Revista Filosofía

España en el mejor momento de su historia.

Por Anveger

El retorno al pesimismo secular

Quizá el título de este artículo sea demasiado exagerado, pero me ha parecido correcto utilizar la hipérbole para contrarrestar las hipérboles negativas que están extendiéndose por todo el país y más allá.

“España va camino de ser Venezuela”. “España va a convertirse en un terreno baldío”. “Aquí no hay nada”. “Esto es un desastre”. “España va camino de una guerra civil blanda”. “Vamos camino de Grecia”. “Los días están constados para España”.  Estas son algunas de las frases más emblemáticas del movimiento derrotista sobre España, movimiento que remonta desde el año del desastre en 1898. Desde ahí se asoció la palabra intelectual al pesimista: si no decías algo negativo, si no te limitabas a prever augurios, no eras un intelectual muy reputado. Amando De Miguel se plantea en su libro publicado en 1998 “El final de un siglo de pesismismo” si la sociedad española ha dejado de ser tan pesimista como antaño, pues hay ciertos aspectos que indican que el pesismismo tan exacerbado se ha ido perdiendo. Sin embargo, con la crisis económica actual estamos viviendo el “renacimiento” del secular pesimismo español.

Yo mantengo que el pesimismo que vive España es una de las rémoras más importantes que tiene su sociedad para avanzar. La sociedad española no tiene espíritu de liderazgo. Está ciertamente acomplejada. Se compara negativamente con el exterior, y siempre se busca perseguir la senda que dejan las demás sociedades. ¿Es por esto por lo que España nunca a llevado la batuta internacional, a diferencia de Alemania, Gran Bretaña, EEUU¿ Quizá el español medio tenga una autoestima más baja, por el pesimismo atávico que sufre. Esto hace que uno no tome las riendas de su vida con plena autonomía, y se le otorgue más importancia a los políticos que a uno mismo, que la solución se espere de fuera, y no se asuma que venga de dentro de uno mismo. Mi tesis es que el pesimismo cultura que ha sufrido y sigue sufriendo España lo único que hace es perjudicarla, aun así España es uno de los mejores países que pueden existir. España va bien, a pesar del derrotismo, vendría a ser la tesis de el artículo que nos ocupa.

Bendita crisis

Lejos de ser una catástrofe nacional la existencia de la crisis económica, es una “bendición de Dios” el que se haya producido. En primer lugar, los años eufóricos que vivimos durante los primeros años del siglo XXI no eran más que el reflejo de que nuestra economía estaba enferma. Hace un año, publiqué un artículo en el que explicaba que una cosa es el grado de crecimiento de una economía y otra el grado de saneamiento de la misma. Si una economía crece mucho, pero presenta síntomas de estar enferma, la caída será más fuerte. Si una economía no crece nada, pero está sana, al menos no avanza hacia el abismo.

Es decir, la economía española estaba enferma, y crecía mucho. Ahora ha llegado el médico a meternos en cintura (se llama crisis). Se están reajustando todos los desajustes engendrados durante muchos años de expansión económica artificial. Se están despidiendo los trabajadores que nunca debían haber sido contratados para desempeñar las actividades que nunca debían haberse desempeñado. Por ejemplo.

En primer lugar, es la primera vez en la historia de España en la que se incluye en la Constitución un artículo que limita el endeudamiento, un “principio antikeynesiano” como lo denominó el Catedrático Jesús Huerta de Soto. Con lo cual, eso ya es una conquista histórica tremenda.

En segundo lugar, España ya no puede recurrir a la devaluación de la moneda como los países populistas para atrasar el llegada del médico (se llama crisis) que ponga en cintura la enfermedad de la economía. ¿Cómo es posible que se diga que España va camino de Venezuela? España, al no tener autonomía de política monetaria, ya no puede recurrir a la financiación pública vía Banco Central (es decir, vía inflación). Ahora tiene que adaptar el nivel de impuestos al nivel de gasto. Es verdad que han aumentado los impuestos, pero  la inflación se ha reducido, y no olvidemos que es uno de los impuestos más importantes para el Estado.

En tercer lugar, y a consecuencia de todo lo anterior, España está viviendo un incremento de su productividad y de su competitividad sin precedentes, que son los dos aspectos que de verdad marcan el futuro a largo plazo de una economía fuerte, aspecto reconocido incluso por el propio Krugman: “Si la productividad a corto plazo no significa nada, a largo plazo lo significa todo”. España ha dejado de necesitar recursos del exterior para financiarse, para pasar a tener recursos disponibles ociosos que prestar a otros países. Las exportaciones están creciendo a ritmo inusitados. Todo lo contrario a lo que estábamos viviendo en los años de la burbuja. Esto provoca que se esté reduciendo la deuda externa neta (es decir, lo que debe todo el país –no sólo su Estado- quitándole lo que ha prestado), que es el indicador más decisivo en la economía de un país.

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Podemos observar en el gráfico de arriba que en el año 2012, España ha iniciado una senda de recuperación de la tendencia tan negativa de acumular un déficit con respecto al exterior.

En cuarto lugar, España ha implantado en su ordenamiento jurídico una de las legislaciones laborales más liberales de su historia. Ojo, no digo que esta nueva legislación sea muy liberal (que, desde mi punto de vista, no lo es en absoluto), sino que, comparado con todas las que se han tenido hasta ahora, sí que lo es mucho más. Los sindicatos han dejado de tener prioridad en los convenios laborales.

En quinto lugar, estamos viviendo una serie de procesos políticos que indican que la calidad de nuestra democracia está aumentando, y se nota que la democracia española va cumpliendo años. Están tomando fuerza partidos regeneracionistas como el de UPyD, se están remodelando los dos partidos más importantes del momento (PP y PSOE), empezando a incluir la celebración de primarias, debatiendo la inclusión de listas abiertas. Se están columbrando reformas (timoratas, pero menos da una piedra) como la Ley de Transparencia. Hace no mucho tiempo el ministro de Justicia, Gallardón reconoció la no independencia plena de la Justicia, y anunció una gran reforma para conseguirla. Se están viendo materializarse propuestas como la de que los diputados del Parlamento de Castilla La Mancha dejen de cobrar un centavo por realizar su labor política. Se están poniendo de manifiesto los numerosos casos de corrupción que pasaron desapercibidos en España durante muchos años. Otro ejemplo es la anunciada Ley de Reforma de la Adminsitración Local, que prevé que más del 80% de los concejales dejen de cobrar, suponiendo un ahorro de más de 7.000 millones de euros.

En sexto lugar, que un país sufra una burbuja y luego una recesión no implica que después de sufrirla esté su economía peor que al principio. De ninguna de las maneras. Siempre la economía tenderá a mejorar, el volumen de capital acumulado tenderá a incrementarse, se descubrirán nuevas tecnologías, los costes bajarán, etc. Lo que significa la burbuja y la posterior sana crisis es que si el país no hubiese vivido tal enferma expansión, podría en el futuro haber llegado a un nivel más alto de desarrollo que si no la hubiese vivido. Pero en ambos casos, la situación al final del período es mejor que al principio.

En séptimo lugar, el secado que vivieron los mercados financieros en Europa está solventándose y el euro está siendo una de las monedas más demandadas actualmente. Asimismo, las políticas tan nefastas como la de la PAC están viendo reducir sus dotaciones económicas, al tiempo que el presupuesto de la UE se está empezado a reducir.

El trabajo es un medio

Por último, me gustaría comentar la falacia más extendida entre los derrotistas contemporáneos: el paro. Es vox populi utilizar el elevado nivel de paro para argumentar la precaria situación de una economía. Sin embargo, tal acción es un error tremendo. La URSS tenía pleno empleo poco antes de su extinción, en la Edad de Piedra estoy seguro que todos los homínidos tenían alguna labor que hacer, en pueblos tan poco prósperos como Marinaleda se jactan de tener pleno empleo.

El trabajo podrá ser un objetivo para el trabajador, pues él lo que quiere es cobrar su sueldo mensual. Sin embargo, para la economía, el trabajo no es un fin, no es un objetivo a conseguir. El trabajo es un medio, y como todos los medios tiene un coste. Si vas a comprar una herramienta para no utilizarla, lo único que has hecho es malgastar dos cosas (o una, según se vea): el tiempo y el dinero.

El trabajo es un medio para conseguir un fin: producir bienes y servicios demandados por la sociedad. Si hay trabajadores que están produciendo algo que no es demandado por la sociedad, se están desperdiciando recursos: esos trabajadores tienen que estar en la calle. El paro aumentará. Los salarios caerán. Y las actividades productivas serán aún más rentables, pues al caer los salarios bajarán los costes. Y los trabajadores en desempleo tendrán incentivos para formarse en otras actividades sí demandadas por la sociedad.

En definitiva, el aumento del desempleo en nuestro país es una noticia para nuestra economía digna de alabo (no así para nuestros trabajadores). Y si se ha producido es precisamente porque tenía que haberse hecho así. Esos trabajadores no estaban produciendo lo que debían, no eran realmente productivo, y deben dejar de desperdiciar su tiempo, y buscar otra actividad, si bien eso lleva décadas.

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