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¿Estás teniendo un mal día o una mala actitud?

Por Lorena White @lorenagwhite

Los lunes son lo que son. No se les puede pedir más. Es el día en el que todo se reinicia después del fin de semana, la vuelta a la rutina del día a día después de un sábado y un domingo en el que, con suerte, habrás conseguido desconectar un poco de tu microrrealidad semanal. Pero si has sobrevivido a todos los lunes de tu vida, por muy mal que pintasen; si al final siempre te has levantado de la cama, a pesar de las pocas ganas; si lunes tras lunes a pesar de quejarte, has conseguido tirar hacia adelante, ¿entonces qué sentido tiene que cada  lunes te machaques con la misma actitud desde que te levantas?

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Me da la sensación de que se ha puesto de moda un tipo de optimismo barato que nos dice que hay que sonreír siempre, para que la vida nos sonría. Sin embargo, yo conozco a mucha gente que por más que sonríe, no consigue nada; y también conozco a otra gente que, a pesar de su negatividad crónica, no tiene motivos reales para quejarse de su vida. Así que no tiene mucho sentido aferrarse a esa filosofía. Lo que sí que es real es que la actitud con la que nos enfrentamos a aquello que nos ocurre, condiciona nuestro humor, nuestra autoconfianza y las decisiones que vengan después. Porque siempre habrá cosas que se nos escapen o que sucedan sin que podamos controlarlas, pero al final la cuestión es qué hacemos con eso que nos ha ocurrido, con esa información que nuestra mente está procesando y sobre todo, si es algo que volveremos a nuestro favor o en nuestra contra.

Hay una cosa que ese optimismo barato del que os hablaba no considera y es que todo el mundo, hombre o mujer, joven o viejo, de ciudad o pueblerino, tiene días de mierda. Los días de mierda son inevitables por naturaleza. No se puede vivir de forma constante en la cresta de la ola de la felicidad y por eso existen los días en los que nos sentimos más desmotivados, más feos, menos confiados, más tristes, más cansados, más deprimidos… Aspirar a no tener días así, es aspirar a un imposible, pero lo que sí podemos plantearnos es: ¿estoy teniendo realmente este día de mierda o es que lo que realmente está siendo una mierda es mi actitud?

Tengo la firme convicción de que nuestra vida se compone a base de elecciones y que hay algunas que hacemos en nuestro día a día de forma casi constante e inconsciente: podemos enfocarnos en lo negativo o cambiar el prisma e intentar revertir la situación. Ambas opciones son capaces de condicionar todo un día y por eso, hoy te traigo varios ejemplos del día a día en los que tu actitud será determinante a la hora de dibujar la línea que separa un mal día real, de un mal día que tu mente se inventa, simplemente porque eso es mucho más fácil que afrontar con una actitud diferente y más positiva aquello que te ocurre o que ocurre a tu alrededor y que te afecta.

EJEMPLO 1: Ansiedad frente a cosas que no podemos controlar

Generalmente estas cosas no dependen de ti. Suelen ser un atasco, una avería en el metro/tren, un contratiempo de última hora con el que no contabas… Cosas que no podemos tener controladas y que cuando pasan, nos hacen sentir totalmente inseguros porque, además de hacer mella en nuestro plan inicial, no podemos hacer nada porque cambien. Generalmente estos acontecimientos fortuitos generan en nosotros una ansiedad que parece incontrolable (“por culpa de este atasco, voy a llegar tarde al trabajo“). Pero ojo, digo “parece” porque en realidad, enseñar a nuestra mente a que no se colapse cuando alguna de estas cosas sucede, depende sólo de una persona: de nosotros mismos.

EJEMPLO 2: Quejarnos de cosas que no podemos cambiar con otras personas

Por ejemplo: todos hemos tenido o tendremos algún jefe insoportable pero que, al fin y al cabo es nuestro jefe. Tú lo sabes y tus compañeros lo saben. Sin embargo, lo que a priori puede resultar ser una manera muy útil de desahogarse (expresar nuestra frustración / cabreo / queja junto a otras personas que sienten lo mismo) también se puede convertir en una peligrosa espiral de envenenamiento que día a día se va a hacer más y más grande y que lo único que traerá consigo será frustración y sensación de enfado y de estar “quemado”. Aprovechar, sin embargo, los momentos en los que nos sentimos comprendidos y acompañados para desconectar y desintoxicarse de algo que no podemos cambiar, es mucho más acertado y beneficioso para nosotros y nuestra salud mental.

EJEMPLO 3: Buscar culpables

A veces las cosas ocurren porque sí. Esto es una verdad como un castillo y si eres de esas personas que constantemente tiene que buscar la explicación a absolutamente todo, créeme que tendrás que aprender a aceptarla. Buscar culpables para intentar explicar una situación nos creará una falsa sensación de alivio que en lo único que desencadenará es en un envenenamiento que no sólo es inútil sino que es frustrante y aburridísimo. Culpar a alguien de algo que pasa, en vez de pasar a la acción y poner los medios para intentar solucionarlo, no nos hará, en ningún caso, sentirnos mejor, incluso en el supuesto de que esa persona sea la culpable de la situación.

Ahora te toca a ti elegir y empezar a dibujar la línea entre un mal día y una mala actitud.

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