis: el poder carece de credibilidad, el liderazgo está deteriorado, la mentira se ha instaurado en el corazón del Estado, los partidos ya no cumplen con su misión democrática, la sociedad civil está ocupada y asfixiada por los partidos políticos, los medios de comunicación no son creíbles y han perdido el favor de la ciudadanía y el país entero pierde el pulso y la ilusión.

De las cinco crisis que asolan España, la moral es la peor y la mas difícil de vencer. Mientras la económica y las políticas pueden mejorar con cambios de ciclos y de gobiernos, la moral necesitará generaciones para recuperarse, una vez que hayan sido desterrados esos vicios que han nacido en las capas altas del poder y que desde allí han migrado a la sociedad, infectándola hasta la médula. La gente no se fía de sus vecinos, tiene miedo a ser asaltada y robada, odia a sus dirigentes, sueña con el dinero y contempla impotente como se hunden los valores y se deterioran los grandes columnas que sostenían la sociedad, sobre todo la solidaridad, la honradez, la confianza, el orgullo de ser españoles y el deseo de caminar juntos hacia el futuro como un solo pueblo.

De las cinco crisis, solo una, la económica, ha sido en parte inevitable porque llegó del exterior, producto de la coyuntura mundial, pero la ética y las tres políticas son autóctonas, genuinamente españolas, producidas y generadas por un liderazgo político deplorable, por una clase política que no merece ni respeto ni permanecer al frente del timón ni un minuto mas.

La crisis moral y de valores ha convertido España en un estercolero maloliente. La crisis económica ha llenado las ciudades, calles y plazas de desempleados, pobres y empresas cerradas. Las tres crisis políticas han creado un país injusto, desequilibrado y absurdo, dotado de un Estado tan grueso y poblado de enchufados y políticos inútiles que es imposible de costear y que solo puede ser pagado estrangulando a los ciudadanos con impuestos abusivos, además de dejar a la nación huérfana y desnortada, sin liderazgo, sin discurso y sis partidos y políticos en los que confiar.

Si Bruselas fuera consecuente y en Europa existiera algo mas que un alma mezquina de mercaderes y especuladores, pondrían en marcha para España un rescate ético y político antes que una intervención económica.

La crisis es brutal y peligrosa porque acudir a las urnas con el desánimo actual, saturados de desconfianza, odiando a los políticos y a sus partidos y con un insano miedo al futuro es peligroso, muy peligroso, porque de la consulta pueden surgir vencedores cargados de riesgo e inquietud.

Nadie se atreve a decirlo, pero un país que no cree en sus dirigentes ni en la falsa democracia que le han impuesto y que se siente víctima de la corrupción, la injusticia y el abuso de poder, carece de la serenidad, la lucidez y la paz interior suficientes para elegir en libertad.



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