Revista Psicología

¿Están los psiquiatras y los psicoterapeutas tan locos…?

Por Clotilde Sarrió Arnandis @Gestalt_VLC

Hay personas que muestran por la psiquiatría menos consideración y respecto que el que manifiestan por el resto de las especialidades médicas. Con actitud reprobatoria, culpabilizan a los psiquiatras de psiquiatrizar a la sociedad, poner etiquetas diagnósticas a casi todo y abusar de los psicofármacos en el tratamiento de los trastornos mentales, algo que resulta injusto generalizar como una práctica común a todos los profesionales médicos de la salud mental.

¿Están los psiquiatras y los psicoterapeutas tan locos como algunos creen?

¿Están los psiquiatras y los psicoterapeutas tan locos como algunos creen?

Gran parte de culpa de este contexto de prejuicios la tienen los movimientos más extremistas de la antipsiquiatría —y también de la contrapsicología— así como el estigma social que desde siempre ha recaído sobre el enfermar de la mente, una lacra que repercute en los profesionales que tratan estas patologías.

Como resultado, la figura del psiquiatra se suele contemplar con recelo y es a veces objeto de chistes y comentarios pretendidamente graciosos, tanto que es habitual llamarles loqueros a nivel popular, quien sabe si como una vía de escape del subconsciente para compensar el miedo a la locura, una constante en la historia de la humanidad que casi siempre ha considerado a los trastornos mentales como un descrédito vergonzante que es mejor mantener oculto.

Como prueba de la aversión popular a los trastornos mentales, no hay mas que comprobar que, así como a casi nadie le molesta decir que es hipertenso o que toma pastillas para la presión arterial, pocos reconocen con naturalidad que padecen un trastorno mental o bien que toman psicofármacos.

¿Son los psiquiatras unos tipos raros o propensos a padecer trastornos mentales?

El objetivo de este escrito es reflexionar sobre la creencia vulgarmente difundida de que los psiquiatras —o los psicoterapeutas— son unos individuos mental y emocionalmente perturbadas, una especie de “tipos raros” que suelen estar “tan locos o más que sus pacientes”.

Se trata de un mito desdeñoso y muy difundido que invita a plantearse las siguientes cuestiones:

  • ¿Son los psiquiatras —y por extensión los psicólogos clínicos o los psicoterapeutas— unos individuos extravagantes alejados del estándar de la normalidad comúnmente admitido?
  • ¿Es cierto que el riesgo de padecer una enfermedad mental es mayor en un psiquiatra que en quienes ejercen otras especialidades médicas?
  • ¿Es verdad que los psiquiatras se suicidan con más frecuencia que el resto de los médicos?

A título personal, siempre he sopesado la probabilidad de que un porcentaje elevado de profesionales de la salud mental hayan sufrido en el pasado algún episodio de dificultades psicológicas que influyeran —consciente o inconscientemente— en la futura elección de su profesión.

Tras una búsqueda bibliográfica al respecto, me encontré con un estudio de la APA (American Psychiatric Association) que llegaba a la conclusión de que “los médicos con trastornos afectivos tienden a seleccionar la psiquiatría como especialidad”.

Por asociación de ideas, recordé que Anna Freud, en cierta ocasión, afirmó que: «El mecanismo de defensa más sofisticado que me he encontrado era convertirse en un psicoterapeuta», así como también las declaraciones del psiquiatra John Fromson (Chief of Psychiatry, Brigham and Women’s Faulkner Hospital) director de un programa destinado al tratamiento de médicos enfermos, que describió el campo de la salud mental como algo dedicado al «cuidado al extraño para lo propio», sentencia que proclamó con una sonrisa de esas que se suelen mostrar cuando el humor actúa —como decía Sigmund Freud— como una máscara que oculta inquietantes verdades.

El hallazgo del trabajo de la APA me animó a seguir indagando, y localicé otros que coincidían en que quienes acaban eligiendo la psiquiatría como especialidad, tuvieron problemas de salud mental —en la niñez, en la adolescencia o los seguían teniendo— con más frecuencia que los estudiantes de medicina que optaron por otras especialidades.

Especialmente interesante me pareció el estudio de David Lester, Ph.D., director del Center for the Study of Suicide (Blackwood, New Jersey, USA) según el cual la tasa de suicidios en los psiquiatras resultó ser anormalmente alta y muy superior a la de los médicos de otras especialidades.

La triada paciente-psicoterapeuta-vínculo terapéutico

En un intento de encontrar una interpretación satisfactoria para estos datos, inicié una búsqueda de conclusiones partiendo de la triada que constituyen el paciente, el psicoterapeuta y el vínculo o relación que entre ellos se establece.

1-El paciente psiquiátrico

Son muchos los factores que convierten al paciente psiquiátrico en alguien singular y distinto a aquellos que aquejan otro tipo de patologías. Un prueba de ello es que, casi todos los trastornos mentales van asociados a un sentimiento de pérdida de la capacidad para ser feliz.

Ello es debido a que el trastorno mental es una alteración que repercute en los procedimientos afectivos y cognitivos del desarrollo y se traduce en dificultades para razonar, alteraciones del comportamiento, impedimentos para comprender la realidad y también en la capacidad del individuo para adaptarse en su relación con el entorno.

2-El psiquiatra (o psicoterapeuta)

También en el profesional de la salud mental y en el tipo de relación que establece con sus pacientes (la relación o vínculo terapéutico) encontramos singularidades que los hacen ser diferentes de aquellos que tratan otros tipos de patologías.

La actitud del psicoterapeuta, psiquiatra o psicólogo clínico es decisiva para la buena evolución del proceso patológico a tratar, y lo es mucho más que en otro tipo de patologías en las que, una actitud empática y la creación de un vínculo saludable siempre serán deseables pero no indispensables para la curación.

Un ejemplo de la importancia de la actitud del psicoterapeuta comparada con otras especialidades de la salud lo tenemos en que, así como la falta de empatía en un traumatólogo no tiene por qué repercutir —al menos no decisivamente— en el resultado de la reducción de una fractura, la evolución de un paciente con una depresión profunda será más problemática si no se siente escuchado, entendido y respetado por el profesional que le atiende

3- La relación terapéutica

La relación terapéutica no es sólo una forma de establecer contacto entre el terapeuta y su paciente, sino también una herramienta diagnóstica y curativa.

En contra de lo que algunos preconizan, el paciente no sólo recuperará su salud perdida gracias a los psicofármacos, ni tampoco al darse cuenta de ciertas cosas conforme avance en la terapia. Hay otro factor necesario, y es que entre el terapeuta y el paciente surjan procesos que le ayuden a descubrirse a si mismo de un modo distinto a como lo venía haciendo, a desprenderse de sus miedos y a explorar con seguridad ciertos aspectos de su existencia que antes eran contemplados como un peligro.

Ese algo que surge entre el paciente y el terapeuta es lo que conocemos como vínculo o relación terapéutica, y para que llegue a manifestarse es indispensable que el psicoterapeuta actúe con una empatía que el paciente perciba sin sentirse nunca temeroso, cohibido, subordinado, juzgado, reprendido, incomprendido ni tampoco ignorado.

El objetivo de una buena relación terapéutica es que el paciente se sienta único a los ojos del profesional y que perciba en cada sesión que el terapeuta está plenamente centrado en él y le reconoce como un ser digno de recibir toda la ayuda que precise. Llama la atención que en una reciente encuesta, los factores que un paciente más valoraba en el modo de trabajar de su médico —sea cual fuera su especialidad— eran su empatía, la seguridad de sentirse escuchado por él, su actitud humilde y la capacidad de compasión, factores todos ellos puntuados muy por encima de los conocimientos, la experiencia en el dominio de una técnica o la competencia profesional.

La psiquiatría es una especialidad en la que la calidad del vínculo terapéutico es decisiva para que el paciente recobre la salud, el bienestar, la calidad de vida y, en suma, la felicidad perdida.

Conclusiones finales

Es comprensible que los profesionales de la salud mental que están más concienciados con el valor de la empatía, se muestren ante el paciente de un modo distinto a quienes consideran la psiquiatría desde una perspectiva más biológica que humanista

También es muy probable que el permanente contacto con el sufrimiento de la psique humana de los demás, les confiera una especial sensibilidad a los profesionales de la salud mental, que también suele ser frecuente en quienes tratan a enfermos oncológicos o a pacientes con enfermedades potencialmente mortales. Esto no sólo se manifiesta a través de una actitud profesional más cariñosa y asequible, sino también en las necesidades personales del terapeuta como ser humano y en las parcelas de su vida más allá del trabajo.

Del mismo modo puede suceder que el psiquiatra o el psicoterapeuta, acostumbrados como están a escudriñar en otras mentes, se sientan más predispuestos al autoanálisis, circunstancia que les hará proclives a descubrir en si mismos ciertos rasgos, actitudes o limitaciones en las que otras personas tal vez nunca repararían.

Se entiende asimismo que muchos psicoterapeutas tiendan más que otras personas a la reflexión, la abstracción, el recogimiento y, en suma a la introspección, en base a una sensibilidad especial que les haga parecer diferentes a los ojos de los demás. No es infrecuente que estos rasgos distintivos sean consecuencia de una terapia personal tras haber experimentado vivencias psicológicas que la hicieron necesaria y que a la larga, tal vez influyera en la elección de su profesión.

Por todo ello, afirmar con ligereza que los psiquiatras son unos “tipos raros que están tan locos o aun más que sus pacientes” es una leyenda que confirma el estigma que recae sobre las enfermedades mentales, la incomprensión a la labor de los profesionales que las atienden y la falta de cultura sanitaria por parte de la población general.

Si bien es cierto que, estadísticamente hay una mayor probabilidad de que un psiquiatra sufra una enfermedad mental —o hasta se suicide— si se les compara con quienes ejercen otras especialidades, nada dicen las estadísticas acerca de que esos psiquiatras y psicoterapeutas considerados raros —y hasta locos— sean unos excelentes profesionales dotados de algo tan inusual como es la combinación de unos conocimientos científicos que, en su caso, se amalgaman con la actitud humanista con que confrontan la mente frente al cerebro, la humanización frente a deshumanización, la emoción frente a los neurotransmisores y la sensación pura e intangible frente al soma neuronal biológicamente demostrable e incuestionable en su funcionalidad.


Dr. Alberto Soler Montagud – Psiquiatria Privada

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 Este artículo está escrito por Alberto Soler Montagud y se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España

Imagen: pixabay


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