Eternal Summers son otro dúo chico-chica tremendamente influenciados por el indie-rock de los noventa. Tanto, que no tienen ningún problema en acabar este disco con versiones de Guided By Voices, The Lemonheads, y Neil Young (el gurú de la generación grunge), y publicar su música en un sello como Kanine Records, especializado en este rollo. Yo tengo ningún problema con esto, sobre todo si suenan tan bien como lo hacen ellos.
No he escuchado ”Silver”, su primer trabajo, pero con este segundo álbum me han conquistado plenamente. Me gusta bastante la simpleza de su sonido, a veces más crudo, a veces bastante más dulce, pero siempre dentro de la sencillez. No se andan por las ramas, y tan solo una canción en todo el disco pasa de los tres minutos. Algo que últimamente agradezco profundamente – bueno, casi nunca he soportado a los grupos que no saben cuando acabar un tema -.
Para este ”The Dawn Of Eternal Summers”, los de Virginia se han dejado acompañar de un bajista, y han construido un elepé con quince canciones (contando las versiones) directas, en las que casi no encontramos fisuras. Aquí hay mucho indie-rock, bastante pop oscuro a lo Mazzy Star, y algo de garage. He leído por algún lado que también tiran del pop de chicas a lo Best Coast y Vivian Girls, y aunque algo de eso hay, no creo que sea la razón principal por la que han creado este proyecto dejando de lado sus otros grupos.
El disco tiene unos cuantos temas tremendos – Loaded One, Fall Straight Back, In The Beginning o Secret Language -, pero ninguno como Able To: estos dos minutos y poco son un claro ejemplo de como hacer un tremendo hit de la forma más simple posible, con ritmo de batería machacón, dos acordes de guitarra, y un buen estribillo que entra en el momento más oportuno de la canción. Tremendo.
En las tres versiones siguen el mismo patrón, y la verdad es que no se lo curran mucho. La que más me ha gustado es el Down To The Wire que hacen de Neil Young, ya que tanto el Into Your Arms de The Lemonheads como el A Salty Salute de Guided By Voices no distan mucho de lo que hicieron Evan Dando y Robert Pollar hace veinte años.
No son nada originales y no hacen nada nuevo, pero son de lo más disfrutables.
7,5
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