Revista Cultura y Ocio

Estructura de la novela: causa-efecto

Publicado el 08 diciembre 2014 por Ana Bolox @ana_bolox

En la entrada de hoy vamos a ver cómo los principios sobre los que se sostiene la estructura de una novela (de la que seguiremos hablando en futuras anotaciones) funcionan también dentro de ella, tal y como dice Bickham, línea por línea. Es decir, no sólo atañen a la novela como un todo o a la escena como una parte de ese todo, sino que deben cumplirse incluso dentro de cada línea, una tras otra.

De lo que está hablando, para dejarlo claro, es de la relación de causa-efecto.

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Objetivo: lograr verosimilitud

En la vida real, nos dice el autor de Scene and Structure, la Fortuna es ciega y, como tal, tiene que ser aceptada sin más. Las cosas vienen como vienen (para bien o para mal) y, cuando ocurren, nadie se plantea nada más que lo que podemos ilustrar con las frases: ¡Qué suerte! o ¡Qué mala suerte!

Sin embargo, en el mundo de la ficción el asunto funciona de forma diferente. El lector exige credibilidad, mucha más que la que espera de la vida real, y no podemos darle gato por liebre. En palabras de Bickham: la ficción debe tener mucho más sentido que la vida real si queremos que los lectores la encuentre creíble. Algo que, aunque inusual, podría ocurrir en nuestra vida real, será difícil de hacer tragar al lector en una historia.

Cada vez que hablo de este asunto, me viene a la mente un ejemplo que, aunque quizá un poco tonto, ilustra muy bien lo que quiere decir Bickham: si al llegar a casa, tras un paseo por el Retiro durante el que ha estallado una tormenta, apareces sin una sola salpicadura de agua porque resulta que, ¡oh, casualidad!, encontraste un paraguas olvidado en un banco, nadie lo pondrá en duda. Lo más que se esperará oír del oyente de tu historia será (como se indicó arriba) algo así como: ¡Qué suerte has tenido! Sin embargo, si esto le ocurre al protagonista de tu novela, ten la seguridad de que el lector no se lo tragará y en lugar de ese ¡Qué suerte! lo que exclamará será ¡Sí, ya. Justo hay un paraguas olvidado ahí para que lo encuentre el personaje!

Esto es a lo que Bickham se refiere cuando señala que la ficción tiene que tener mucho más sentido que la vida real si queremos que los lectores la crean. De modo que en nuestras historias, la Fortuna no puede ser ciega. Es el escritor quien la maneja a su libre albedrío, pero, ¡eso sí!, con lógica y respetando la relación causa-efecto. Si el escritor no obedece esta pauta, su texto carecerá de lógica y, en muchos casos, acabará componiendo una historia tan inverosímil que el lector podría llegar a tomarla como una ofensa a su sentido común.

 

Causa-Efecto

O, en otras palabras: en la ficción, los EFECTOS (es decir, el desarrollo de la trama) deben tener unas CAUSAS (el trasfondo) que los hayan provocado y viceversa, de manera que gran parte de las intrigas que se van desarrollando en nuestra novela de capítulo en capítulo deben seguir esta regla: una cosa conduce a la otra y debe hacerlo, además, de forma lógica.

Para Bickham, una de las primeras lecciones del escritor es la de aprender a construir su historia de modo que cada CAUSA tenga un EFECTO antes o después (mejor antes que después) y que para cada EFECTO que propongamos en nuestra novela, habremos de idear una CAUSA que lo haga ocurrir.

Construye tu historia de tal manera que:

1. Toda CAUSA tenga su EFECTO.

2. Cada EFECTO sea provocado por una CAUSA.

 

Si conseguimos ser hábiles y manejar esta herramienta con soltura, podremos hacer que cualquier cosa ocurra en nuestra novela. Todo lo que tenemos que hacer es imaginar una CAUSA (la que sea, pero que tenga una buena razón para estar ahí) y el siguiente paso a dar en la trama de nuestra historia es buscar el EFECTO.

 


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