Revista Cine

Esperanza

Publicado el 14 octubre 2010 por Alfonso

Que ser enterrado vivo es una de las angustias mayores que puede padecer el ser humano es algo que todos sabemos, aún sin haber leído El entierro prematuro de Edgar Allan Poe o haber visto, en televisión, la aportación de Tarantino a la serie CSI o, en cine, Buried (Buried (Enterrado), 2010), de Rodrigo Cortés, ahora mismo en las carteleras de medio mundo, y muy aplaudida. Así que el pasado 5 de agosto ponerse en la piel de alguno de los hombres que quedaron atrapados en la mina San José, una explotación de cobre y oro -y trabajadores- en el desierto de Atacama, imaginarse en su piel, y llevarse las manos a la cabeza cuando recibimos, quince días después, el mensaje “Estamos bien en el refugio los 33” fue la más común de las reacciones.
Afortunadamente, el pueblo chileno, con su Presidente Sebastíán Piñera a la cabeza -que, sí, ha rentabilizado el despliegue final, la Operación San Lorenzo, pero al menos se ha puesto el casco y ha estado en el lugar de la tragedia, no como los ingenieros y jefes de la cueva, que con su alegación del miedo al linchamiento y abucheo se han metamorfoseado en avestruces andinas-, el candidato que dijo que si perdía las elecciones debería volver a la mina -auténtico desliz- y que heredó el día después de un terremoto que afectó al 80% de la población del país del Pacífico, ha demostrado que con paciencia y humildad, pidiendo ayuda a quienes sabían que podían aportarles alguna solución técnica o logística (canadienses, alemanes, estadounidenses...), sin prometer plazos imposibles, con planes alternativos reales para llegar a los 662 metros de profundidad en que se hallaba atrapado el grupo de mineros (de hecho el plan que ha logrado completar el rescate con éxito ha sido el B, no el principal), con muy cuidadas palabras y estrategias, con sacrificio y la ayuda de la tecnología, el hombre es capaz de ganar un pulso a la misma Tierra, mágico instante en que agradeces estar vivo en una época en que los avances técnicos te permiten convertirte en un privilegiado observador de la historia, en que das gracias a la televisión por haber podido contemplar los aviones estrellándose en las torres del World Trace Center, los misiles cruzando la noche de Bagdag, por supuesto que hechos deleznables, pero de hondo significado. También por la huella de Armstrong en la Luna, por las acrobacias de Nadia Comaneci, y, por supuesto, por los viajes que la cápsula Fénix 2, un habítáculo metálico de 54 cm. de diámetro, hacía a las entrañas de una lugar oscuro y remoto a través de un túnel vertical y preciso.
Sesenta y nueve días hemos vivimos pendientes de un regreso que se produjo 38 años exactos después de que un avión se estrellase en los Andes en ruta hacia Santiago de Chile y comenzase una aventura dramática e inolvidable, milagro de 16 vidas y demostración de nuestra fortaleza frente a las adversidades, y que para los amantes de la numerología, inútil y somera ciencia, seguro que guarda alguna relación con los 33 días de incesante girar de la perforadora T-130, labor que comenzó 33 días después del derrumbe, los 33 minutos del trayecto de las ambulancias del pozo al hospital, las sumas de las fechas del derrumbe y del rescate: 22/08/2010 (22+8+2+0+1+0) y 13/10/2010 (13+10+10) -sin trampas-, los 33 caracteres del texto por el que supimos de su relativo bienestar -cuéntense letras, dígitos y espacios en blanco del escrito a mano-, el número de obreros de sueldo mísero, que si los relacionas con los 33 años de Cristo antes de la crucifixión, el número de la tos que les hará pronunciar a los rescatados el doctor de turno o el Supremo Consejo del grado 33 que rige la masonería, por ser más opacos, te dan para varias noches de insomnio devanándote los sesos. Sesenta y nueve días sin sol ni luna que serán un filón para los cuentistas y guionistas de cine, y para los más listos -¿los que alquilaban una cama en la zona por 300 € la noche?-, quizá con la comercialización de las piedras de la zona como souvenirs de mágicos efectos protectores o sanatorios o el descenso en fecha señalada a morada tan inhóspita -me cuesta creer en el sellado definitivo de la mina-. Sesenta y nueve días de polvo y tierra que darán paso a una lucha religiosa, una prueba de fe para la pujante iglesia evangélica de la región, congregación que se resistirá a que se eriga un santuario que se convierta en lugar de culto y peregrinaje exclusivo de los católicos, de los católicos como el Presidente Piñera: si se trata de un milagro, ¿qué Dios fue el artífice?
El drama con final feliz ha convertido a 32 chilenos y 1 boliviano -se negó a regresar con Evo Morales en el avión presidencial a La Paz: vaya chasco para el futbolista testicular- en héroes. Alguien les explicará, entre cuidados de piel y ojos, de corazón y alma, que el mundo siguió girando cuando ellos estaban allí abajo; que sus vidas, con sus virtudes y miserias, se hicieron populares y llenaron páginas de los periódicos de medio mundo; que cada abrazo en la superficie era retrasmitido al mundo entera y forma parte de nuestras memorias. También que puede ocurrirles como a aquél náufrago que estuvo diez días a la deriva en una balsa sin comer ni beber, que fue proclamado héroe de la patria, besado por las reinas de la belleza y hecho rico por la publicidad, y luego aborrecido por el gobierno y olvidado para siempre.
De momento sólo podemos advertirles sobre supuestos, desearles reposo, suerte y un feliz regreso a nuestro lado. Contarles que a todos ellos, de Florencio Ávalos, el primero de los atrapados que vimos salir de de la jaula milagrosa, a Luis Urzúa, el Guinness de los viajeros, estuvimos esperándoles con ansiedad, al igual que al grupo de socorristas capitaneados por Manuel González. Que muchos querrán una fotografía a su lado pero pocos les ofrecerán su número de teléfono. Que Campamento Esperanza ayer sonaba a utopía y hoy sabemos que fue una premonición. Que Chile ha dado una lección de paciencia y firmeza a todo el mundo: gracias por la clase. Que hay días en que recuperas la confianza en el ser humano.
Enhorabuena a los 33 y que la vida os sea justa y plena.
ESPERANZA
Llegada de la Fénix 2 al refugio de los mineros

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Revistas