Revista África

Frágil acuerdo de alto el fuego en la República Centroafricana

Por En Clave De África

(JCR)
Ayer, 23 de julio, se firmó por fin en la capital de Congo-Brazzaville, un acuerdo de alto el fuego entre los dos grupos armados principales de la República Centroafricana: la Seleka y los .anti-balaka. Hasta el último momento reinó el suspense, ya que el día antes, el martes, el representante de la Seleka, Mohamed Dhaffane, lanzó un órdago al poner como condición para negociar el que se dividiera el país entre un Norte para los musulmanes y un Sur para los cristianos, una partición que levanta ampollas entre la mayoría de los centroafricanos pero que por desgracia desde hace varios meses es ya una realidad de hecho en el país.

El acuerdo, sin embargo, no incluye nada sobre el desarme y la desmovilización de los combatientes, como estaba previsto, y además de dejar el listón bastante bajo se anuncia frágil ya que el pasado la Seleka no ha respetado ningún acuerdo de alto el fuego. Una de las razones principales es la gran desorganización y falta de mando central de los dos grupos armados responsables por la violencia que desde el año pasado asola este país, uno de los más pobres del mundo, con una población de apenas cuatro millones de habitantes de los cuales al menos la mitad necesita ayuda humanitaria urgente y que es la principal víctima de la horrible violencia que sacude su territorio, algo más grande que Francia, a pesar de la presencia de 2.000 soldados franceses y cerca de 6.000 de varios países de la Unión Africana.

Una de las cosas que enoja más sobre la violencia en Centroáfrica es que cada vez que hay una masacre sangrienta ninguno de los grupos armados se hace responsable y siempre terminan diciendo, con toda la caradura del mundo, que no han sido ellos. Así ocurrió a finales de mayo, cuando varios musulmanes armados asociados a la Seleka entraron a tiros en el recinto de la parroquia de Fátima, en Bangui, donde se habían refugiado miles de aterrorizados desplazados y mataron a dieciséis personas tras pasar más de media hora disparando y lanzando granadas a placer. Lo mismo pasó el 23 de junio, cuando la Seleka atacó la catedral de la ciudad de Bambari, también lugar de refugio de personas que habían huido de sus hogares, y mató a 26 personas, la mitad de las cuales eran mujeres.

La Seleka, a finales de mayo, celebró un congreso en Bambari en el que eligió un nuevo Estado mayor y una rama política encabezada por el moderado Abdoulaye Issene. Pero a principios de julio, el más radical Noureddine Adam, que muy probablemente acabará un día perseguido por la Corte Penal Internacional, convocó otra reunión general en Birao, en el Noreste, y en ella el antiguo presidente Michel Djotodia –que se encuentra en exilio en Benín- fue reconducido como número uno de la Seleka. Adam fue elegido su primer vice-presidente, y Mohammed Dhaffane, que reside en Bangui, quedó como segundo vice-presidente.

Desde que el líder de la Seleka, Michel Djotodia, fue obligado a dimitir de su puesto de presidente de Centroáfrica el 10 de enero pasado, la Seleka se retiró de Bangui y se hizo fuerte en el Noreste del país. Allí se han refugiado miles de musulmanes que han huido de la capital y de otros lugares del país para escapar de las barbaridades de los anti-balaka, que compiten con la Seleka en ver quién realiza las mayores crueldades. La coalición, de mayoría musulmana, controla las principales ciudades, y ejerce ya de hecho una administración paralela. La cuestión es saber quién manda de verdad en este grupo. Con dos directivas elegidas en rápida sucesión durante los últimos meses no se sabe a cierncia cierta quién tiene el verdadero control de la Seleka, que no se ha resignado a perder el poder y que todavía tiene una enorme capacidad de causar el desorden en la República Centroafricana.

Los anti-balaka, por su parte, que empezaron en septiembre del año pasado como grupos de auto-defensa de campesinos para defender sus poblados de los abusos de la Seleka, han crecido con la incorporación de muchos antiguos militares centroafricanos fieles al derrocado presidente François Bozizé (en exilio en Uganda), del cual se piensa que es el verdadero jefe de estas milicias y su principal financiador. La milicia anti-balaka, compuesta de numerosos grupos con una ausencia de un mando central, es un ejemplo de cómo en situaciones de guerra determinados grupos literalmente tienen “necesidad de tener un enemigo” para poder seguir adelante, y si no lo tienen se lo inventan: comenzaron luchando contra la Seleka, después la tomaron con todos los musulmanes, a los que acusaron de ser aliados de esta coalición, y en las zonas donde han realizado una limpieza de los musulmanes que raya en el genocidio, prosiguieron después atacando las casas y las tiendas de cristianos a los que han acusado de tener amigos musulmanes. En un país en el que durante generaciones personas de ambas religiones han convivido juntas, incluso dentro de una misma familia, cualquier en la práctica puede ser acusada de ser “un amigo de los musulmanes”. En muchos barrios de Bangui, donde no hay policía ni ninguna autoridad del Estado, ellos campan por sus fueros y ahora que ya casi no quedan musulmanes, muchos anti-balaka roban y saquean a la población como quieren e incluso cuando se les cruzan los cables luchan entre ellos mismos.

Bienvenido sea el acuerdo de alto el fuego en Centroáfrica. Queda por ver si, tal y como están las cosas en el terreno, este acuerdo de paz cambiará las cosas para la sufrida población que ya a no sabe dónde correr cuando hay explosiones de violencia.


Volver a la Portada de Logo Paperblog