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Felices sueños. El peso de la orfandad materna.

Publicado el 08 febrero 2017 por Criticasen8mm @Criticasen8mm
Felices sueños. El peso de la orfandad materna.Título original:
Fai bei sogni
Año:
2016
Fecha de estreno:
10 de febrero de 2017
Duración:
134 min
País:
Italia
Director:
Marco Bellocchio
Reparto:
Valerio Mastandrea, Bérénice Bejo, Emmanuelle Devos, Fabrizio Gifuni, Guido Caprino, Linda Messerklinger, Ferdinando Vetere, Barbara Ronchi
Distribuidora:
Vercine
Un comienzo tierno. Una madre comparte juegos con su hijo. Se muestran contentos mientras bailan o ven la televisión, con esa complicidad entre ambos. Por la noche, mientras el niño duerme, ella le arropa y le susurra un que tengas felices sueños. Después un golpe sordo, movimiento por la casa, un niño despierto en la confusión mientras clama por su madre, un padre inefable. Y así, pasando de la ternura al amargor, comienza el trauma de Massimo (Valerio Mastandrea) en la última película hasta la fecha del longevo Marco Bellocchio. Felices sueños,basada en el best-sellerde Massimo Gramellini, explora la orfandad materna de su protagonistay cómo, además, el tabú en torno al fallecimiento de la madre le ha afectado.
La familia, y la madre en particular, no es un tema nuevo en la filmografía de Bellocchio (Las manos en los bolsillos, 1965). En Felices sueños la ausencia de la madre se torna una presencia constante en tanto que esa pérdida atormenta los sentimientos del protagonista durante décadas, acompañándole en su transición a la adultez, impidiéndole amar en el más amplio sentido de la palabra. La madre, un personaje siempre presente aún muerta, persigue a Massimo; persecución acentuada por un montaje no lineal en el tiempo para enfatizar que, como el protagonista, no nos liberamos de esa presencia y ausencia.
Felices sueños. El peso de la orfandad materna.
Bellocchio construye la historia con un montaje de saltos temporales, sin orden cronológico, entre la infancia y la madurez del protagonista, entre los años 60 y los años 90, intercalando épocas. A finales de los 90, Massimo debe vender el piso de su niñez a raíz del fallecimiento de su padre. Se reencuentra con unos recuerdos dolorosos, con heridas del pasado en un piso lleno de vivencias, de un trauma aún no superado cuando la madre le hirió sin querer. Eso le ha marcado. Porque él no se enteró de que ella se despidió. Bellocchio nos lo muestra al principio del film por lo que el espectador conoce este hecho, al contrario que el protagonista.
El recuerdo de la madre, ese ser omnipresente, inunda la pantalla de una sensación intimista, de evocaciones, de un profundo sentimiento de pesar. Los personajes secundarios femeninos, como el de Emmanuelle Devos, se erigen como figuras para rellenar el hueco dejado por la madre, regalando escenas agridulces. Y el de Bérénice Bejo actúa como catarsis, como personaje liberante, en una escena circular, que remite a la felicidad del principio cuando bailan, como cuando Massimo bailaba con su progenitora.
Otros elementos recurrentes en Bellocchio son la política y la importancia histórica. Para enlazarlos en Felices sueños, el protagonista hace del periodismo -deportivo- su profesión, en tanto que el fútbol desde niño fue un aliciente para refugiarse, donde dar rienda suelta a sus pasiones. La profesión en esta película se emplea también para situarle en circunstancias más comprometidas, tanto como corresponsal de guerra en los Balcanes como en un improvisado consultor sentimental (en la escena más pornográfica emocional de la película). Todo siempre sin obviar algún elemento -la caja de cerillas- que lo retrotrae y lo relaciona con la madre perdida.
Felices sueños. El peso de la orfandad materna.
Y para terminar de hilvanar el relato, Bellocchio se vale asimismo de referencias metacinematográficas que cumplen también una función psicológica. Ese Belfagor, un personaje demoníaco, sacado de una serie de los años 60 (la que ve el niño con su madre), utilizado como imágenes en blanco y negro dentro de la propia película, un espíritu a quien Massimo recurre como protección; es su subconsciente hacia las mujeres.
En conclusión, Felices sueños exige la necesidad de que su personaje principal exorcice su interior, se sincere y, por fin, pueda optar a la felicidad negada por el peso de su orfandad. Se trata de una película dolorosa, con altibajos rítmicos por la elección de la fracción temporal en el montaje con un desenlace potente, cargado de muchísima fuerza emocional.
6,5/10

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