Revista Opinión

Estética cleptócrata

Publicado el 04 agosto 2015 por Vigilis @vigilis
"Mire, le voy a cascar cien pavos de multa porque se acaba de saltar el disco en rojo". "A mi no me multa ni Dios". "Oh, disculpe, excelencia, por favor, continúe. A quinientos metros tiene otro semáforo, puede saltárselo si a su magnificencia le place". ¿A que esta escena resulta poco creíble? Pues está basada en hechos reales. Un diputado diciendo que la cosa de los cleptócratas "no la para ni Dios".
¿Cómo? —auto-pregunta retórica—, ¿cómo que no lo para ni Dios? En primer lugar, limpiese la boca y el bigote para mencionar a Dios y usarlo como un muñequito discursivo y en segundo lugar, usted es congresista de una cámara que existe porque hay un país donde rige una Constitución. Usted, en tanto legislador en el aparato del estado, menos que nadie se va a cagar en la Constitución y en las leyes. ¿Qué clase de circo es este?

Estética cleptócrata

Leucocito de Joan Tardá visto al microscopio.

Anécdotas. La falta de ideas de nuestros cerriles habituales los ha empujado a una espiral que solamente puede acabar muy mal para ellos: la inhabilitación para cargo público o la prisión. No hace falta ser el mítico Ironside para saber que los delitos más graves en cualquier país son aquellos que atentan contra los fundamentos últimos del país: la soberanía nacional, la constitución, los derechos fundamentales y la integridad territorial. Así, un espía, un traidor o un golpista son duramente perseguidos por la ley penal. No se puede dejar en simple bromita que por ejemplo unos militares se reúnan en una cafetería para tramar un cambio súbito en el poder. Si en lugar de militares se trata de civiles con cargos públicos la cosa no es muy diferente.
No se trata de parar o continuar la cosa. Toda herida tarda menos en provocarse que en curarse. Ya hay cosas rotas por el camino. Cuando tienes a representantes públicos y medios de comunicación bombardeando continuamente a la población con un discurso de odio, o si queréis, una apología de la diferencia, eso hay que deshacerlo en sentido opuesto. Salvo iniciativa particular todavía no he visto que nadie se preocupe ene xcesivo por restañar las heridas. Claro, yo entiendo que mientras unos sigan alegremente copando un discurso de odio, el discurso del entendimiento no se puede contraponer al mismo tiempo.
No hay noche en la que los cleptócratas catalanes no pidan al señor de las tinieblas que por favor el estado, la ley, se rebaje a su nivel. Están deseando ser reconocidos como parte en una especie de tête à tête —teta a teta— con el estado. Incluso hay iluminados que dicen "choque de trenes" para describir algo que no se diferencia mucho de las idas de olla que pueda tener una secta estilo Waco o una mafia estilo PSOE andaluz camorra napolitana.
Un presidente del gobierno, lo único que tiene que hacer para ser presidente del gobierno es no sentarse con un capo mafioso en una mesa delante de periodistas. Mientras los cleptócratas, ahogados en sus procesos judiciales relacionados con delitos de corrupción, tratan de escurrir el bulto obturando las notas de prensa oficiales con días históricos infinitos, viajes lisérgicos a una epifanía del Gemeinshaft, monumentos a la vanidad e insultos a la inteligencia a diestro y siniestro; la ley tan sólo espera. La pregunta que nos debemos hacer es, ¿hasta cuándo esperar?

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Hombre blanco hablar con lengua de serpiente.

Evidentemente parte de la respuesta la pueden dar los expertos en Derecho Constitucional. Toda actuación judicial tiene una parte técnica poco abierta a la imaginación. Demos por sabido que España es un país bastante normal, con unas leyes razonables y unos mecanismos legales funcionales. Lo que nos ocupa es la otra parte de la respuesta, es decir, la faceta política del asunto. E incluso la filosófica, si me apuráis.
Tenemos en España un grupo de fulanos que usan potentes altavoces públicos para emitir un mensaje de odio. No se trata sólo de cosas como conferencias de historia con títulos como "España contra Cataluña", o de documentos oficiales que extrañamente podemos ubicar en las competencias de un gobierno regional español como el que reza "Crònica de una ofensiva premeditada: las consecuencias sobre las personas de Cataluña" (¡personas de Cataluña!). Es que además hay representantes publicos que al fin y al cabo deben sus lentejas al poder que les otorga nuestra (de ellos, mía y tuya) Carta Magna que hablan todos los días de cómo van a coger esa Constitución y hacerla añicos.

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Foto del día histórico en que Mas comentó sus cinco series preferidas de los 90.

Ya sabéis que no me acaba de gustar mucho que haya tipos que quieran quitarme derechos (no hablo de derechos como los neocom, que creen que existen derechos porque su vanidad se lo demanda: el derecho humano de los perros a tener una caseta para perros digna! el derecho a vender trozos de bebés en las sedes sindicales! el derecho a llevar pantalones bombacho!), pero creo que lo que más me molesta del asunto es la cuestión estética. Esa pomposidad.
Como digo, el tema importante está en manos de ciudadanos que decidan no recompensar con sus votos (de obediencia o de los de votar) a los herederos de una administración regional corrupta hasta el tuétano. Y más allá, del sistema legal español que creo que funciona razonablemente bien cuando no se ve constreñido por las disputas partidistas del poder que todo lo enfanga buscando su egoísta interés. Más allá del tema importante está el tema de la estética. Lo de los días históricos, por ejemplo. No sé a vosotros, pero a mi me cuesta imaginar un museo del futuro mostrando en una urna el boli bic con el que el presidente Mas se sacó una burilla de la nariz la mañana de la firma del enésimo decreto que establecía que los señores de Albacete son bajitos y mal encarados.

Estética cleptócrata

Querido diario: no me gustan mucho los señores de Albacete.

Y esas poses. Esas robóticas poses. La banderica a un lado (¿por qué las regiones tienen que tener símbolos oficiales? ¿porque igual hay gente que puede pensar que de pronto está en Canadá? Misterio), el gesto hierático, los ojos ligeramente entrecerrados, la mirada de cafre demente mirando al futuro, millones de periodistas delante (el 90% de medios que prosperan con la farsa)... Y las palabras. ¡Qué palabras, señora! ¡Cómo se nota que es temporada baja en el mundo de la retórica!. Futuro, democracia, dicidir, voluntad, pueblo (en catalán "poble", con la o abierta como sólo puede abrirse una o cuando se trata de liderar el destino de la voluntad de la verdad de un pueblo que tiene un destino y un futuro encaminados a una verdad y a una voluntad de destino que les otorga un futuro lleno de destino, de voluntad, de verdad, de futuro y de... ah me canso). Todas estas ficciones, todos estos abalorios propios de vendedores de coches usados.
A mí estas poses me recuerdan mucho a esos salvapatrias bananeros que, engolados, se muestran en las fotos oficiales de sus aristocracias haitianas llenas de bandas de colorines, medallas, bastaones de mando y más medallas. O a los militares de Corea del Norte, con medallas hasta en los pantalones. ¡La de guerras que tuvieron que ganar esos tipos!

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Querido diario: hoy aprendí que los señores de Betanzos me caen regular.

Y siguiendo con este tema estético, también pienso en el aeropuerto berlinés de Tegel. Un galpón. Un cuadrado, gris, apelotonado e industrial galpón. Y luego miro el granito pulido y las cristaleras de la terminal de Lavacolla. Quién le diera a los alemanes tener una aeropuerto como el de Compistola. Las ínfulas del nuevo rico, ¿no? Me compro un Ferrari y luego no sé cómo cambiar de marcha. Pues así son las poses de los pater patriae que tratan de huir de una corrupción generalizada y transversal y ocultarla tras la tramoya de la nación, el destino, la voluntad, el futuro, el dicidir, el destino (mec, repetido!).
En política, si quieres huir de algo, hacer la estrategia del calamar es lo más socorrido. Y la tinta empleada, desde que existe la política contemporánea es Heidegger. El alemán tiene una cosa muy buena y es que nadie lo ha leído. Cualquier mentecato puede coger párrafos enteros de De la esencia de la verdad y soltarlos en un discursito con banderita y obnubilar al aforo. Claro que para que no se pierda el aforo, es menester añadir a esta sopa tan retórica como vacía el nefando presentismo (de "presente" no de "presencia").

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¡Saborearemos el dulce sabor de Tierra Seca! ¡A los remos!

Y hoy por hoy lo que más pita en el presentismo político es lo de darle la vuelta como un calcetín al concepto de democracia. Democracia es votar. Quien está contra votar está contra la democracia. Y quien está contra la democracia es expulsado del cuerpo de la sociedad política. Esto tiene una respuesta muy sencilla (ninguno de estos iluminados es un Churchill) y es preguntar qué se va a votar. Votar por si solo no significa nada. Visto de otro modo: la mayor parte del tiempo no estamos votando y no por eso dejamos de vivir en un país democrático.
En fin, pomposidad y estulticia. No cometamos el error de que los criminales estéticos se salgan con la suya. No quiero que todos los días sean días históricos, no quiero manifestaciones diarias. No quiero que lo que no deja de ser una tribu urbana como los emos o los rastafaris pretendan llevarnos a todos por delante tan solo por escaquearse de ir a la cárcel por ladrones.

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