Los datos facilitados son muy escasos. La joven había sufridoabusos sexualesentre los 5 y los 15 años, y padecía una larga serie de síntomas y trastornos mentales. Presentaba una forma severa de anorexia, depresión crónica, alucinaciones y tendencia a la automutilación. Según sus médicos, se trataba de un Síndrome de estrés post-traumático que ningún tratamiento ni ninguna forma de terapia había conseguido aliviar.Junto con esa información tan enlatada y aséptica, tan sólo dos frases se filtran y nos acercan a imaginar la tragedia intersubjetiva que debió jugarse: “no había para ella ni perspectiva ni esperanza”, “el sufrimiento de esta paciente era insoportable”, afirma su psiquiatra
Eutanasia y trastornos mentales
El deseo de prolongar la vida es casi universal. Y la medicina y los ideales sociales se han empeñado tanto en este afán que con frecuencia asistimos a una paradoja dolorosa: hay personas cuyo sufrimiento a consecuencia de enfermedades incurables, se prolonga sin sentido y en contra de sus deseos, mientras el médico, preso de una moral y una legalidad rígidas, no puede sino mantenerlas con vida a toda costa.El debate sobre la eutanasia, y la progresiva legalización de su práctica y de distintas formas intermedias, responde de esas contradicciones. Aceptar la eutanasia es aceptar que en algunas situaciones,el sujeto tiene algo que decirle a las leyes y a los médicos,y se le reconoce la legitimidad para ponerles límites. En situaciones bien reguladas, el sujeto tiene derecho a decir “basta”.La novedad aquí es que se trata del primer caso en que la eutanasia no se aplica por una enfermedad física, sino por trastornos mentales. No podemos negar que el dolor psíquico puede llegar a ser tan intenso, y los trastornos psíquicos tan incapacitantes como las enfermedades físicas. Pero entonces, ¿por qué la polémica?, ¿qué hace diferente la eutanasia en los trastornos mentales?Etanausia y suicidio
Puede sernos útil preguntarnos en qué se diferencia la eutanasia del suicidio. Elsuicidioes un acto radicalmente individual. Ahora bien, le damos distinta consideración ética al suicidio considerado como cobardía moralo como una locura lamentable, en oposición a la que aparece como la más elevada demostración de lalibertad consciente.Disponemos de una amplia casuística para ilustrar esta distribución. Así, la historia reserva un lugar de honor para el suicidio de Sócrates, por su altura ética. Es el prototipo del suicidio como compromiso con los ideales que dan sentido a la propia existencia, hasta el punto de que sin ellos, la vida deja de tener valor. En el extremo opuesto, lamentamos los suicidios “equivocados” en los que alguien se deja llevar por un impulso desesperado, cuando pensamos que sus problemas podrían haberse resuelto.Las comisiones de valoración ética de la eutanasia reconocen esas diferencias ya que deben pronunciarse sobre la capacidad de una persona para decidir conscientemente, considerar que su capacidad de discernimiento no se encuentra alterada y que su petición de ser asistida en el suicidio es totalmente racional. Pero entonces, cuándo una persona con un trastorno mental solicita la eutanasia, ¿habla la persona racional, con plena conciencia y capacidad de discernir, o habla su locura? En mi opinión, si hay enfermedad mental, no hay demanda de eutanasia racional y consciente. Y si una persona decide suicidarse desde el pleno dominio de sus facultades, no hay trastorno mental, como tampoco hay necesidad de reconocerle un derecho que él mismo se autoriza a ejercer sin necesidad de que nadie le dé permiso.
El suicidio en los trastornos mentales
En el terreno de los trastornos mentales, las ideas e intentos de suicidio están presentes en cierto número de casos. El intento de suicidio forma parte dela clínica del acto,donde se encuentra también por ejemplo, algunas formas de violencia. El acto es algo que quiere decirse y para lo que no se dispone de palabras. La psicoterapia -de manera específica, el psicoanálisis- ofrece un marco receptivo a esas palabras, una escucha para el sufrimiento inefable. Por eso, antes del tratamiento pero sobre todo cuando un paciente está en tratamiento, todo acto, todo intento de suicidio es un mensaje fallido, mal cifrado, pero es un mensaje dirigido al terapeuta. Un mensaje muy difícil de manejar y que pone al terapeuta entre la espada y la pared, obligado a dar acuse de recibo a ese mensaje inaudito.Reconstrucción del caso
Volviendo al “caso” del que partimos, hay que subrayar la información que se ha facilitado es muy escasa. Tengo la impresión de que es más decisivo lo que se oculta que lo que se muestra. Por ello, es conveniente ser cauto y quiero advertir que estas reflexiones son tan sólo hipótesis y no pueden trasponerse a ese caso cuya realidad desconozco, ni a ningún otro. Pero también creo que es obligado aceptar el debate ético que su publicación nos propone, y llevarlo tan lejos como sea posible.Hemos de pensar que el intenso dolor de la joven, golpeaba también a todos los que se ocuparon de ella, como un clamor angustioso. A través de unos pocos datos, entrevemos la tragedia intersubjetiva, el cruce de caminos entre la joven y quienes quisieron ayudarle, y su desenlace.La introducción del concepto de Inconsciente puede darnos alguna luz. Revisemos de nuevo los discursos de la joven y de su psiquiatra, y pensémoslos como discursos cruzados, enunciando cada uno el discurso del otro.Cuando la joven manifiesta su deseo de que le ayuden a morir, expresa que sus coordenadas psíquicas, su estructura simbólica, no son suficientes para sostenerla. Pero al mismo tiempo, está pidiendo ayuda, pidiendo que alguien sea capaz de sostenerla. Y a la vez, está reprochando la incapacidad de los demás para ayudarle. Es como si dijera: “No puedo más, y vosotros habéis fallado en vuestra función de cuidarme y ayudarme. Debéis reconocer vuestra impotencia y por tanto, aceptar que tengo derecho a morir”.A su vez, cuando el psiquiatra enuncia “no había para ella perspectiva ni esperanza”, expresa su propia frustración y su impotencia. Cuando afirma “el sufrimiento de esta paciente era insoportable”, se escucha antes que nada que el sufrimiento de ella, era insoportable para él ya que se siente incapaz de ayudarle.Ciertamente, un terapeuta no es alguien omnipotente. Pero tampoco debe intentar serlo. Con frecuencia no puede curar, pero entre sus funciones se encuentra también la de sostener lo imposible, recibir la incertidumbre, acompañar el sufrimiento hasta el límite. Un paciente podrá suicidarse y su decisión se entenderá o no. ¡Pero eso es distinto que administrarle la muerte!