Revista Opinión

España es un inmenso estercolero

Publicado el 10 octubre 2011 por Franky
España es un inmenso estercolero El escándalo de un ministro de Fomento que no dimite, pese a ser sospechoso de haber recibido 400.000 euros de un empresario corrupto, el de unas cajas de ahorro que, tras haber sido arruinadas por políticos y sindicalistas, reparten decenas de millones de euros como premio a directivos cuyo mérito principal es haberlas hundido, junto con otros muchos acontecimientos deplorables, siempre protagonizados por una clase política española que se está ganando a pulso el desprecio de los ciudadanos, están conviritendo la actual precampaña electoral en un bochorno y en la demostración más papable y fehaciente de que España es un pozo de cieno donde retoza una clase dirigente impresentable, que merece ser expulsada del poder.

Un país que premia al presidente del gobierno (Zapatero) que lo ha llenado de desempleados, endeudado, arruinado, empobrecido y desprestigiado con dos sueldos vitalicios que superan los 140.000 euros al año y con un sillón en el Consejo de Estado, no es un país sino una pocilga. Si, además, ese mismo país es incapaz de castigar a los políticos y sindicalistas que han arruinado el antes orgulloso y magnífico sistema de cajas de ahorros, más que un país es un vertedero. Si, para colmo de males, en ese país jamás dimiten los políticos que dejan de ser ejemplares y dignos, como el actual ministro de Fomento de España, sospechoso de corrupción, ni saben explicar la inexplicable riqueza de miles de políticos cuyo patrimonio ha crecido como la espuma mientras ejercían cargos públicos, entonces, más que un país, estamos hablando de un inmenso estercolero, donde, para más "inri", nadie devuelve el dinero que ha robado ante el estupor de unos ciudadanos que no entienden por qué están siendo castigados por el cielo con una casta política deleznable e infectada por una despreciable carencia de ética.

El enriquecimiento inmoral y descarado de directivos de cajas de ahorro y de políticos, sin que los gobiernos ni los órganos reguladores intervengan para impedirlo, en estos tiempos de crisis, cuando millones de ciudadanos están conociendo los durísismos territorios del desempleo, la humillación y la pobreza, es un hecho de enorme vileza que clama al cielo. Pero todavía es peor la impunidad de los poderosos en un país que exige justicia y cuyos ciudadanos, indignados, quieren contemplar como los canallas muerden el polvo y visitan las cárceles.

Las ignominias e injusticias que el pueblo debe soportar de esa casta insana de parásitos integran una lista tan oprobiosa como interminable que va desde la negativa de los políticos a prescindir de sus inmerecidos privilegios, la práctica impunidad de que disfrutan, las injusticias que patrocinan desde el poder y las subidas indiscriminadas de impuestos que esquilman a la ciudadanía a la la lluvia de favores que beneficia a los amigos del partido y a los familiares de los poderosos, decenas de miles de los cuales reciben sueldos y subvenciones públicas sin aportar nada al bien común, así como la vileza de hacer pagar los propios errores de los dirigentes y cargos a las clases más débiles y desprotegidas de la sociedad.

Internet, que es el único territorio de libre expresión que queda en España, bulle de indignación y sirve de plataforma para que millones de indignados cabreados repudien a los políticos y pongan su rabia, su creatividad y su indignación al servicio de la regeneración de un sistema político podrido y cargado de oprobio.

El foso que separa a los ciudadanos de sus dirigentes no para de ensancharse y cada día es más evidente que los verdaderos enemigos de los actuales gobiernos no son otros estados o gobiernos extranjeros, como en el pasado, sino sus propios pueblos, en creciente rebeldía por las injusticias y desmanes que están obligados a padecer, contra el que los gobernantes envían, sin pudor y sin decencia, a la policía, pagadas y armadas con los impuestos ciudadanos, para que defiendan gobiernos y estructuras de poder que, sin el apoyo del pueblo, se impregna de indecencia y pierden legitimidad a chorros.

Cada día es más evidente la vileza de algunos gobernantes, que prefieren mutilar servicios básicos para el ciudadano, como la sanidad y la educación, antes que cerrar sus costosas e inútiles televisiones autonómicas, antes que cerrar pseudoembajadas abiertas en el extranjero solo para fortalecer el nacionalismo, antes que expulsar a los familiares y amigos que han colocado en el Estado sin que aporten nada al bien común, antes de renunciar a sus tarjetas de crédito, teléfonos móviles, coches oficiales, pensiones de lujo y otros muchos privilegios que, desde luego, no merecen, cuando la crisis y la pobreza de millones de ciudadanos exigen la austeridad y el sacrificio de todos.

Los gobernantes están perdiendo el prestigio y el respeto ante un pueblo cada día más sorprendido ante los desmanes, abusos de poder y corrupciones que contempla. Ver un telediario o escuchar un noticiero de radio constituyen, cada día más, sobredosis de indignación que el ciudadano tiene que procesar y digerir desde su insoportable impotencia. Desde el sucio poder que está llevando al mundo hacia la bancarrota y la ruina moral, se le dice al ciudadano que es el soberano del sistema y el único protagonista, pero los que se llaman sus representantes les ignoran y marginan, apartándolos de los procesos de toma de decisiones y humillándolos al obligarle a soportar lujos y privilegios que no merecen.

Los políticos se han convertido en la raza más odiada, en el sector más despreciado y en una losa que aplasta con mayor fuerza la dignidad del pueblo. Han asesinado la democracia con nocturnidad y la han transformado en una sucia oligocracia de partidos, lo que equivale a una dictadura de partidos que oprime y aplasta al ciudadano. En algunos países, como España, no existe ni una sola ley básica de la democracia que sea respetada por el poder: ni separación de poderes, ni elecciones verdaderamente libres, ni una ley que sea igual para todos, ni el ciudadano es protagonista, ni funcionan los controles al poder, ni la prensa libre puede fiscalizar a los poderes públicos, etc., etc.

Millones de ciudadanos que antes eran grandes admiradores y defensores de la democracia, hoy, frustrados y escandalizados por la plaga del mal gobierno y el comportamiento indigno de miles de dirigentes políticos, han perdido toda admiración y respeto por sus gobernantes e instituciones, convirtiéndose, muy a su pesar, en verdaderos "antisistemas" que acumulan odio ante la injusticia galopante y el abuso sin freno.



Volver a la Portada de Logo Paperblog