Revista Economía

Feministas y monjas.

Publicado el 07 septiembre 2018 por Torrens

El penúltimo día de agosto la ministra de trabajo, migraciones y Seguridad Social, Magdalena Valerio Cordero efectuó unas sonoras manifestaciones en relación con el sindicato de prostitutas que se constituyó en Barcelona y su ministerio aprobó con la correspondiente publicación en el BOE.

La ministra dijo que le habían metido un gol y que pediría a la abogacía del Estado que lo recurra, y afirmó “Como ministra y como miembro de un Gobierno feminista, jamás habría dado el ok a que esto se publicara en el BOE”.

De manera inmediata Lidia Falcón, la gran revolucionaria hiperfeminista que hace lo mismo que los fascistas: disparar a matar, aunque sea solo de palabra y por escrito, contra quien no opine exactamente lo mismo que ella, mandó una carta al ministerio en la que decía “Espero que en breve la Abogacía del Estado hallará los mecanismos jurídicos pertinentes para revertir la inscripción de tal sindicato, que supone legalizar el crimen organizado para la esclavitud y explotación sexual de las mujeres”, cuando uno de los objetivos básicos del mencionado sindicato de prostitutas era protegerlas contra proxenetas y explotadores.

A los pocos días la directora general de Trabajo, Concepción Pascual Lizana presentó su dimisión, tras asumir la responsabilidad de haber firmado el expediente que dio el visto bueno a la organización sindical de prostitutas, es decir, en un país donde las dimisiones son muy raras, por más grave que haya sido la negligencia o la barbaridad, una funcionaria dimite, o la dimiten, por haber hecho su trabajo sin incumplir Ley o norma alguna, con un resultado que disgusta a la señora ministra y a su doctrina feminista radical.

Aunque este país está plagado de historias kafkianas esta me pareció absolutamente demencial y decidí bucear en Internet para enterarme de como se trata la prostitución en otras partes del mundo.

Aunque parezca imposible la doctrina feminista radical a nivel internacional y la doctrina de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana que siguen estrictamente todas las monjas de todos los conventos del mundo tienen un punto en común con principios básicos y resultados idénticos en un caso y en el otro. Me refiero a la prostitución. Ambas quieren suprimirla a lo bestia y por la vía directa, o lo que es lo mismo, aceptan que todavía existe, pero debería dejar de existir desde ayer, porque para ambas doctrinas se trata de un pecado imperdonable.

No hay ninguna duda que la prostitución es una actividad que debe controlarse y supervisar estrechamente para disminuir su impacto en la sociedad.

A nivel internacional hay dos procedimientos de lucha contra la prostitución (en España no se aplica ninguno de los dos porque se sigue el sistema de prohibirla pero a nadie le preocupa que esté por todas partes). El primero está basado en la doctrina feminista y de los conventos de monjas y su ejemplo más relevante es el de Suecia que hace años prohibió la prostitución y le dio un vuelco imaginativo a la situación pasando la responsabilidad y las elevadas sanciones al usuario del servicio y no a quien lo presta. El método ha sido copiado por muchos países desde Francia hasta Singapur con resultados variables pero más bien pobres, porque no hace hincapié en la eliminación de las mafias de proxenetas sino que se limitan a perseguir la actividad de prostitución, y como dice el refrán “hecha la Ley, hecha la trampa”, y los propios proxenetas y explotadores se encargan de montar eficaces métodos para cubrir el riesgo del usuario del servicio.

Las feministas utilizan un argumento para defender esta forma de combatir la prostitución que dudo entre calificarla como falaz o como pura demagogia. Afirman que si en el mundo todavía hay millones de niños bajo explotación laboral y millones de esclavos demuestra que la única forma de acabar con barbaridades sociales es prohibiéndolas totalmente y sancionando a los que las practican, cuando creo que está claro que después que ambos asuntos hayan sido condenados por todos los organismos internacionales, desde la ONU a la FIFA, está más que claro que solo prohibiendo y sancionando no se acaba con los problemas, además se han de tomar medidas adicionales que luchen contra asuntos negativos y antisociales, aparte que con este argumento las feministas se olvidan una vez más y como siempre de criticar a la religión que peor trata a las mujeres: el Islam que acepta tanto la explotación infantil como la esclavitud siempre que se practiquen con infieles. Si no se acaba con los proxenetas no se liquida uno de los peores problemas relacionados con la prostitución: el de las muchas mujeres que no la practican por voluntad propia sino forzadas por sus explotadores que las introdujeron en el oficio con engaños.

En contraposición a lo que se podría denominar modelo sueco, hay países que han aplicado métodos más realistas y con más sentido común. En países como Holanda, Dinamarca, Alemania y Suiza se acepta que la prostitución existe y que si algún día desaparece será en una fecha muy lejana, y concentran el esfuerzo en mantenerla bajo un férreo control, luchando contra mafias y proxenetas hasta casi eliminarlos, las prostitutas solo pueden operar en gabinetes privados registrados, pagan impuestos, están adscritas a la Seguridad Social y por supuesto tienen sindicatos que las defienden de explotación y abusos. Es decir, no prohíben la prostitución, pero la regulan y ponen a jueces y sobre todo a la policía a trabajar duro para controlarla.

Ambos sistemas tienen una cualidad común: consiguen que la prostitución desaparezca de calles, plazas y carreteras, pero en mi opinión el mejor método es el que no está basado en doctrinas de ningún tipo, el que acepta que la prostitución existe y la controla y regula al máximo, pero en cualquier caso y a pesar de ministras doctrinarias no creo que en este país se llegue a aplicar ninguno de los dos porque esto es España y aunque algún día el feminismo radical logre imponer el método absurdo, se publicará un gran paquete legislativo…y todo seguirá igual.


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