Revista Opinión

Estebanianos y teresianos

Publicado el 30 marzo 2015 por Lázaro Caldera Gómez @lassie_caldera
ESTEBANIANOS Y TERESIANOSSe ha pasado la semana, pero el culebrón de la Esteban celebrando su victoria en el Gran Hermano de los Gran hermanos va a pasar a la historia. Aviso, no soy ni muchísimo menos el fan número uno de este espectáculo, pero es inevitable que uno acabe rozado de alguna forma por el debate y la opinión salvo que esté de viaje por Marte o haya decidido hacer huelga de conexión a internet. Belén Esteban ha ganado lo que todo el mundo sabía que iba a ganar, ese Gran Hermano farandulero. Lo sabían los fans del producto, los fans de la Esteban, y los que no lo somos, los que vemos el universo de purpurina de todo a cien que es Mediaset, desde la lejanía. Lo sabíamos todos porque sabemos también  que el triunfo programado de Mediaset como tótem del entretenimiento  basado en el escarnio público tiene en Belén Esteban a su gallina de los huevos de oro. Pero eso ese es otro tema. El por qué del reinado de este formato a todos los niveles merecerá (si no tiene ya) su tesis doctoral, pero me interesa más analizar el hecho de que se ha creado una especie de escuadrón de lo políticamente correcto, una guardia de las libertades de los “granhermaners” que trabaja en post de la defensa de la dignidad de este nutrido grupo. Una guardia como digo, docta en conocimientos constitucionales, en libertades y derechos, para mayor gloria de quien pasa sus horas disfrutando de los vaivenes emocionales y el grotesco espectáculo que se destila en esa casa de los horrores que Mediaset nos vende desde hace quince años.Se pretende dignificar algo basado, precisamente, en todo lo contrario, en destruir al prójimo atacando su dignidad a cualquier precio, mediante el insulto, la presión social o la homofobia (véase el episodio Chunguitos) entre otras artes más o menos del mismo estilo. Mi duda es si los mismos que disfrutan, aplauden, y defienden el producto y su libertad para todo esto avalan y difunden con la misma facilidad los principios en que se basa. Si ésta sociedad basada en la competitividad absoluta, en la necesidad de valorar y sentirse valorados, acabará aceptando como normales las mismas armas en el Gran Hermano de su vida, en el de su día a día. Si acabaremos aceptando que en la selva diaria vale todo, como en la casa de Mediaset. No creo que se deba debatir sobre si uno es más o menos digno por ver éste o aquel programa, escuchar éste o aquel disco o leer éste aquel libro, cuestiones todas ellas dependientes de la libertad de cada uno; tenemos que preguntarnos o debatir sobre si el abanico de ejemplos humanos que podemos tomar para nuestro día a día no está empezando a contaminarse. Si el prototipo de idealismo personal se está pudriendo, si estamos aceptando hemos acabado por aceptar el rol “estebaniano” como muy digno para la competencia del día a día y para encarar nuestro paso por la vida. Si estamos aceptando o hemos aceptado, a fin de cuentas, que en nuestro modelo de desarrollo personal y social, apoyado por nuestra supuesta libertad de expresión, ser una Belén Esteban es tan digno como ser una Teresa de Calcuta.
Me da que en la eterna batalla sobre los principios, sobre lo que nos hace mejores personas a todos los niveles y al final construye una sociedad más o menos cívica, gana el que tiene más armas a su alcance. Pero creo que debemos ir pensando en cambiar las reglas del juego, aunque a veces sea a costa de nuestras libertades. Porque a veces, la libertad acaba generando más cárceles de las que imaginamos. Como las de los autómatas que crea Mediaset y su casa de los horrores. Autómatas que creen vivir en una libertad de elección entre lo digno y lo indigno, lo preferencial y lo banal, que acaban aceptando como un ejemplo vital del triunfalismo (si no lo evitamos) el modelo estebaniano de la vida, el del insulto, la incultura y el continuo atentado al respeto. Cada día hay más estebanianos y menos teresianos. Y es terrible.

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