Revista Opinión

España, en el puesto 30 de los países más corruptos

Publicado el 07 diciembre 2012 por Franky

¿Como es posible que España, uno de los países mas corruptos del mundo, aparezca en el puesto 30 del ranking? Sorprendentemente, España aparece en el puesto 30, empatada con Botswana, en el índice mundial de corrupción que elabora la ONG Transparencia Internacional, recientemente presentado, una posición mucho mejor de la que la corrupción real española merece.
España ha mejorado tres décimas en el Índice de Percepción de la Corrupción 2012 y se ha estancado en el puesto 30 de la lista, empatada con Botswana con una nota de 6,5 puntos. Entre los miembros de la UE, España aparece en el puesto 13. Dinamarca, Finlandia y Nueva Zelanda ocupan el primer lugar como países menos corruptos en una clasificación de 176 Estados, mientras que Somalia, Afganistán y Corea del Norte se sitúan en la cola.
Entre los miembros de la Unión Europea, España se sitúa en el puesto número 13, tras Dinamarca, Finlandia, Suecia, Holanda, Luxemburgo, Alemania, Bélgica, Reino Unido, Francia, Austria, Irlanda y Chipre.
España ocupa ese puesto porque en la evaluación no se tienen en cuenta graves violaciones generales de la moral política como el hecho de que los gobernantes y los políticos españoles antepongan con frecuencia sus propios intereses al interés general y al bien común, un comportamiento que la mayoría de los autores y expertos internacionales considera pura corrupción. Los evaluadores tampoco tienen en cuenta sospechas no comprobadas de corrupción, como las comisiones que cobran algunos partidos políticos catalanes a los empresarios y los asuntos que son ocultados y no salen a la luz.
Los expertos creen que la corrupción que aflora apenas representa el 10 por ciento del total. En España, donde una impunidad práctica campea por el territorio político y los grandes aliados del poder, sobre todo el financiero, los grandes medios de comunicación se someten al poder político y una parte importante de la Justicia está bajo control de los partidos, puede que ese porcentaje sea menor y que la parte oculta represente hasta el 95 por ciento del total.
Numerosas actividades corruptas la mayoría no demostradas por una Justicia sospechosamente ausente, como las comisiones cobradas por los recaudadores de determinados partidos políticos, el desacato a las sentencias judiciales, la falta de voluntad política para acabar con injusticias tan vergonzosas como los desahucios de los más desposeidos, la terca resistencia a dimitir de los políticos españoles, incluso cuando son imputados por los tribunales, el enriquecimiento inexplicable de miles de políticos con cargo público y la colocación a sueldo del Estado de cientos de miles de parientes, amigos y enchufados de los políticos, no aparecen computadas en las investigaciones de corrupción, en las que tampoco se tienen en cuenta las violaciones de principios constitucionales como la igualdad ante la ley, el derecho a una vivienda digna o el derecho a trabajar, del que están privados casi seis millones de españoles.
Hay otras muchas políticas corruptas que se practican con frecuencia desde las administraciones que tampoco aparecen evaluadas por los estudios internacionales, como la concesión de subvenciones públicas a los amigos del poder, la marginación de las subvenciones a los adversarios políticos, el ingreso en puestos de trabajo público sin oposiciones, las deudas reiteradas de las administraciones públicas españolas, que al no pagar sus facturas han provocado el cierre de miles de empresas y el desempleo de cientos de miles de trabajadores y un largo etcétera de violaciones, impunidades, abusos de poder y otras actuaciones deplorables que, en buena ley, deberían computarse como corruptas.


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Por  Cayetanus Veritaes
publicado el 27 diciembre a las 19:50

La clase política es el mayor y peor de los males que sufren las sociedades democráticas del siglo XXI.

Cierto que hay muchos políticos honorables, pero no es menos cierto que buena parte de ellos se dedican a enriquecerse de forma fraudulenta, aprovechándose del cargo que ostentan para tal efecto. Esa forma de vida suele tener nombre propio: corrupción.

Es curioso que no salga ninguna ley que penalice la corrupción como es debido. ¿Cuál debería ser el castigo para las personas corruptas?

En primer lugar perder el derecho a volver a trabajar en la función pública, de por vida; si has engañado siendo un funcionario público ya no mereces más ese privilegio. En segundo lugar perder el derecho a la pensión de jubilación (a todo lo acumulado), sin más. Y en tercer lugar obligar a la devolución de todo aquello que se hubiere robado, sin olvidarnos que esté cumpliendo desde ya condena en prisión, claro.

Oh, qué exagerado! dirán algunos, ¿cómo pretendes dejar a alguien sin jubilación? dirán otros. ¿No crees que son demasiado duras estas penas? se escuchará a lo lejos. Pues no, para nada, les contestaría yo. Si no quieres quedarte sin jubilación al robar hay un camino muy sencillo, no te hagas político, así no serás corrupto y no te pasará nada. Siempre puedes trabajar en el sector privado y robar allí, a ver qué les parece.

Y lo curioso y gracioso es que los políticos lo que hacen es protegerse entre ellos y no promueven estas medidas comentadas anteriormente (único camino efectivo para erradicar la corrupción), porque no les interesa, no sea que los puedan pillar algún día a ellos.

Que se sepa que su farsa y su mentira no pasan desapercibidas a la sociedad. Dicen que no todos son corruptos, dicen que la mayoría trabajan por el bien común, dicen...Mucho hablar y poco actuar. ¿Por qué no se adoptan las medidas propuestas más arriba? Muy sencillo, porque como he comentado, entonces dejaría de estar protegida la corrupción, y eso parece ser que no interesa.

Esta es la verdadera realidad en la que nos vemos inmersos y que muy difícilmente va a cambiar. Deberíamos exigir a los políticos que centraran su discurso en el verdadero germen del caos político, social y económico en el que nos encontramos: la corrupción. Hasta que no se solucione este tema no se puede avanzar, pues de poco valen grandes ideas y nobles proyectos si en su gestión y realización vamos a seguir arrastrando esta lacra, que posibilita a unos cuantos (cada vez son más los que intentan estas prácticas deshonestas) enriquecerse a cambio del esfuerzo de una inmensa mayoría.

No me engañen más señores políticos, no me interesa su discurso. Sólo empezaré a escuchar cuando sea porque han decidido promulgar verdaderas leyes anti-corrupción, la existencia de las cuales no preocupará ni lo más mínimo al político que está decidido a gestionar en aras del bien del conjunto de la sociedad, y no tiene intención de robar. A ese no le importa que esas leyes sean duras, pues no va a infringir la ley.

Espero su respuesta.

Y me pregunto yo ¿será que no existen tales políticos sin miedo a una verdadera ley anti-corrupción?

Esperemos se demuestre lo contrario, pero algo me dice que eso sólo se verá con el largo paso del tiempo, como era de prever...