Revista Opinión

Ficciones

Publicado el 21 enero 2013 por Rbesonias
Ficciones
Quizá sea por defecto de fábrica, mutación o patología congénita. Vete a saber. Pero desde el mismo momento en que alguien se convierte en político, es un hecho comprobable que pierde ipso facto su capacidad e ingenio para la improvisación (si es que algún día estuvo dotado para ella). Esta facultad humana que nos hace parecer naturales y honestos queda eliminada de su cadena desoxirribonucleica. Tan acostumbrados están a leer el texto marcado, que fuera de plano se muestran torpes, su verbo suena a impostado. Y eso que la política es la más perfecta de las artes escénicas, ya que su puesta en escena busca no solo provocar emociones en el espectador, sino también mover voluntades y reformar mobiliarios. Toda dramaturgia se fundamenta en una regla básica: la verosimilitud. A priori, el espectador acepta complaciente (que no complacido) la pose actoral. A partir de ahí, queda a expensas de la maestría del intérprete hacernos olvidar que el atrezzo es de cartón y que la voz fue templada para la ocasión.Aún así, pese a la pésima ejecución de la troupe, seamos sinceros, la ciudadanía asistimos expectantes a su teatro con silla numerada. Perplejos, pero dóciles espectadores de su tragedia bufa. Perros ladradores sin dientes, no pasamos de la verja. Ancha es Castilla para quien libre la goza, sin más frontera que aquella que la voluntad le obliga. No solo el actor vive para quien escucha su diálogo; también el entregado público, cautivo de la trama, olvida (incluso cuando acabó la obra) que todo es y fue eso, ficción. Y por mucho que al decorado se le vea la enagua, salvaguarda con celo su butaca. De la misma hacienda es la oveja que el pastor que la guarda. El viento se llevará consigo el eco ahogado de quien perplejo asiste al teatro del mundo. Queda, sin embargo, una esperanza, la peor afrenta que sueña padecer cualquier actor: la indiferencia. No comprar entrada. Dejar que la escena aguante un aforo vacío. Votar en blanco. Pero qué espectador le haría ascos a un espectáculo...

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