Revista Cine

Finisterrae de Sergio Caballero (deambulando por el fin del mundo).

Publicado el 16 noviembre 2010 por Crowley
Finisterrae de Sergio Caballero (deambulando por el  fin del mundo).
"La náusea me invade. Estoy cansado de ser un fantasma." 
(frase de la película)
Un paisaje campestre envuelto en niebla.
Dos fantasmas de los de antaño, de esos cubiertos con sábana blanca. Uno montado en un caballo. El otro sujetando un cono de viento, como si de la guadaña de la muerte se tratase.
Sólo hablan (cuando lo hacen) en ruso.
Árboles-televisión con orejas que hablan en catalán (como algunos oscuros políticos en la intimidad de su hogar).
Una Hippie.
Una Rana.
Un Ser del Averno.
Fauna disecada.
Un viaje (tangible, pero también interior) alucinado de Rusia a Galicia en busca de la reencarnación.
Bienvenidos a "Finisterrae".
Al igual que un amplio sector de la industria cinemaográfica patria, que se encuentra vagando sin rumbo, sin saber bien hacia dónde encaminar sus pasos, pero siendo consciente de que tiene que dejar atrás su historia reciente y renacer, como el Fénix, de las cenizas de lo reiterativo, los personajes de este singular film (surgido del concepto publicitario del Festival Sónar), son dos entes carentes de cuerpo físico o rostro. Son dos fantasmas cubiertos con sábanas, dos ensoñaciones erráticas trasuntos émulos surrealistas, dadaístas, de un Don Quijote y un Sancho Panza nómadas que, hastiados de su (no) existencia, buscan su definición como seres, su individualismo, su corporeidad a través de la muerte y la reencarnación.
Definir la película de Sergio Caballero (que me juego lo que sea a que es el cabecilla de una avanzadilla marciana que pretende conquistar nuestras mentes), englobarla dentro de una categoría, es algo complicado porque, veamos, es un drama, es una comedia surrealista, es un film de terror atípico por momentos, es cine abstracto, es el bizarro surrealismo de Jodorowsky, es una road movie conceptual, es una suerte del cine trascendental de Bergman, es la representación paisajística de Tarkovski, es la esencia de la magia inquietante de David Lynch, la experimental plástica (homenaje al videoarte catalán del último tramo de los 80) y sonora (electrónica, Jimi Tenor, Suicide), es provocación... es "Finisterrae"; o en palabras de su director: "Una ficción experimental con narrativa de cuento. Una película que habla del sentido de la vida."

Finisterrae de Sergio Caballero (deambulando por el  fin del mundo).

Posando para la eternidad


Si uno escucha nombres como Rebollo, Lacuesta, Serra, Caballero, José María de Orbe, puede empezar a pensar que, por fín, algo está cambiando en nuestro anquilosado cine (gracias a San Val del Omar por escuchar nuestras plegarias).
Los que conozcan la trayectoria de este creador (que ha bebido de las fuentes de los creativos de los 80 que revolucionaron todo cuanto tocaban), no se sorprenderán de la existencia de este producto fílmico (basta con ver su trabajo en el marketing publicitario del Sónar durante los últimos años y su Maradona, su perro disecado o su Pajarraca, por citar algunos aciertos), lo que uno aún no se explica (a no ser que lo que se pretendiera desde la Xunta de Galicia, fuese promover e incentivar la visita al Camino de Santiago) es cómo ha llegado a estrenarse en algunas salas (en pocas y con poca afluencia, por desgracia), ya que no es un producto para nada comercial. Sea como fuere, es de agradecer que Cameo, en la imprescindible colección "Cahiers du cinema" se atreva con esta arriesgada película que hace tambalear los límites del lenguaje artísitico cinematográfico y que es una experiencia irrepetible y muy gratificante si uno se deja llevar por lo que Caballero, hábilmente, ha soltado delante de nosotros.

Finisterrae de Sergio Caballero (deambulando por el  fin del mundo).

Vagando hacia un nuevo destino.

No hay guión explicable ni historia lineal a la que agarrarse (tengamos en cuenta que primero se concibió la parte visual y luego la argumental, lo que hace que eso se note en el guión), pero, ¿a quién le importa?. Sólo con el poder visual de sus imágenes, con su belleza desbordante, ya estamos atrapados. No es una película redonda (pocas lo son), por supuesto, pero sólo por el hecho de que alguien se haya atrevido a hacerla, a distribuirla (no podía ser otro que Lluis Miñarro), por la originalidad de su propuesta, ya merece la pena verla, observarla y disfrutarla.
La única duda será saber si el público en general estará preparado para "Finisterrae". Esperemos que sí y que podamos cabalgar todos juntos hacia el ocaso de nuestros caminos, perdiéndonos en la niebla más densa, y resurgiendo en un mundo mejor.
 

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