Revista Educación

Feliz órbita

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Feliz órbita Para A.P.G., a pesar de su irracional preferencia por la arena

No lo sabe o, quizás, no me cree, o - puede ser -, algunos días se olvida demasiado rápido de que el mundo es un lugar mejor porque un día nació ella. No recuerda o, tal vez, no está al tanto o - es una opción -, no puede entender que la vida de los que la queremos es tanto más llevadera porque ella está cerca. Por cosas nimias; porque cuando quiere es capaz de abrazar hasta que el cuerpo entero es sólo sonrisas, y abraza; porque es capaz de sentir en su propia piel todo lo que nos pasa a los demás, y lo siente; porque es capaz de llenar el mundo de luz cuando se ríe, y se ríe. Porque es capaz de querer empecinadamente, contra todos los pronósticos, con un querer que sana y embellece, y quiere; porque es capaz de caerse de las maneras más aparatosas y machucarse un poco y dolerse toda, y se cae; porque es capaz de levantarse entera una y mil veces, y se levanta. Porque, aunque parezca mentira, algunos días es capaz de creer cuando le decimos de todas las maneras que podemos que no está sola en el mundo, y cree.
Yo, por mi parte, sé que nuestra amistad es firme cuando levanta la ceja y sonríe haciendo fuerza para no enojarse. Lo sé cuando me llama suspirando, cuando me cuenta un secreto, cuando me da cien indicaciones sabiendo que muy probablemente no la estoy escuchando o no le voy a hacer caso, cuando me agarra la pachorra, la tristeza o el malhumor y me dice: "¡Otra vez la nube negra no, por favor!".
Lo noto cada vez que tenemos que salir y me espera un poquito (¡el proceso!). Cada vez que se acuerda de las cosas que le cuento y cuando me enseña todas esas cosas que sabe y que no tiene necesidad de guardarse. Lo sé porque se aguanta que me suba a la parra en medio de una charla, porque me pone un hombro para que llore de vez en cuando, porque celebramos cuando nos va bien, y cuando nos pasan cosas feas también celebramos, aunque con otros ritos.
Y así seguimos, mientras echa la cabeza hacia atrás, se caga de la risa o resopla escuchando mis tonterías. Compartiendo cosas simples como silencio con helado o algunas más profundas con helado también. Riéndonos como adolescentes en la edad del pavo, extrañándonos de vez en cuando.
La quiero. Es raro y es obvio a la vez. Supongo que se lo digo menos de lo que debería.


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