Revista Cine

Fantaustralia (cap. 2). Melodramas de aislamiento y derrota. El paisaje conquistando al hombre.

Publicado el 27 agosto 2012 por Esbilla

Segundo capítulo, y tercera entrega, de la saga dedicada al cine fantástico (y alrededores) australiano durante la Australian Film Renaissance entre los años 1970 a 1985:

Capítulo 1: fantaustralia-cap-1-renacer-sobre-la-tierra-roja-el-nuevo-y-fantastico-cine-australiano-entre-1970-y-1985

Fantaustralia (cap. 2). Melodramas de aislamiento y derrota. El paisaje conquistando al hombre.

Como muestra de su paradójica naturaleza y de su inaprensible sentido de lo fantástico el Nuevo Cine Australiano tiene una doble paternidad: Walkabout y Wake in frigh. Ambas versiones de novelas, ambas del años 1971, ambas dirigidas por extranjeros hipnotizados y/o aterrados por ese exterior marciano de la corteza del país:

Capítulo 2.1: Melodramas de aislamiento y derrota

Contando con algunos puntos de contacto con la extraordinaria Sammy, huida hacia el Sur (Sammy going South, Alexander Mackendrick, 1966), al igual que la gran película de Mackendrick esta es un rito de paso con forma de viaje introspectivo y exteriro, Walkabout supuso el debut del director de fotografía Nicolas Roeg dentro de una muy libre (e improvisada en su mayoría) traslación de la novela The children, publicada por Donald G. Payne en 1959 bajo el pseudónimo de James Vance Marshall. El original no es más que la excusa para plantear un periplo existencialista que contrapone progreso y primitivismo contando la aventura de dos hermanos ingleses, un niño pequeño y su hermana adolescente, la magnífica Jenny Agutter, atravesando el interior del país tras ser abandonados por su padre, quien se suicida en medio del outback, con la ayuda de un joven aborigen, el imprescindible David Gulpilil. Pese a que tras una primera mitad increíble termine despeñándose en la retórica simbolista/asociativa y a que Roeg esté hipnotizado por las posibilidades, pioneras, del alucinante paisaje australiano, el conjunto continúa atractivo, de rara belleza primigenia y narrativa libre, errabunda como reza el título original, que pone en contacto a los dos muchacho occidentalizados con una verdad profunda de vida y muerte. En realidad de muerte, vida y otra forma de muerte -la idea del ciclo reaparecerá en el género de manera todavía más vasta en la inagotable (1) La última ola (Peter Weir, 1977)- al mostrar Roeg como la

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 chica retoma una existencia urbanita, moderna y vacía en una ciudad australiana que es el opuesto de su experiencia formativa anterior a todos los niveles -vital, espacial, geográfico… incluso sexual-

Apareciendo de modo premonitorio las constantes temáticas y plásticas del gran fantástico australiano: desde la colisión/incomprensión cultural hasta la lógica impenetrable de lo atávico, pasando por la preeminencia del elemento telúrico. Pese a que en absoluto se encuentra adscrita al género está imbuida al completo del espíritu de lo fantastique. Algo que, al parecer, esos cielos azules bajos y esos paisajes esqueléticos en tonos rojos garantizan con su sola presencia, dotando a las ficciones de un tempo imposible de definir, al cual colabora el hipnótico score de John Barry, antecedente, a su vez, de la sonoridad por venir. Nicholas Roeg redescubre (o descubre ) Australia como espacio geográfico-vital fascinante y aterrados, atisba un sentimiento, algo palpable pero indescriptible que es la esencia, solitaria, enloquecedora, sensual, del fantastique australiano.

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Por su parte Wake in fright (2) tiene una vida bastante más azarosa y una importancia íntima superior. Se trata de un clásico nacional virtualmente invisible durante décadas (contando con un pase televisivo de carácter legendario en 1989), ascendido a la categoría de culto, plenamente justificada en esta ocasión, y rescatado, literalmente, de la basura en 1999 por su montador Anthony Buckley, quien dio con la copia original de esta pieza clave (a posteriori) del nuevo cine australiano en un almacén de Pittsburgh bajo la etiqueta de “a destruir”. En  Australia fue un fracaso absoluto (curiosamente en España conoció distribución en salas), principalmente por su audacia fuera de tiempo y su total falta de concesiones. Una pesadilla integral, sin escapatoria, que supone, por adelantado, premonitoriamente, la atroz contrafigura de las comedias y dramedias tipistas que triunfarían unos años después; unas adscritas, por su talante juvenil y descaradamente comercial, a la actitud de la Ozploitation y otras conformando el grueso realista de la producción de la ANW.

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La película cuenta la odisea en el outback de un profesor destinado a la zona para retribuir su beca al estado y en ella se reincide, despojadas del ensimismamiento de Roeg, sobre las constantes estético-conceptuales que luego serán empleadas desde todo  tipo de puntos de vista por otros autores del país. Y esto pese (o precisamente por) ser un film levantado por extranjeros, lo cual beneficia una “mirada desde fuera” totalmente despiadada. Dirigida por el canadiense Ted Kotcheff, protagonizada por los británicos Gary Bond y Donald Pleasence, genial como el mefistofélico guía del protagonista en su trayecto circular (por ello infernal), y escrita por el jamaicano Evan Jones, que fuera autor de varios guiones para Joseph Losey (3), quien por su parte se

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había interesado en la autobiográfica novela del periodista Kenneth Cook en la cual la película se basa para una posible producción a liderar por el gran Dirk Bogarde.

Wake in fright es la sátira salvaje del color local, la bonhomía, el sentido grupal y la hospitalidad un tanto beoda. Todo esa “australianidad” aparece sádicamente deformada o quizás, en realidad, mostrada en su crudo aspecto real dentro de una ficción cercana a Jim Thompson, de estremecedora violencia, cruel perversidad y cuestionamiento angustioso de la masculinidad.

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Capítulo 2.2: Gótico Australiano

La importancia de esta dupla va más allá de su calidad variable o de su estatus de culto y radica en como anticipan/configuran multitud de los futuros hallazgos climáticos y tonales del fantástico australiano. Principalmente, de nuevo, su valoración dramática y metafísica del paisaje como una suerte de cosmos viviente de impenetrable voluntad propia y secretos poderes a través del cual tanto Wake in fright como Walkabout anuncia el Australian Gothic. Así la influencia de estos trabajos, nada esquemáticos sino definitivos, se expande en dos sentidos: por un lado, en su formato más directo, abren la puerta a las temáticas realistas/sociales desarrolladas a lo largo de la década, y por otro codifican la plástica y la sensibilidad gótico-fantástica de un cine aussie que reincidirá sobre ese cañamazo del elemento ajeno a determinado ambiente, normalmente comunidades cerradas con reglas y lógica propia, absorbido (y destruido) por este.

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En el primer lugar encontramos trabajos de gran importancia dentro de esta voluntad de realismo social y de reflexión interna; por ejemplo Petersen (1974), evolución de Tim Burstall desde las comedias burras de sus inicios hacia la reflexión agridulce entorno a las realidades de sus contemporáneos dentro de un marco donde se dan la mano los conflictos de clase, la liberación sexual  y los cuestionamientos de la masculinidad; además resulto ser una de una de las cintas que cimentaron el estrellato de Jack Thompson como epítome de la virilidad australiana junto a la un año posterior Sunday too far away, que pasa por ser otro de los grandes clásicos de la cinematografía del país y que viene firmada por Ken Hannam, el gran director de entre los que permanecieron en el país tras la diáspora de talentos de durante los primeros 80. Fallecido en 2004, de larga carrera en la televisión, tanto británica como australiana, y su huella resulta de igual importancia en el realismo con el aludido recuento sobre al cotidianidad de un grupo de esquiladores y su sistema de relaciones, valores y esperanzas, como en el fantástico en virtud de un film secreto: Summerfield (1977).

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Summefield (4) es un puro gótico australiano, que presenta ciertas concomitancias con respecto a The wicker man (Robin Hardy, 1973), muy filtradas y totalmente ajenas al poderoso sustrato ocultista del film de Hardy, pero apreciables por cuanto presenta una comunidad aislada cuyos secretos son penetrados por una mente racional, que llega a la misma, y que, en ese tránsito, termina por destruirse al contacto con la revelación de una verdad que le resulta inaceptable. Por otra parte tampoco está lejos de ser una variación, acariciante y evocadora más que diabólica y desquiciada, de Wake in Fright, presentando un conflicto homologable y una  importancia dramáticopoética del paisaje penetrante, distintiva del pathos del Gótico australiano. De nuevo lo telúrico en el cine australiano. Summerfield también comparte sentimiento con Picnic en Hanging Rock -también guionista, Cliff Green, y músico, Bruce Smeaton-, la pieza central del Gótico Australiano,  ampliando la noción del misterio dentro de un entorno idealizado que se revelará como inquietante, claustrofóbico. Así mismo regresa sobre la idea del enigma sin respuesta, o cuya respuesta conduce forzosamente a la destrucción, aquí redondeada con un final irónico y terrible que abre, incluso, el conjunto hacia la paranoia. La película de Hannam es un perturbador cuento a plena luz, centrado en la peripecia de un profesor destinado a un pueblecito costero, su desaparecido antecesor y una alumna aquejada de una rara enfermedad en la sangre que vive en compañía de su

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madre y su tío, aislados en una isla unida al continente solo por un paseo.

Como Wake in fright, Walkabout o incluso Picnic en Hanging Rock, en virtud de su total ambigüedad, Summerfield no es una película fantástica, es, como las anteriores, un “melodrama de aislamiento y derrota”. No hay elementos sobrenaturales ni nada por estilo, sino que es un relato sumergido en un amnios, en una atmósfera fantastique. Si tomamos lo fantástico como un estado del ánimo o de la mente estas películas lo son al completo. Lo fantástico las envuelve, está en sus movimientos de cámara, su parsimonioso ritmo, su escrutadora mirada sobre objetos y personajes. Es un clima que se puede palpar. Si lo fantástico lo entendemos por lo oscuro, lo terrible, lo que no debe ser conocido ni revelado pues demolerá lo que somos, entonces Summerfield es cine fantástico.

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En esta línea gótica el mencionado Tim Burstall aportará End Play (1976) con protagonismo para el intenso e inquietante John Waters, uno de los actores australianos clave del periodo y presenta también en Summerfield. End Play, que se basa en una novela del popularísmo en el país Russell Braddon, es ya una pieza “gialloesque”, escorada hacia el Ozploitation y la intriga turbia sobre el asesinato de una joven autoestopista del cual serán culpados dos hermanos, uno de ellos parapléjico. Tom Jeffrey por su parte inscribe Weekend of Shadows (1978) en la corriente, pero con variaciones propias como la ambientación de época, de nuevo con Waters encabezando el reparto y constituyendo otro film absolutamente invisible que insiste sobre ese aliento fronterizo con el horror, volviendo sobre los pequeños pueblos y los forasteros, sobre los crímenes sin resolver y los misterios irresolubles. En este caso la caza sin cuartel que se emprende sobre un hombre acusado de un asesinato que no cometió con el marco implacable del outback como fondo.

La influencia del paisaje, vivo, latente, la sensualidad, ora agresiva, ora mesmerizante, que emana del mismo y se potencia a través del color, la cadencia y la planificación del encuadre, la progresión en aumento de la sensación de misterio y la frustración, o el horror, ante la imposibilidad de resolverlo, o penetrarlo, al completo, un sentido alienígena de las relaciones, con la gente y con el(los) espacio(s), el aislamiento, la derrota… la incapacidad, en definitiva, del hombre para vencer al lugar que o bien lo absorbe, o bien lo tritura.

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Próxima entrega: Antes y durante la Ozploitation. Garage Aussie.

(1) los-ritmos-del-tiempo-la-ultima-ola-suenos-antiguos-ciclos-naturales-la-obra-maestra-del-fantastico-australiano

(2) good-old-boys-wake-in-fright-retrato-demoniaco-de-la-australia-interior-un-clasico-de-culto-perdido-y-encontrado

(3) Evan Hunter escribió para Joseph Losey los guiones deEva (1962), Estos son los condenados (1963) y Rey y patria (1964).

(4) el-reves-del-enigma-summerfield-la-australia-gotica-de-ken-hannam-fantaustralia-anexo-1


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