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Especial Woody Allen: What’s Up, Tiger Lily?

Publicado el 08 septiembre 2014 por Cineenserio @cineenserio

Tras el encargo del guión de ¿Qué tal, Pussycat? Allen recibió un nuevo trabajo más absurdo aun: doblar una película japonesa. La idea consistía en poner voces encima de la película y reordenando las escenas, alterando completamente el significado original de lo que era una cinta de espías. Allen decidió que los personajes en vez de buscar un microchip terminarían buscando la receta de una ensalada de huevo. Y así todo de absurdo…

Para poder hacer este trabajo, Allen encerró a sus actores en un estudio de grabación donde comenzaron a crear diálogos para lo que estaban viendo sin tener en cuenta la trama original. Por supuesto el resultado terminó siendo delirante pero Allen se quedó corto al entregar sólo 70 minutos de metraje, algo insuficiente para la productora a pesar de haber rodado alguna escena protagonizada por el propio Allen. Para poder llegar a los 80 minutos American International introdujo un número musical por parte de The Lovin’ Spoonful, circunstancia que consiguió que tanto la película como la banda sonora se convirtiesen en un éxito. Lo que consiguió también fue el enfado de Allen que volvió a ver sus ideas manipuladas a sus espaldas, algo que no volvería a suceder en el futuro.

What's up tiger Lily?

What’s Up, Tiger Lily? no puede considerarse ni siquiera una película demasiado divertida, ya que más allá de tres o cuatro chistes ingeniosos todo en ella es deslavazado y forzado. Digamos que es como si Joaquín Reyes decidiese hacer una versión larga de los recordados Mundo Viejuno o Retrospecter: el chiste tiene gracia al principio pero termina resultando tedioso. Si además tenemos en cuenta la naturaleza de encargo, el último que Allen haría en su carrera, What’s Up, Tiger Lily? acaba siendo más una rareza que sólo contentará a los completistas de la obra de Allen. Eso no quita que quizás la película se pueda ver en una sesión con amigos y con sustancias de por medio: ahí las risas están aseguradas.

Lo que sí quedaba claro es que el público estaba dispuesto a pagar para ir a ver todo lo que hiciese el humorista. Pero, sobre todo, lo que le quedó claro a Allen es que para la primera película que dirigiese de verdad tenía que asegurarse que no iba a haber manoseos por parte de ninguna productora.


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