Revista En Femenino

Feminismo, mercado y legislación

Publicado el 21 marzo 2010 por Vitol

Feminismo, mercado y legislación.

Nuestra experiencia y percepción del mundo contemporáneo comparado con el conocimiento de la situación del género femenino en épocas anteriores nos confirma el notable cambio en la posición social de las mujeres en el mundo. Explicar el por qué de tal suceso se podría hacer desde numerosos ámbitos, ya que no creo posible que tal variación se haya producido sin el acompañamiento de factores como el de la generalización de la educación, la pérdida de poder de la religión en la sociedad occidental o la aparición de un nuevo modelo de mercado. Sin embargo, ninguno parece ser tan importante como el cambio crucial producido en la mentalidad de las propias mujeres.

Este cambio se orienta hacia el rechazo de las mujeres de la forma de organización que propone la autoridad del varón. No podemos hablar de un movimiento cuyo objetivo esté marcado en el extremo opuesto, sino de la reclamación del justo intermedio: la igualdad entre hombres y mujeres. Se requieren y se solicitan únicamente los cambios necesarios para lograr la apertura en los campos reservados para los hombres, la pérdida de la dependencia del varón y la creación de un contexto de igualdad de oportunidades donde desaparezcan las barreras discriminatorias. Así pues, el deseo de autodeterminación de cada mujer ha primado frente a la voluntad de construir un orden radicalmente opuesto al actual, igualmente de irracional e injusto.

Se ha superado la consigna del matrimonio y la maternidad, se ha producido una severa transformación en favor del sexo femenino del mercado de trabajo, la maternidad o la sexualidad. Sin embargo, estos avances no se correlacionan con la ocupación de puestos de poder y responsabilidad. Explicar la causa de este aspecto resulta sumamente complicado, pero se me ocurren algunos motivos que pueden generar debate: ¿Se debe esta deficiencia al cambio en la mentalidad de las mujeres o a los intereses del mercado?. Explicar el primer punto sería objeto de la psicología, en cambio, el segundo, lo es de las ciencias sociales y, bajo mi juicio, explica buena parte de la cuestión mujeres-poder. (Clic en ver artículo o el título para leer completo).

Es el escaso acceso de la mujer a esos puestos de relevancia el que me lleva a pensar que son las necesidades del mercado las que más facilitan y muestran interés en que se lleven a cabo (parcialmente) las reivindicaciones del movimiento feminista. Son, por aproximación, la mitad de la población, y en consecuencia, la mitad de las manos productivas y de las consumidoras.

Me refería anteriormente a que el mercado busca que se lleven a cabo las reivindicaciones parcialmente porque mantienen su interés de procurar sueldos bajos y derechos más precarios para las trabajadoras. En otras palabras, se perdió el interés por la igualdad cuando se consiguió el objetivo económico; la posibilidad de que la mujer trabajara legalmente y sin barreras morales e ideológicas (más fuerza productora), y por otro lado, que consiguiera la independencia del varón para adquirir en propiedad.

Pensar que esto haya sucedido así no significa quitar mérito a los esfuerzos de todo el género femenino, ni a los avances de la educación y su contribución a incorporar valores como el del respeto o la igualdad. Exponer esta opinión tiene mayor carácter de denuncia de esta hipocresía que de arrebatar mérito y negar décadas de lucha y logros.

El filósofo político Carlos Andrés denunciaba algo similar a lo que quiero expresar:

Las mujeres que han querido ampliar los ámbitos de su presencia y experiencia, sin renunciar por ello a la tarea doméstica y de cuidado, han tenido que hacerlo como si fueran hombres, es decir entrando en las regulaciones masculinas del tiempo, aún sabiéndose mujeres.

Incluso la legislación pública, en su afán de acabar con la desigualdad, paradójicamente sigue alargando su sombra al no tener en cuenta las particularidades del género femenino. El ejemplo más claro es el de la legislación laboral, que no contempla tampoco horarios flexibles para mujeres embarazadas, descansos más prolongados para las mujeres en determinados puestos de trabajo, etc.

características y particularidades de ambos sexos, es decir, dejar a un lado la legislación anterior cuyo objeto ha sido siempre el hombre, para reescribirla incorporando también a las necesidades de las mujeres en sus textos.


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