Revista Opinión

F de Elmyr

Publicado el 04 abril 2015 por Manuelsegura @manuelsegura

welles

Si hubo un timador fascinante en el mundo de la pintura, ese fue el húngaro Elmyr de Hory. Con su proceder, puso en cuestión la esencia misma del mercado del arte. Y, como él decía para exculparse, sin firmar nunca en nombre de otros. Nada ni nadie se le resistió. Ni el enorme Picasso, que llegó a dar como propia una de esas falsificaciones, pero tampoco Modigliani, Matisse, Renoir, Toulouse-Lautrec, Gauguin o Chagal.

Cuentan que todo empezó de forma fortuita, en 1946, cuando alguien le compró un dibujo creyendo que era del genial pintor malagueño. De Hory no sacó entonces de su error a aquella distinguida aristócrata, por lo que ya nada sería igual. Alegó que la suerte le vino dada y que vendía para sobrevivir en el extenuado París de la postguerra. Pero aquello fue a más. El lujo se apoderó de su vida y bajar de ese tren le sería tan complicado como rechazar una copa de Mouton-Rothschild, cosecha del 29, un caldo que adoraba.

Viajó por medio mundo con numerosas identidades. Llegó a los Estados Unidos y desde allí vendió sus obras a buena parte de los principales museos. Se calcula que en su vida pudo pintar un millar. Tras un tiempo, alguien puso al FBI sobre la pista. En 1959, al verse acorralado, intentó quitarse de en medio. Huyó del país con cajas destempladas. Y recaló en España.

A comienzo de los sesenta se instaló en Ibiza, uniéndose a dos socios que aún incrementaron el volumen de ventas. Las posteriores divergencias con estos dieron al traste con el negocio. De Hory se vio envuelto en procesos penales que desembocaron en el suicidio. Fue en 1976, en su casa ibicenca, aterrorizado ante la posibilidad de ingresar en la cárcel, y mediante la ingestión de barbitúricos. Tenía 70 años. Un par de años atrás, Orson Welles posó su mirada en él a través del documental de culto F for Fake. Y sería en este extraño y troquelado trabajo del universal cineasta norteamericano, donde uno descubriera al que pueda estar considerado como el timador más grande de la historia de la pintura. Un tipo irrepetible.


F de Elmyr

Volver a la Portada de Logo Paperblog