Revista Opinión

ESPLENDOR Y DEJADEZ EN LOS CASTROS GALAICO-PORTUGUESES(y ...

Por Moisés Moisés Cayetano Rosado @MoisesCayetanoR
ESPLENDOR Y DEJADEZ EN LOS CASTROS GALAICO-PORTUGUESES(y II)CASTRO-CIDADE PORTUGUESAMoisés Cayetano RosadoESPLENDOR Y DEJADEZ EN LOS CASTROS GALAICO-PORTUGUESES(y ...Y ya, para acabar esta muestra, un castro inmenso, una ciudad protohistórica de 24 hectáreas, de las cuales se han excavado 7 hectáreas: Citânia de Briteiros, el mayor castro posiblemente de la Península: una auténtica ciudad, protegida por cuatro líneas de muralla, diversos fosos; con calles asombrosamente empedradas, de conducciones de agua en sus laterales perfectamente labrados; conjuntos de casas acotados por muros, para los diversos grupos familiares; instalaciones comunitarias, etc.Enclavada en un alto morro que domina los valles exteriores entre Braga y Guimarães, tiene en el exterior un amplio balneario, y conserva en el interior vestigios de ocupaciones neolíticas, manifestados en diversos petroglifos, así como de presencia medieval, en sepulcros y base de iglesia. El urbanismo de la zona es extraordinario, con calles que se cruzan y forman manzanas de viviendas, una impresionante acrópolis, diversos barrios residenciales, estancias comunes, de uso posiblemente administrativo y de gestión.Sin embargo, aún cuando tiene un centro de recepción, que informa con detalle (y también un Museo en la población cercana), donde se paga una pequeña entrada por acceder, vemos en el interior ese persistente abandono del “reinado” de los hierbajos, arbustos, así como ramas de árboles que precisa de una poda por su propio bien y por realzar la visión del conjunto.ESPLENDOR Y DEJADEZ EN LOS CASTROS GALAICO-PORTUGUESES(y ...Aquí pregunto la causa por la que no se tiene algún trabajador que se ocupe de estas labores y la información es contundente: lo había hasta hace unos años, pero se despidió al operario que se ocupaba de mantener limpio todo el inmenso espacio como si estuviera en uso, no dejando ni una brizna de mala hierba que entorpeciera la contemplación y dañara las piedras de los caminos y los recintos un día habitados por una densa población que practicaba (como en los otros castros) la agricultura, ganadería, la artesanía derivada de ello y el trabajo en metales, como han dejado constancia en los moldes pétreos encontrados.¿Eran demasiados los poco más de 500 euros mensuales que se le pagaban? ¿Es mucho atender en los castros esta labor de mantenimiento, que cuando son pequeños recintos apenas significan algunos jornales anuales? ¿Son, por otra parte, tan costosos los convenios con las universidades para que mantengan las campañas de excavaciones año a año, sin interrupciones que nunca se sabe cuánto duran?Los castros, como todo el patrimonio cultural, tan rico en nuestro entorno, precisan una política de más generosas miras: tanto en lo minucioso y cotidiano -su estado de revista ante la vista-, como en lo profundo, de seguir ahondando en su descubrimiento y puesta a disposición para el conocimiento y disfrute ciudadano.
En ellos, “leemos” la vida de la zona desde el Neolítico en muchos casos hasta bien entrada la Edad Media, pues la reutilización de estos espacios privilegiados, siempre en alto, morros vigilantes y cercanos a ríos o el mar, fue continuada, aunque su esplendor se sitúa entre 2.000 y 2.500 años antes de nuestro tiempo actual.

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