Revista Cine

Fiebre al amanecer. Péter Gárdos.

Publicado el 22 noviembre 2016 por Meg @CazaEstrellas
"El médico jefe reflexionaba para sus adentros si le correspondía aleccionar a alguien ya desahuciado, si era tarea suya hacerle ver la lógica de las probabilidades. Y mi padre sopesaba si merecía la pena iniciar a un científico tan experimentado en una visión optimista del mundo. Al final, prefirieron dejarse en paz."
Fiebre al amanecer. Péter Gárdos.
 La faja de los libros, ese elemento a veces engañoso y que en este caso en concreto no se ajusta a la realidad. Esta historia no es un "Romeo y Julieta" después del Holocausto. No es una historia romántica, sino entrañable, dura y tierna a la vez. Tampoco es una novela epistolar, ya que tan solo conocemos algunos fragmentos o cartas sueltas. Es, eso sí, una historia real escrita por el hijo de los protagonistas, un reconocido director de cine húngaro que ya prepara la adaptación cinematográfica del libro.
Nos situamos en julio de 1945. Tras la liberación de Belsen, Miklós, un superviviente húngaro, llega a un campamento de enfermos en Suecia. Su estado es delicado, los médicos le dan pocos meses de vida, pero no cuentan con un factor importante: las ansias de vivir de Miklós que, lejos de resignarse ante el diágnostico y conformarse con pasar las horas, día tras día en un hospital, decide solicitar el listado de las jóvenes refugiadas convalecientes en distintos hospitales de campaña (una práctica habitual en la época en esas circunstancias), para iniciar correspondencia con ellas. Pronto comienzan a llegar las respuestas, y pronto empieza a destacar una sobre las demás. Se trata de Lili, ingresada en un hospital situado a muchos kilómetros de donde se encuentra nuestro protagonista.
Este libro fue un regalo de cumpleaños del que he disfrutado de principio a fin. Tenía mis dudas por algunas reseñas que había leído, pero me ha encantado. Es un canto a la vida y al optimismo. Miklós era periodista y poeta, pero tras la liberación ya no es ni la sombra de lo que era. Apocado, con sus gruesas gafas, dientes metálicos (solución fea y barata para los que perdían la dentadura) y con sus menos de cincuenta kilos, todos los días, al amanecer tiene 38,2 de fiebre  (de ahí el título del libro). Los daños permanentes e irreversibles hacen temer lo peor, pero nuestro protagonista quiere vivir, ama la vida pese a todo lo que le ha sucedido, y piensa que, si ha sobrevivido a todo lo que ha sobrevivido, debe ser por algo. Por eso no se deja llevar por el pesimismo ni el dramatismo de su situación y decide iniciar la correspondencia que inicia con las refugiadas, centrándose pronto en Lili, la chica de la que se enamora y a la que le basta conocer durante tres días para saber que será la mujer de su vida y que esta no acabará tan fácilmente.Fiebre al amanecer es una historia llena de situaciones conmovedoras, cómicas en algunos momentos, tiernas, con personajes secundarios también entrañables. El lector se encariña rápidamente del protagonista y su actitud ante la vida. El amor como salvavidas, como terapia, el amor en lo sencillo, en el contenido de unas cartas, en el silencio compartido bajo un árbol, en los esfuerzos de uno por procurarle al otro un buen abrigo para el invierno. Porque cuando se ha pasado por lo que ellos han pasado, se perciben y se disfrutan más los matices de las pequeñas cosas, esas que se convierten en grandes, y se comparte todo, salvo el pasado. Ni Miklós ni Lili llegan a contarse nunca lo que pasaron en los campos de concentración.
Cuenta el autor al final del libro que no tuvo conocimiento de la correspondencia de sus padres hasta pasados los 50 años. Al morir su padre, su madre de las entregó sin darle demasiada importancia. Quizás no querían recordar aquellos años. Yo, por mi parte, me alegro mucho de haber podido conocer esta historia.

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