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Explora la Nave Voyager 1 de la NASA los Confines del Sistema Solar

Por Ciencia
Explora la Nave Voyager 1 de la NASA los Confines del Sistema Solar Es la botella al mar que ha llegado más lejos de cuantas ha lanzado la humanidad al gran océano cósmico. Con un mensaje para civilizaciones extraterrestres a bordo, la nave Voyager 1 de la NASA ha llegado a los confines del sistema solar después de más de 35 años de viaje. A la velocidad actual, le harían falta otros 70.000 años para llegar al sistema planetario más próximo. Si alguien algún día la encuentra y contesta, nosotros ya no estaremos aquí para escucharle.
Pero, mientras se alejan, la Voyager 1 y su nave gemela Voyager 2 siguen enviando a la Tierra datos científicos de gran interés, destaca el astrofísico Josep Lluís Ballester, de la Universitat de les Illes Balears. Se están adentrando en territorio inexplorado, por lo que "la información que transmiten es muy valiosa", afirma Ballester. "Por primera tenemos datos obtenidos in situ de esta región para ver cómo es la frontera" entre el sistema solar y el medio interestelar.
La NASA mantiene en el Laboratorio de Propulsión a Chorro en Pasadena, California, un pequeño equipo de ingenieros que sigue en contacto permanente con las Voyager. Gracias a los datos transmitidos por las sondas, el pasado diciembre se descubrió que en la periferia del sistema solar hay una región hasta ahora desconocida donde las líneas del campo magnético solar parecen alinearse con las del espacio exterior. En esta región, que los astrofísicos han llamado la autopista magnética, las partículas cargadas del sistema solar pueden salir a gran velocidad y las partículas del espacio interestelar pueden entrar.
Por el contrario, las Voyager no han encontrado ningún rastro de otra región predicha por la teoría llamada arco de choque, que se esperaba encontrar allí donde las partículas que forman el viento solar impactan contra el medio interestelar. "Son observaciones muy útiles porque es una región muy turbulenta que no conocemos bien y que es clave para comprender mejor la radiación cósmica", explica Jordi Isern, director del Institut d'Estudis Espacials de Catalunya (IEEC).
La meta a la que los ingenieros y científicos esperan que lleguen las Voyager es la heliopausa, la frontera final del sistema solar, allí donde el viento de partículas procedentes del Sol se detiene ante el viento de partículas que vienen del resto de la galaxia.
El 25 de agosto, cuando se encontraba a más de 18.000 millones de kilómetros del Sol (122 veces más lejos que la Tierra), allí donde la estrella ya sólo es un diminuto punto de luz en el cielo, la Voyager 1 detectó un cambio brusco en la intensidad de los rayos cósmicos que vienen del espacio exterior.
El dato, presentado el mes pasado en el congreso de la Unión Geofísica Americana, fue recibido con entusiasmo porque invitaba a pensar que la humanidad había llegado por primera vez a la heliopausa con una nave.
Ante la expectación creada, la NASA aclaró en un comunicado que "el consenso en el equipo científico de Voyager es que la nave aún no ha salido del sistema solar". La Voyager 1 se encuentra en una nueva región, admitió la agencia espacial, pero falta observar un cambio en la dirección del campo magnético como "último indicador crítico para haber llegado al espacio interestelar y este  cambio de dirección aún no se ha observado”.
Si las dos Voyager han llegado tan lejos es porque sus misiones se diseñaron para explorar los cuatro planetas gaseosos del sistema solar y sus lunas, que eran gigantes desconocidos cuando se lanzaron las naves en 1977. A diferencia de misiones posteriores, que se han situado en órbita alrededor de Júpiter y de Saturno para explorarlos en detalle, las Voyager sobrevolaron los cuatro grandes planetas y pasaron de largo. Los miles de imágenes que transmitieron de Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno cambiaron para siempre la visión que tiene la humanidad del sistema solar exterior. Los grandes hitos de la misión incluyen, entre otros, los volcanes de la luna Io de Júpiter; la superficie helada de la luna Europa, bajo la que parece haber un océano de agua que podría albergar vida; las imágenes en alta resolución de Saturno que han ilustrado libros de texto en todo el mundo; o las turbulentas atmósferas de Urano y Neptuno dominadas por colores azules. Tras sobrepasar la órbita de Neptuno, las Voyager siguieron alejándose del Sol y navegando rumbo al espacio interestelar. “El suyo es un viaje de exploración que aún no ha terminado”, recuerda Josep Lluís Ballester, de la Universidad de les Illes Balears. “Si salen del sistema solar, cruzan la frontera entre la heliosfera [la región del espacio dominada por el Sol] y el espacio exterior, y podemos recibir datos, será un hito muy importante en la historia de la exploración”. Alimentadas por la electricidad generada por la radiactividad de una carga de plutonio 238, las Voyager disponen de combustible suficiente para mantener sus instrumentos operativos hasta la próxima década. La Voyager 1, que sólo visitó Júpiter y Saturno y después ya tomó la salida en dirección al espacio interestelar, resistirá por lo menos hasta el 2025. A la Voyager 2, que se entretuvo visitando además Urano y Neptuno, le queda combustible hasta poco más allá del 2020 y no ha llegado tan lejos. En estas condiciones, los responsables de la misión confían sobre todo en la Voyager 1 para estudiar el paso por la heliopausa y la inmersión en el espacio interestelar. Será un último servicio a la humanidad antes de agotar sus reservas de plutonio, dejar de registrar datos y cortar las comunicación con la Tierra a finales de la próxima década. Después, convertida en nave fantasma, continuará en silencio su viaje al fin de la noche.
Fuente: lavanguardia ZONA-CIENCIA

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