Revista Cultura y Ocio

Este jueves..............la máquina del tiempo

Publicado el 11 febrero 2015 por Charo
ESTE JUEVES..............LA MÁQUINA DEL TIEMPO
   Este jueves Alberto nos propone viajar en una máquina del tiempo a la época y lugar que queramos durante un tiempo no superior a 24 horas. Éste ha sido mi maravilloso viaje. Podrás encontrar otros pinchando AQUÍ
   ¿Encontraría a Julio?    Desde que había descubierto aquella máquina capaz de transportarte  a épocas pasadas la  pregunta no dejaba de rondarme por la cabeza. Me  introduje  en el artefacto y seleccioné el año: 1961,  sin duda estaría inmerso en la escritura de Rayuela. Seleccioné la ciudad: París, donde vivió la mayor parte de su vida, y donde estaba ambientada la novela. Seleccioné el lugar: Quai de  Conti, uno de los lugares dónde comienza la historia. No sería fácil  encontrarlo pero confiaba en mi instinto y en mi suerte.    Eran las siete de la tarde de un día lluvioso de una tarde de otoño. Había recorrido  varios cafés que sabía que él frecuentaba en aquella época.  Nunca había estado en París pero conocía la zona a través de Google maps como si fuera la palma de mi mano. En la Rue du Pont  Neuf encontré el café “Au Chien que Fume” con sus toldos rojos haciendo esquina. Entré con el corazón casi saliéndose de mi pecho. Recorrí con la vista todo el café. Allí estaba, sentado a una mesa al lado de la ventana, con un cigarrillo entre los dedos y mirando cómo las gotas de agua se aplastaban contra el   cristal. Un cuaderno garabateado estaba abierto en la mesa. No podía perder el tiempo del que disponía así que me acerqué a él y  le hablé en español.  -   Aunque tú no lo sepas todavía, tu novela se llamará Rayuela, dije señalando el cuaderno. Cuando pronuncié Rayuela con la erre al estilo afrancesado me miró y se echó a reír. -Vaya, dijo, veo que tenemos el mismo problema con la erre. - Yo tampoco he ido nunca a un foniatra, dije, y los dos reímos con ganas.    Me invitó a sentarme y me ofreció un cigarrillo. Él estaba bebiendo una copa de vino tinto y le hizo una seña al camarero para que se acercara. Pedí vino también.    A partir de aquí, floté en una nube toda la noche. Hablamos de sus relatos: Axolotl, La Noche Boca Arriba, Relato con un Fondo de Agua… Cuando le dije que uno de mis favoritos era La Señorita Cora, me miró extrañado y entonces caí en la cuenta de que aún faltaban cinco años para que lo escribiera. Cerraron el bar y  caminamos hasta su apartamento donde nos recibió su gato. Seguimos bebiendo, y fumando y hablando, hablando y hablando. Y en un momento no pude resistirme y toqué su boca, y jugamos al cíclope, y dibujé sus labios y él dibujó los míos y nos sentimos temblar mutuamente y “nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura”.
   Cuando llegó el momento de irme, él todavía dormía. Dibujé una rayuela en su cuaderno y me fui sin decir adiós.

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