Revista Cultura y Ocio

"Fariña", el polvo blanco que inundó Galicia

Publicado el 08 enero 2018 por Sofiatura
Todo comenzó con el contrabando de alimentos o medicamentos que escaseaban en la posguerra española. A continuación vino el estraperlo de chatarra, gasolina, café o alcohol. El siguiente paso fue el tabaco, para después saltar de forma espectacular al narcotráfico. En pocas líneas y así como quien no quiere la cosa, he resumido un complejo entramado social e histórico sobre una práctica que se lleva realizando en la región en la que vivo durante décadas. 
Estoy segura de que todos sabrán identificar a un narco, un señor que construye un imperio gracias a la compra-venta de estupefacientes. Coches de alta gama, mansiones, propiedades, tierras, yates, restaurantes de lujo, despilfarro, putas, desenfreno y soberbia forman el arquetipo del narcotraficante por excelencia. Países como Colombia o México saltaron al estrellato gracias al narcotráfico, por desgracia (aunque no se conocen únicamente por esta lacra social, a Dios gracias). Pero, ¿Galicia? Esa esquina al noroeste de España tan verde, tan bonita y tan alejada de la mano de Dios, ¿el reino del tráfico de drogas? ¿Un lugar plagado de contrabandistas, como en las pelis?Galicia fue, nada más y nada menos, la puerta de entrada al resto de Europa de sustancias como la cocaína durante los años 80 y 90. Los narcotraficantes colombianos adoraban esta región no solo por su exquisito marisco, sino por las buenas relaciones que tenían con los clanes gallegos, quienes esperaban con ansia los fardos de coca al otro lado del Atlántico. Pensar que A Costa da Morte podría ser el escenario de una súperproducción al estilo de la serie Narcos la hace sentirse a una extrañamente orgullosa. Pero después te sientes más bien sorprendida y acongojada por las cosas que esta lectura te enseña sobre tu propia tierra.
Hay algo que me ha gustado especialmente de Fariña, el concienzudo y ameno ensayo de Nacho Carretero. No es únicamente que en él se refleje con precisión los pasos de los grandes capos de la droga en Galicia, que se den datos fehacientes y hasta curiosos de sus andadas, que se explique de forma realista cómo este negocio influyó en una sociedad que veía y que sabía que por sus mares entraba una sustancia ilegal y que se muestre cómo el proceso judicial para solventar este problema fue lento y costoso.
Lo verdaderamente interesante, al menos para mí, ha sido ese tono irónico tras el que se esconde una crítica social hacia una comunidad que, en palabras del autor, ha sufrido siempre de desmemoria. Más aún, Carretero deja constancia de esa apatía gallega, de ese lema sobre el "cada quien sabrá" que hizo a los gallegos mirar para otro lado cuando el narcotráfico se convirtió en un verdadero problema social. Junto a esa mitificación de la figura del narco, de esos hombres que eran admirados y respetados por su poder y que a veces Hollywood ha contribuido a glorificar más que criticar, se destaca también la figura del yonqui de clase humilde que se convierte en una auténtica piltrafa. Como prueba, encontramos esa generación perdida de jóvenes procedentes de pequeños pueblos costeros de Galicia que cayeron en las redes de la adicción. 
Así, en Fariña se dedica un espacio especial a esas madres que tuvieron los ovarios suficientes para enfrentarse a los narcos que habían arrebatado la salud e incluso la vida de sus hijos, y que fueron el germen de una lucha que se prolongaría durante años. Nunca debería olvidarse a esas mujeres que se congregaron en el Pazo de Baión (foto anterior) para plantar cara a uno de los contrabandistas más poderosos -y por ende, peligrosos- de la región: Laureano Oubiña.También deben quedar para el recuerdo los testimonios de los policías y jueces que tomaron la resolución de acabar con el narcotráfico desde la raíz, con todas las consecuencias que aquello conllevaba. Porque no se olviden que esta práctica salpica a gente de a pie, a empresarios, a políticos e incluso figuras de autoridad. Pero, sobre todo, este ensayo va de recordar que, lejos de lo que se cree, el narcotráfico todavía vive. O se esconde, más bien, entre los recovecos de la escarpada costa gallega. 

Publicado el 8/1/2018



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