Revista Salud y Bienestar

Faltan pediatras, ¿o no? Lo que faltan son psiquiatras infantiles

Por Pedsocial @Pedsocial

Faltan pediatras, ¿o no? Lo que faltan son psiquiatras infantilesPersonalmente estoy convencido de que no faltan pediatras. Hay otras formas de resolver la desproporción entre la demanda y el número de profesionales y eso, como ya he dicho, merece otro espacio de discusión. En cambio estoy muy convencido de que nuestra red de asistencia a la salud mental es muy deficiente. Puesto a echar de menos profesionales, a mi lo que me parece que faltan son psiquiatras.

Especialmente psiquiatras infantiles.

La atención a la salud mental en el estado siempre ha estado la proverbial hermanita pobre del sistema. La cuestión viene de muy atrás porque los trastornos mentales crean desazón en las gentes y, en consecuencia, en los poderes. El loco siempre es un marginado, un estigmatizado que “no cuenta” en las cábalas del estado. Porque no quede por no dicho, la todopoderosa Iglesia católica de siempre ha obviado la existencia de enfermos mentales. De alguna forma, escapan del control de sus almas que, al menos teóricamente, es la ocupación de los clérigos. De la antigüedad se les sitúa en las proximidades del mal, poseídos por fuerzas demoníacas, al margen de la humanidad de los hijos de Dios. La aparición de las modernas teorías sobre la patología mental hace más o menos 150 años tuvo también un mal recibimiento por las autoridades eclesiásticas. Pero esa realidad histórica no justifica que la racionalidad creciente en esos mencionados ciento cincuenta años no haya conseguido normalizar la asistencia a las enfermedades mentales en el contexto de la asistencia sanitaria occidental. Todavía quedan muchos puntos oscuros y muchas aristas que limar. El avance que supuso la desinstitucionalización de los enfermos mentales, su liberación de prisiones manicomiales, no se acompañó del desarrollo de recursos suficientes y eficaces en régimen abierto. La formación de profesionales, médicos y auxiliares, continuó siendo escasa en número y calidad. Los progresos en la farmacología apenas ha comenzado a tener efectos significativos en las últimas dos décadas.

En el ámbito de la salud mental infantil el progreso ha sido aún más pobre. Una parte se debe, al menos en este país, en la abstrusa interferencia administrativa en el reconocimiento de la especialidad de Psiquiatría infantil, separada de la psiquiatría del adulto. Los intereses corporativos han prevalecido por encima de una realidad tanto científica como social, a una gran distancia de lo que ocurre en todos los países de Europa, en desprecio de evidencias y normativas. Que la base de algunos trastornos mentales sea orgánica, a menudo hace inseparable de Psiquiatría infantil de la Neuropediatría, pero esa especialidad también tiene limitaciones del número de profesionales, básicamente todos hospitalarios. El recurso a otras profesiones aliadas como la Psicología y o la Pedagogía y la implicación de esos profesionales en la atención a los problemas en el ámbito escolar no cubre todo el ámbito de la salud mental infantil.

No se si es preciso recordar que un niño de cada cinco puede padecer problemas mentales en algún momento de su vida de desarrollo. Y que una buena parte de la patología mental del adulto está enraizada en la infancia.

Sirva esto de una llamada más a la atención de todos sobre unas deficiencias que, a estas alturas del siglo XXI del que ya hemos cubierto una quinta parte, deberían tener mejor futuro.

X. Allué (Editor)


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