Revista Sociedad

España y su esfera internacional

Publicado el 03 octubre 2012 por Jose Luis Vivero Pol


España y su “ausencia” en desarrollo: que otros manden con nuestro dinero

Desde hace una década, España ha ido incrementando notablemente su interés, aportación y participación en el desarrollo mundial, especialmente centrado en los países conocidos como Tercer Mundo, En Vías de Desarrollo o, más recientemente, el Sur Global. De ser un actor pequeño y poco influyente, como correspondía a nuestra contribución técnica y financiera, llegamos a ser un actor medio, con muchos fondos sobre la mesa, un altruismo y buen corazón notable y hasta un cierto cosmopolitanismo desinteresado.

Esto fue así hasta que la crisis cercenó este progreso y nos despertamos del sueño para darnos cuenta de la pesadilla real en la que vivimos: reducción del 70% del presupuesto de cooperación desde que llegó el Gobierno de Rajoy, y un presupuesto de la AECID que queda reducido a 266 millones de euros. Esto coloca la ayuda oficial al desarrollo de España en el nivel de 1981, el 0.12%,que es el año en que España dejó de ser considerado un país receptor y empezó a ser donante. Volvemos a la casilla de salida, con todo lo que eso conlleva para la imagen de España en el exterior.

Pero volviendo a la época en la que soñábamos despiertos, esos fueron años en los que la cooperación española funcionó como un 'nuevo rico' en el tablero mundial, poniendo fajos de billetes para entrar en las reuniones, haciendo donaciones millonarias que batían records históricos, y reforzando un compromiso con la lucha contra el hambre, la igualdad de las mujeres, el medio ambiente y la gobernabilidad que no se había visto antes. Las ideas no faltaban, ni el dinero tampoco, pero sí que se echaba de menos a las personas, a los españoles y españolas que debían estar detrás de la gestión, análisis y administracion de ese mar de fondos que fue la Cooperación Española desde el 2000.

La AECID no consiguió capitalizarse con recursos humanos, y cada vez menos personas eran responsables de más cantidad de dinero, lo que equivale a más responsabilidades y más riesgo. Pero es que tampoco conseguimos que más españoles ocuparan puestos de gestión y liderazgo en las organizaciones internacionales a las cuales inundábamos con ingentes fondos. Sí colocamos a muchos profesionales jóvenes, al principio de sus carreras, tanto en la UE como en la ONU, y siempre pagando nosotros claro, pero la ausencia se notaba mucho en los niveles medios y altos. A día de hoy, a pesar de haber sido uno de los mayores donantes de Naciones Unidas en la década pasada, y haber dado la mayor contribución al PNUD en toda su historia, solo hay un español dirigiendo una organización de Naciones Unidas (Joan Clos, ex-alcalde de Barcelona, en UN Habitat), y escasísimos altos cargos (Joaquin Almunia es Comisario de la UE, donde ya saben que es obligatorio repartir los cargos). Incluso perdimos la carrera por dirigir la FAO, la organización más querida y mejor tratada por España históricamente.

  

España y su “ausencia” en desarrollo: que otros manden con nuestro dinero

Esta ausencia se explica en gran medida a que nunca pedíamos contraprestaciones, no demandábamos que se colocaran funcionariosprofesionales españoles para supervisar tanto dinero, dabamos el dinero 'gratis', como si las relaciones internacionales estuvieran basadas en el buen rollo y en la utopía cosmopolitanista, y obviando que los demás países y sus funcionarios sí que iban a hacer diplomacia, presión y relaciones a costa del dinero de España. Muchos profesionales del desarrollo extranjeros han labrado sus carreras internacionales gestionando los fondos españoles, mientras que muy pocos españoles han conseguido carreras paralelas. Otros países, más listos que nosotros, han usado nuestro dinero para poner a su gente, mientras que nosotros no veíamos la necesidad o la ventaja estratégica de hacerlo. Bueno, sí hay algunas excepciones que todos conocemos, pero son más producto de enchufar a algunos amiguetes, nepotismo familiar o colocación de ex -altos cargos del partido gobernante, a los cuales había que asegurar un futuro solvente una vez dejado el poder.          

Esta preocupación que les cuento la he compartido con colegas y amigos de la cooperación al desarrollo desde hace tiempo, y solemos coincidir en la oportunidad perdida para España en la escena internacional. No es que haya falta de profesionales competentes y bien cualificados, es que no se consideraba importante. No estaba en el radar de la diplomacia española ni de la AECID. Bueno, pues de esos barros vienen estos lodos. Ahora, que ya no tenemos el fajo de billetes para abrirnos puertas y gestionarnos influencias, tampoco tenemos profesionales españoles que puedan liderar o gestionar los fondos de los demás, que sí siguen apoyando la Cooperación al Desarrollo y sí colocan a su gente en los puestos directivos.

Como si fuera el comienzo de un chiste típico, va un inglés, un francés, un holandés, un brasileño, un chino y un americano y montan un consejo mundial de desarrollo, o un panel de expertos en seguridad alimentaria, o un comité de sabios para proponer ideas para un mundo mejor, o lo que sea. Pero, al contrario que el chiste, al final el español no es el más listo ni el más gracioso, porque el español o la española, simplemente, no estaban allí. En esa línea, pongo como dos claros ejemplos el Panel de Alto Nivel para la Agenda de Desarrollo Post-ODM 2015, recién creado por Ban Ki Moon (en teoría, un gran amigo de España), o el Panel de Alto Nivel en Seguridad Alimentaria y Nutrición, una de las áreas prioritarias para la cooperación española. Nada de nada. Hay ingleses, franceses, brasileños y chinos, pero no españoles. Triste pero cierto. Evidentemente no conozco todo el sistema de Naciones Unidas, pero no me suena que haya Sub-secretarios Generales (Joan Clos aparte, por su cargo en UN Habitat), tampoco hay Relatores Especiales de los diversos derechos humanos, siendo España uno de sus mayores defensores en palabras y hechos, ni tenemos Vicepresidentes del Banco Mundial, o del FMI.

En este último caso, no me sorprende tras conocer los motivos por los cuales el Sr. Rato se vio obligado a dimitir, tema que no ha sido desvelado todavía en España. Tampoco tenemos españoles en cargos importantes en la OSCE, la OCDE, la CEPAL, el Banco Interamericano de Desarrollo o el Grupo Consultivo de Investigación en Agricultura Internacional (CGIAR), con sus 15 centros repartidos por todo el mundo, a pesar de que somos miembros de todos y contribuimos con no pocos fondos. ¿Es que no hay en España economistas destacados o investigadores agrícolas de vanguardia? Claro que los hay, y yo mismo conozco a algunos que cumplirían perfectamente esos roles, pero el Gobierno de España piensa poco en ellos.  

Tras esta exposición de hechos, que no es ni mucho menos exhaustiva por lo que pueden aparecer honrosas excepciones, me atrevería a pedir a las autoridades españolas, ministeriales y diplomáticas, que le den al tema la debida prioridad, y que luchen por colocar españoles notables en los puestos de decisión y liderazgo e instituciones internacionales. Y, por favor, abstenerse de colocar a amiguetes, compadres, compañeros de partido, familiares o amigos de familiares, ya que para los pocos puestos a los que podemos acceder, al menos que estén cubiertos por gente competente y a la altura de los desafíos. Esos españoles y españolas de alto perfil existen, pero rara vez cuentan con los apoyos diplomáticos necesarios para conseguir los puestos de mando. No necesitamos inventar la rueda, ni hacernos malvados, ni interesados, solo necesitamos aprender de lo que hacen los otros países europeos, los otros países que son líderes, los otros países que llevan las riendas del desarrollo y que se nutren de lo único que podía dar España: el dinero de antes. Ahora, sin dinero y sin gente, ¿qué vamos a hacer?  


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