Revista Cultura y Ocio

Españoles en las SS

Por Liber

En abril de 1939, tras tres años de encarnizada guerra civil, las fuerzas del general Franco derrotan al Frente Popular y ganan la Guerra Civil Española. Franco había recibido un gran apoyo por parte de Adolf Hitler en su levantamiento contra el gobierno de izquierdas elegido en las últimas elecciones generales. Como resultado, al final de la guerra había una deuda que saldar con la Alemania nazi. Aunque España oficialmente permaneció neutral durante la Segunda Guerra Mundial, en 1941, Franco por iniciativa propia le ofrece al Tercer Reich una división de voluntarios () entregada a la lucha contra el comunismo soviético. De este modo, se trataba de saldar la antigua deuda contraída con Hitler.

Los gobiernos Aliados protestaron con vehemencia ante esta violación de la neutralidad española y, tras el viraje del rumbo de la Segunda Guerra Mundial a favor de los Aliados, Franco cedió a la presión internacional y acordó dar por finalizada cualquier ayuda al Tercer Reich.

La ayuda militar brindada por España a la Alemania nazi terminó en la primavera de 1944, cuando los últimos soldados de la Legión Española de Voluntarios, también conocida como la Legión Azul, se retiran del Frente Oriental y vuelven a España. La mítica División Azul ya había sido repatriada en noviembre de 1943 tras las presiones de los Aliados y había sido reemplazada por la Legión Azul (mucho menos numerosa, con 1 200 hombres aproximadamente).

Lo cierto es que la retirada oficial no terminó con la implicación española en la Segunda Guerra Mundial: mientras que muchos soldados de la División Azul y de la Legión Azul volvían a sus casas, otros compatriotas hacían el viaje en sentido contrario.

Desde finales de 1943 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, varios cientos de españoles se alistaron en las SS Waffen (unidades militarizadas de las SS) y en la propia Wehrmacht, dejando atrás sus familias y hogares por la causa nacionalsocialista.

Unos buscaban aventuras o ganancias materiales, otros representaban la tenacidad del apoyo de ciertos sectores de la siempre ideológicamente dividida nación española al Nuevo Orden Europeo, una "Tercera Vía" que evitase los errores del comunismo y de las democracias liberales. Convencidos de que habían luchado por ese Nuevo Orden con Franco en la Guerra Civil Española, ahora consideraban que todo debía ser sacrificado por la cosmovisión hitleriana. Numéricamente hablando no eran muchos y el resultado final no fue el que tenían en mente.

Más que la vanguardia de una nueva Europa, muchos terminaron dando su vida por un imperio que se hacía pedazos irremediablemente. Sus actividades trajeron consecuencias negativas para España tras la Segunda Guerra Mundial: el gobierno franquista fue internacionalmente tachado de colaboracionista y permaneció políticamente aislado hasta bien entrados los años 50.

Con más de 200 libros, artículos y películas sobre la División Azul, cabe destacar que la historiografía sobre los españoles en las SS Waffen es mucho más limitada, quizás en un intento de ocultar esta parte de la historia nacional.

En mayo de 1944 se retiran oficialmente los soldados voluntarios españoles. En aquel momento, el Tercer Reich tenía problemas considerables para seguir combatiendo. Hay que recordar que en esas fechas Alemania reclutaba a ancianos y adolescentes inexpertos: no sobraba ni un solo soldado.

Por este motivo, los alemanes comenzaron a explorar maneras de alistar y retener al mayor número de españoles posible. Como consecuencia, algunos españoles rechazaron la orden de repatriación. Ahora bien, su número fue demasiado pequeño como para contribuir significativamente a la maquinaria bélica germana. No obstante, en España había reclutas potenciales que ya habían comenzado en aquellos momentos a explorar las opciones de alistamiento que ofrecían los nazis.

Entre estos voluntarios había mercenarios, antibolcheviques recalcitrantes y personas que se sentían atraídas por unas condiciones salariales y vitales mucho mejores que las existentes en la España de posguerra.

Durante los ocho meses siguientes, hasta que los Aliados lograron expulsar a los alemanes de los Pirineos, cientos de españoles cruzaron ilegalmente España y pasaron a la Francia ocupada. Allí las SS legaron a crear una unidad especial, la Sonderstab F, con la misión de reclutar a los fugitivos y darles documentación, contrato laboral y transporte hasta Alemania.

El Ministerio de Asuntos Exteriores se oponía a estas actividades, ya que por aquel entonces Franco había comenzado a retirar su ayuda a Hitler. Ahora bien, ciertos sectores de la Falange y algunas agencias alemanas colaboraron para reclutar soldados para Alemania.

En solo una semana de enero de 1944, más de 100 españoles se presentaron voluntariamente en la embajada alemana en Madrid, con la intención a alistarse. Tras cruzar la frontera hispano-francesa, solos o en pequeños grupos, los españoles eran llevados en tren hasta un campo próximo a Versalles, hasta que sumaron 300 efectivos en mayo de 1944.

También hubo voluntarios entre los trabajadores españoles que ya estaban en Alemania. A comienzos de la Segunda Guerra Mundial, Franco había enviado a 25.000 trabajadores voluntarios para contribuir al mantenimiento económico del Tercer Reich. Las fábricas sufrían bombardeos cada vez más intensos, así que algunos de estos trabajadores decidieron abandonar Alemania y se embarcaron en la marina mercante alemana con la esperanza de desembarcar en algún país neutral. En todo caso era una opción no exenta de riesgos: las fuerzas aéreas y navales aliadas se encargaban de que pocas embarcaciones llegaran a buen puerto.

Otros voluntarios decidieron seguir comprometidos con la causa nazi y se unieron a la Organisation Todt ( "Organización Todt", una fuerza militarizada de trabajo), a una unidad de las SS-Waffen o a la Legión Española dentro de la propia Wehrmacht.

El número de voluntarios se vio también incrementado por los veteranos repatriados de la División Azul que habían solicitado al gobierno español ser enviados al Tercer Reich en principio en calidad de trabajadores no especializados, con la esperanza de que los servicios prestados previamente les valieran algún tipo de preferencia a la hora de servir al Reich.

Los diplomáticos alemanes y los representantes sindicales estaban más que contentos de firmar contratos con estos voluntarios, a pesar de que estos arreglos eran considerados inválidos por el gobierno español. Lo cierto es que dada la ausencia de apoyo gubernamental, pocos lograron llegar a Alemania.

Los que consiguieron llegar a tierras germanas, junto a las docenas de reclutas españoles provenientes de otros puntos del imperio nazi, fueron enviados a la base de entrenamiento de Stablack-Sud Steinlager, en la Prusia Oriental. En el Día-D, ya había 400 voluntarios españoles reunidos en la base.

En Stablack, los españoles fueron divididos en dos batallones y desplegados a las afueras de Viena, donde recibieron ocho semanas de entrenamiento, capitaneados por oficiales que habían sido enlaces entre la División Azul y la Wehrmacht con anterioridad.

Entre el 8 y el 20 de julio de 1944, otros 150 españoles deciden unirse al Batallón Fantasma, nombre con el cual los propios voluntarios habían bautizado a la unidad. El nombre tenía mucho sentido. Por una parte, la unidad tenía una existencia subterránea que desafiaba los acuerdos oficiales entre las autoridades germanas y españolas. Por otra parte, el conocimiento sobre la existencia del Batallón Fantasma en Europa no se obtuvo por cauces oficiales sino por rumores y el propio boca a boca.

Uniforme de SS-Truppführer (Jefe de Tropa) español, con insignia del yugo y las flechas falangista en el pecho y parche con los colores de la bandera nacional. Lleva dos granadas de mano alemanas modelo 24 (Stielhandgranate .24) y un subfusil MP40.

Según el responsable policial español en Roma, encargado de redactar un minucioso informe sobre la unidad, los voluntarios españoles insistieron a los alemanes que no querían tener superiores españoles, ya que esto perjudicaría al régimen franquista, dado que por aquel entonces ya había adquirido el compromiso con los Aliados de que ningún español lucharía para el Eje.

A medida que la unidad iba desarrollándose, se fue creando una mezcla de suboficiales españoles y alemanes. Cabe destacar que incluso los que tenían rango superior a soldado raso en la División Azul comenzaron de cero de nuevo por méritos propios. El comandante de la unidad fue un antiguo oficial alemán de artillería, el capitán de las SS Wolfgang Gräfe, que ya había estado vinculado a la División Azul.

En la Segunda Guerra Mundial, hubo otros movimientos colaboracionistas en Europa que reclutaron voluntarios para unidades de las SS y de la Wehrmacht. Por ejemplo, cerca de 10 000 franceses lucharon en unidades como la Legión de Voluntarios Franceses (LFV, "Légion des Volontaires Français") y en la División Carlomagno ("Division Charlemagne") de las SS-Waffen entre 1941 y 1945.

Igual que la División Azul española, estas unidades combatieron en el Frente Oriental al Ejército Rojo y algunos voluntarios, como los españoles del Batallón Fantasma, murieron en la defensa de Berlin en 1945. La perspectiva de caer en manos enemigas tampoco era garantía de superviviencia: pelotones de fusilamiento o duras sentencias en campos de trabajo.

Los soldados españoles de las SS-Waffen y de la Wehrmacht combatieron mayormente en el Frente Oriental, pero también en los Balcanes, contra la Resistencia en Francia y lucharon encarnizadamente en la batalla final de la Segunda Guerra Mundial en Europa: la defensa a vida o muerte de Berlin en 1945. Es complicado calcular el número de veteranos de la División Azul que sirvieron en las SS-Waffen, dado que los registros alemanes de los alistamientos son escasos.

Las fuentes históricas indican que no más de 1.000 españoles sirvieron a la Alemania nazi después de junio de 1944.

Uno de los españoles con un historial claro e indiscutible dentro de las SS fue Rufino Luis García-Valdajos. Nacido en 1918, se alistó en la División Azul a finales de 1942 y fue voluntario hasta marzo de 1944. Decidió en ese momento seguir en Alemania y no volver a España.

Consiguió un puesto en el Sicherheitsdienst (SD, "Servicio de Seguridad") de París y trabajó contra la Resistencia Francesa hasta que la retirada alemana le obligó a regresar a Alemania a finales de 1944. En noviembre de 1944, se unió a la 28.ª División de Granaderos SS Voluntarios Valones (28. SS Freiwilligen Grenadierdivision Wallonie) capitaneada por el belga Léon Degrelle (fallecido en Málaga en 1994). En febrero de 1945, García-Valdajos, con rango de teniente primero de las SS, solicitó a la SS-Rasse- und Siedlungshauptamt (RuSHA , "Oficina Central para la Raza y la Repoblación de las SS") el permiso para contraer matrimonio con una alemana residente de Berlín, Ursula Jutta-Maria Turcke.

Tras determinar que ni García-Valdajos ni su novia tenían antepasados judíos, se les concedió el permiso para casarse. El caso de García-Valdajos está mejor documentado que la mayoría debido a su solicitud de matrimonio con una alemana. Aún así, la información disponible no es todo lo extensa que nos gustaría.

Afiche propagandístico belga de la división de Léon Degrelle. TRADUCCIÓN: "Contra el bolchevismo - Por Europa y tu Patria ÚNETE A la LEGIÓN "WALLONIE"

Con la Segunda Guerra Mundial cada vez más a su favor, los Aliados hacían llegar diligentemente sus enérgicas protestas al Ministerio de Asuntos Exteriores en Madrid. Una de las principales inquietudes de los representantes de EE.UU. y de la Francia Libre en España era la supuesta incorporación a la Gestapo de docenas de españoles en Francia, con miras a una incorporación de varios centenares posteriormente.

El Ministerio de Asuntos Exteriores español negó con rotundidad estar al tanto de ningún alistamiento de españoles en cuerpos militares alemanes, indicando irónicamente que tales agentes o soldados serían probablemente antiguos comunistas republicanos que, movidos por "un espíritu aventurero y necesidades económicas", podrían haber recurrido al reclutamiento voluntario en Alemania.

Asimismo, añadió que el número de españoles colaboradores con los nazis era muy inferior al de los que colaboraban con las potencias aliadas. También subrayó que el gobierno español no había autorizado el alistamiento de españoles, ya fueran antiguos combatientes de la División Azul o no, en unidades alemanas militares, policiales o de inteligencia.

El ministro recalcó, eso sí, que tenía conocimiento de españoles que se habían unido a la Resistencia Francesa o que luchaban con los Aliados en el norte de Italia. Concluyó que a pesar de los alistamientos de españoles en ambos bandos, España no tenía pensado desviarse de una "estricta neutralidad".

Lo cierto es que el Ministerio de Asuntos Exteriores español, a pesar de realizar este tipo de declaraciones para calmar los ánimos de los Aliados, estaba muy al tanto del servicio ilegal prestado por algunos españoles en la Gestapo, las SS-Waffen y la propia Wehrmacht.

Ya a comienzos de la primavera de 1944, bien avanzada la Segunda Guerra Mundial, el Ministerio de Asuntos Exteriores había ratificado informes de sus embajadas europeas en los que se informaba de la existencia de españoles que se estaban alistando en los cuerpos militares y de inteligencia nazis.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el Ministerio de Asuntos Exteriores en Madrid estaba al corriente del reclutamiento de españoles tanto en territorio español como en las diversas partes de la Europa ocupada. La sede del Frente de Trabajo Alemán (DAF, "Deutsche Arbeitsfront"), antiguamente punto de contratación abierto de trabajadores, era ahora la ubicación clandestina en la que se proporcionaban papeles, fondos e instrucciones a los españoles que querían entregarse a la causa nacionalsocialista.

El Ministerio de Asuntos Exteriores sospechaba también que algunos sectores de la Falange estaban contribuyendo al esfuerzo de reclutamiento alemán. En agosto de 1944, el viceministro de Asuntos Exteriores llegó a enviarle una carta al secretario general de la Falange, José Luis Arrese, preguntándole si estaban al tanto en el partido de la preparación de 400 jóvenes falangistas para cruzar la frontera con Francia y unirse una vez allí a las tropas de ocupación germanas.

Tras la disolución de la División Azul, los españoles sirvieron en varias unidades de las fuerzas armadas alemanas. La mayoría sirvieron en dos compañías (la 101.ª y la 102.ª), formadas básicamente por obreros españoles residentes en Alemania, veteranos de la División Azul y algunos aventureros que habían cruzado ilegalmente la frontera hispanofrancesa.

Otros españoles sirvieron en la División SS de Léon Degrelle y se incorporaron a ella como la 3.ª Compañía Española del I Batallón. La unidad belga de Degrelle no tuvo grandes problemas a la hora de reclutar españoles que ya estaban en Alemania, dado que muchos encontraban que la disciplina prusiana de la Wehrmacht era demasiado rígida e insufrible para sus orígenes idiosincrásicos del sur de Europa.

Cartel de propaganda de la División SS Wallonie. TRADUCCIÓN: "LA BRIGADA DE ASALTO SS WALLONIE te habla..."

En el resto de los cada vez más pequeños territorios nazis, se organizaron otras unidades de españoles a finales de 1944 para luchar contra los Aliados en el norte de Italia, cerca de Potsdam, en la frontera francoalemana y contra los partisanos en el norte de Yugoslavia e Italia. Algunos españoles afirmaron haber luchado junto a la unidad de comandos de Otto Skorzeny en la Batalla de las Ardenas.

La 101.ª Compañía de Voluntarios llevó a cabo un combate de retaguardia cerca de Vatra-Dornei, en Rumanía, durante la defensa de los pasos montañosos de los Cárpatos frente al Ejército Rojo. Capitaneados por un oficial alemán, esta unidad estaba formada por 200 españoles, la mayoría veteranos de la División Azul y de la Fuerza de Trabajo Española en Alemania.

Durante la segunda quincena de agosto de 1944, este grupo de españoles luchó obstinadamente pero se vio forzado a retirarse tras el derrocamiento del régimen fascista rumano a finales de ese mismo mes.

El 31 de agosto lo que quedaba de la 101.ª comenzó a moverse lentamente en dirección noroeste. Repeliendo ataques tanto soviéticos como de las guerrillas rumanas, abandonada a su suerte por la Wehrmacht y las SS-Waffen, la unidad se vio atrapada entre unidades soviéticas en Hungría y en Rumanía. A finales de octubre, una docena escasa de supervivientes de la unidad logró llegar a Austria.

La 101.ª y su unidad hermana, la 102.ª, fueron acuarteladas en Hollabrunn y Stockerau, al norte de Viena. La 102.ª había luchado contra los partisanos yugoslavos de Tito en Croacia y Eslovenia durante el verano de 1944.

Cabe destacar que estas unidades sufrieron también problemas de deserción: algunos combatientes decidieron huir de las líneas enemigas para tratar de ponerse a salvo con los Aliados o en zonas interiores de Alemania.

Miguel Ezquerra, un veterano de la División Azul que terminó siendo capitán de las SS-Waffen, lideró otra pequeña unidad de españoles durante la Batalla de las Ardenas. Él y sus hombres habían prestado previamente sus servicios al contraespionaje alemán en Francia, luchando contra los exiliados españoles miembros de la Resistencia Francesa.

Posteriormente conocida como Einheit Ezquerra (Unidad Ezquerra), esta unidad estaba estrechamente relacionada con el general Wilhelm Faupel, antiguo embajador alemán en Madrid, y al Instituto Iberoamericano, un centro de investigaciones situado en Berlín entregado a la promoción de lazos hispanogermanos y nazi-falangistas más estrechos.

En enero de 1945, a Ezquerra se le encarga el alistamiento de todos los españoles que pudiera encontrar en una sola unidad, que él mismo se encargaría de liderar. Estos alistamientos fueron un verdadero quebradero de cabeza para el gobierno español, que recibía preocupado las noticias de españoles que servían en las SS y dentro de otras organizaciones nazis.

Al régimen franquista le preocupaba especialmente que estos hombres usaran todavía el emblema de la División Azul, con el escudo con los colores de la bandera rojigualda y con la palabra "España" bordada, puesto que suponían un grave peligro para la neutralidad española.

Franco ordenó a la delegación diplomática en Berlín que procediera a disuadir a los obreros alemanes de unirse a las SS-Waffen o a la Wehrmacht. Lo cierto es que a pesar del viraje de la Segunda Guerra Mundial a favor de los Aliados por aquellas fechas, incluso a finales de octubre de 1944, algunos voluntarios insistían en ser enviados desde España a trabajar en Alemania con miras a entrar en las SS-Waffen o en la Wehrmacht.

Incluso el Instituto Iberoamericano, ferviente defensor del franquismo, decidió terminar dándole la espalda al gobierno de Franco. Bajo la influencia del general Faupel, a comienzos de 1944, el Instituto se hace con el control de la publicación del periódico "Enlace", orientado a los trabajadores españoles en Alemania.

Había sido publicado desde mediados de 1941 hasta finales de 1943 por la embajada española en Berlín. Editado ahora bajo la supervisión del general Faupel por Martín Arrizubieta, sacerdote vasco que había colgado los hábitos y antiguo capitán republicano durante la Guerra Civil Española, el periódico dio un giro antifranquista decidido en el otoño de 1944.

El diario pasó a promover una extraña mezcla de nazismo y separatismo vasco, manteniendo el mismo título, lo que causó una enorme confusión entre la colonia española en Alemania. Se declaraba una publicación falangista y nacionalsocialista. Paradójicamente, Arrizubieta promovía sentimientos antifranquistas entre los obreros españoles, al declarar que "si Alemania gana la Segunda Guerra Mundial, no debería respetar la frontera española".

El general Faupel, aún enfadado por la solicitud de reemplazo como embajador alemán en España que Franco le había hecho llegar a Hitler en 1937, se dedicó a ejercer su control sobre la cada vez menos numerosa comunidad española de 1944-1945.

Junto a su mujer Edith, el antiguo general logró captar a los falangistas más ardientes que quedaban en la capital del Tercer Reich. El matrimonio Faupel esperaba servirse de estos colaboradores algún día para derrocar al régimen de Franco.

A pesar de las protestas enérgicas de la embajada española en Berlín, el gobierno alemán se negó a acallar a Faupel y a cerrar el controvertido diario "Enlace". Primer número del diario "Enlace", destinado a los obreros españoles en Alemania. Por aquel entonces, el diario estaba alineado con el el régimen franquista. Quedaba aún mucho tiempo para de que la dirección de "Enlace" pasara a manos del general Faupel, antiguo embajador alemán en Madrid resentido contra el general Franco. El 16 de abril de 1945, el Ejército Rojo lanza su ofensiva final contra Berlín, enviando al campo de batalla a cientos de miles de hombres, decenas de miles de tanques y unidades de artillería, y una fuerza aérea que sería dueña y señora de los cielos germanos.

La ciudad era una fortaleza, rodeada de cinco anillos de fortificaciones sucesivas que aseguraban que el asalto final no iba a ser un paseo militar para los rusos. La Batalla de Berlín fue una lucha internacional en la que se enfrentó un Ejército Rojo multiétnico con los remanentes sobrepasados tanto en número como en armamento del "Nuevo Orden" de Hitler.

Aunque la gran mayoría de los defensores durante la Batalla de Berlín eran alemanes alistados en unidades regulares de la Wehrmacht, también hubo miembros de las SS-Waffen franceses, noruegos, daneses, italianos, flamencos, rumanos, belgas, húngaros, etc., que dieron su vida en la última batalla del teatro europeo de la Segunda Guerra Mundial.

Cabe destacar que en la apocalíptica atmósfera que se respiraba en tan brutal escenario de batalla, podían oírse acentos españoles de un pequeño grupo que permaneció fiel a la causa nazi.

Estos combatientes no alemanes que seguían luchando habían abandonado a sus familias y hogares para combatir por el sueño cada vez más quimérico del Nuevo Orden Europeo. En 1945, dicha visión ya estaba confinada a un remanente cada vez menor de Europa Central, desde los Alpes hasta el Círculo Polar Ártico en Noruega.

En los meses finales solo los más locos podrían esperar la victoria final. Los más cuerdos esperaban una caída de la coalición de los Aliados en el último minuto. La fantasía era lo único a lo que agarrarse en esos duros momentos.

Los soldados españoles aún con vida se encontraban en una situación complicadísima: tendrían que llevar su decisión inicial hasta sus últimas consecuencias, 1945 no era un año para arrepentimientos. La rendición era sinónimo de cárcel o muerte a manos de los Aliados.

Desertar seguía siendo un crimen contra Alemania, castigado con la muerte. Con el uniforme, al menos estos exiliados españoles voluntarios tenían la esperanza de morir junto a sus camaradas.

Desde enero hasta abril, la Unidad Ezquerra luchó en lo que quedaba del Frente Oriental, sufriendo terribles bajas sin conseguir grandes resultados. Tras reclutamientos adicionales y traslados desde otras unidades, a mediados de abril, Miguel Ezquerra consiguió reunir a un centenar de españoles para la defensa final de Berlín.

Sus esfuerzos por conseguir el alistamiento de españoles fueron minados por el periodista y delegado de prensa español Rodríguez del Castillo, que se sirvió de sus contactos con el Frente de Trabajo Alemán, el partido nazi y el Ministerio de la Guerra para expedir permisos de salida y salvoconductos para varios cientos de trabajadores españoles.

Sin embargo, fueron muchos los españoles dentro de las SS y la Wehrmacht que permanecieron en sus puestos. Algunos, como el mítico Miguel Ezquerra, profesor tras la guerra, sobrevivieron. Muchos no lo hicieron. Ya fueran falangistas o nazis convencidos, los españoles del Batallón Fantasma desafiaron a su propio gobierno para defender un régimen destructivo incluso mientras este se iba haciendo pedazos en 1944-1945.

Miguel Ezquerra tuvo la enorme suerte de sobrevivir a la Segunda Guerra Mundial tras entrar en combate en multitud de ocasiones. Falleció en 1984. Franco, que había dicho a los cuatro vientos en 1942 que un millón de españoles defenderían Berlín si fuera necesario, se retractó de estas palabras debido a la presión de los Aliados tan pronto como cambió el rumbo de la Segunda Guerra Mundial.

Lo cierto es que los cientos de españoles que vistieron el uniforme de las SS-Waffen y de la Wehrmacht tras el Día D mantuvieron su visión inicial. Franco logró sobrevivir a la guerra en el poder pero su ideología y la de los combatientes españoles no.

La presencia de voluntarios españoles en la fase final de la Segunda Guerra Mundial representó un fracaso para la política exterior española, caracterizada tras 1943 por un esfuerzo por terminar con cualquier tipo de colaboración con el Tercer Reich. Irónicamente, el mayor impacto del Batallón Fantasma español fue el de perjudicar al "Nuevo Orden" europeo.

Tras la Segunda Guerra Mundial, el régimen franquista fue tachado de colaboracionista y se vio por tanto excluido del Plan Marshall y de las Naciones Unidas hasta 1953, debido mayormente a su apoyo a los nazis, apoyo que Franco no logró eliminar todo lo rápido y limpiamente que hubiera querido en el momento oportuno.


Volver a la Portada de Logo Paperblog