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Esther Solís y el problema de las gerocultoras

Publicado el 20 abril 2014 por Alfonso65 @AlfonRoldan

Esther Solís y el problema de las gerocultoras

Esther Solís en una foto de @franlorente. O sea, Fran Lorente


Esther Solíses una madrileña de 42 años que tras vivir en San Blas se convirtió en carabanchelera. Después de pasar por distintos oficios, hace seis años que encontró su vocación. Realizó un curso y consiguió un empleo como gerocultora, es decir, como cuidadora de ancianos. Trabaja en la Fundación Alzheimer Reina Sofía, donde además es delegada de CCOO. Insiste Esther en que la encanta su trabajo “a pesar del sueldo”, que es de 800 euros por siete horas de trabajo en turno de mañana o tarde. Aclara que “el turno de la noche es fijo porque así lo peleamos y lo conseguimos”. Con todo, se siente casi una privilegiada ya que, asegura, en muchas residencias sus compañeras tienen más problemas con los turnos lo que dificulta la conciliación de la vida laboral.Como ocurre en este sector, en el centro donde trabaja Esther hay pocos hombres, sólo cuatro, por eso hablamos en femenino refiriéndonos a las gerocultoras, quizá por esa tradición femenina de cuidadora. Eso sí, es un trabajo que requiere mucha fuerza física para poder mover a los ancianos. En la Fundación Reina Sofía, “gracias al nombre del centro”, explica Esther, “hay grúas en todas las unidades”, pero no así en otras residencias, donde llega a haber una grúa para cincuenta personas.Esta situación hace que el trabajo se realice “a destajo, deprisa y necesariamente entre dos personas. Es muy complicado, por ejemplo, duchar a un anciano que no se puede mover. La falta de personal es evidente”, nos explica nuestra gerocultora.El trabajo es complicado, “los ancianos con alzheimer son como niños pequeños: hay que levantarlos, ducharlos, darles el desayuno…”, aunque también depende del grado en el que se encuentre la enfermedad. El más complicado es el tercer grado, “además de la rigidez y los problemas de movilidad suelen aparecer síntomas de agresividad”, asegura Esther. Y continúa: “aguantamos insultos y esquivamos golpes. Yo, las piernas las tengo repletas de cardenales y recientemente a una compañera le rompieron la nariz de un puñetazo”.A pesar de ello, Esther no puede evitar tomar cariño a estas personas y cuando les llega la muerte tampoco puede evitar llorar, que son muchos días de contacto con ellos. Con las familias no, no pueden tener contacto. Esa relación es exclusivamente con los médicos, a quienes considera que están “en un estatus superior, igual que algunas enfermeras. Todo depende de las personas”.Ahora, este colectivo en la región de Madrid tiene un problema gordo. En 2015 van a necesitar un certificado de profesionalidad y, a pesar de que la Comunidad no saca la convocatoria; muchas empresas, sin ofrecer opciones, amenazan con el despido. Academias privadas ya están ofreciendo cursos con un coste de 1.500 euros que acreditará que las gerocultoras están capacitadas para realizar un trabajo que ya están realizando. El curso, además, es presencial y de 370 horas. Una situación surrealista que sólo se padece en la Comunidad de Madrid y que ha llevado a estas trabajadoras a comenzar movilizaciones. Quedan pocos meses para poder acreditarse y el caos está cercano con un problema que nos recuerda Esther “no es formativo, sino laboral”.
Miles de dependientes podrían quedar sin asistencia en 2015

Esther Solís y el problema de las gerocultoras

Explicándome que el 22 se manifiestan. Pillada de @frlorente.

Dentro de unos meses, en el año 2015, se cumple el plazo para que todas las personas que trabajan como gerocultoras necesiten un certificado que las cualifique para poder continuar desempeñando su trabajo.La geroculturacontempla a las personas mayores de una forma integral e integradas en la sociedad de la que forman parte. Implica, además, una relación con el nivel y la calidad de vida, tratando de lograr en esta etapa del ciclo vital comodidad, seguridad, bienestar y, en definitiva, un envejecimiento saludable. En la Comunidad de Madrid, la necesidad de esa cualificación en el año 2015 afecta también a las personas que trabajan en centros de discapacitados y ayuda a domicilio. El número de trabajadores y trabajadores asciende a unos 30.000, de los que 20.000se dedican a la gerocultura.El problema que se avecina es de tremendas dimensiones tanto en su vertiente laboral como social y económico. Si no se toman medidas urgentemente, la falta de cualificación de estos trabajadores provocará miles de despidos, lo cual afectará a la atención de personas dependientes en nuestra región.Para obtener la cualificación, las trabajadoras de este sector deben realizar un curso formativo de cuatro módulos y 400 horas (300 para ayuda a domicilio). La única vía para poner en marcha cursos de formación es la subvención proveniente del Estado y las administraciones regionales. El problema añadido en la región de Madrid es que sólo son acreditados los cursos que son subvencionados por la Comunidad de Madrid. Evidentemente existe la posibilidad de realizar los cursos en academias privadas acreditadas, lo cual supone un importante desembolso para las personas que trabajan en estos sectores, que no se lo pueden permitir.
Con todo, el elevado número de personas que deben conseguir la acreditación y la escasez de cursos, que son presenciales con un tope de quince alumnos, ha generado un embudo imposible de imposible solución si el Gobierno regional no toma medidas.

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