Revista Cultura y Ocio

Fragmentos Nº170: Una flor del mal

Publicado el 18 abril 2014 por Kovua

Una flor del mal Miquel Molina
Fragmentos Nº170: Una flor del mal El cuadro Dama española no pasó desapercibido en la exposición de 1855, aunque fuera para mal. La crítica se ensañó con él de forma casi unánime, lo que pone en evidencia que Flaubert, al fijarse en el cuadro, era un espíritu libre capaz de encontrar belleza donde otros sólo veían podredumbre, un avanzado a los cánones de su tiempo que no tuvo ningún reparo en servirse de la modelo para embellecer a su protagonista Emma. Por ejemplo, el crítico Théophile Gautier describe así a la española: «Monsieur Courbet tiene una cabeza muy bella que le gusta reproducir en sus cuadros, con mucho cuidado de no aplicarse los preceptos del realismo; se reserva para él los tonos tiernos y puros, y acaricia su rizada barba con un pincel delicado. Por ejemplo, ha sido muy cruel con la dama española que expuesto en un retrato. Nosotros hemos visto a las gitanas en los umbrales de las cuevas excavadas en las laderas del Sacromonte, en Granada, en el barrio de Triana, en Sevilla, delgadas, quemadas por el sol, pero ninguna de ellas estaba tan oscura, ni seca, ni extraviada como la pintada por monsieur Courbet. Y no pedimos tonos rosas, una flor de pastel, pero sí al menos haberla pintado con la carne viva: ni siquiera Juan Valdés Leal, el pintor de cadáveres cuyas obras obligan a taparse la nariz a los visitantes del hospital de la Caridad, en Sevilla, tiene una paleta tan cargada de matices pútridos. La corajuda modelo que ha posado para esta extraña pintura debe de haber sido prodigiosamente halagada por su fealdad.» Guillermo ha aprovechado un descanso entre clases para hojear los libros que le dio Elisabet. Contienen críticas a la exposición del cuadro en 1855. Al profesor le sorprende comprobar cómo evoluciona en el tiempo el concepto de belleza. Piensa que, si bien es cierto que la dama de Courbet carece del atractivo convencional de las supermodelos de hoy, compararla con un cadáver pútrido es ir demasiado lejos. Elisabet se ha tomado la molestia de señalar con unos pósits amarillos las páginas donde se menciona la obra. Otra valoración tan venenosa como la anterior la hizo el crítico Edmond About en su libro Viaje a través de la exposición de las Bellas Artes, del año 1855: «El retrato de una dama española no está pintado al óleo ni con pomada, sino con un ungüento grisáceo que no encuentra nombre en lengua alguna. ¿Ha querido Monsieur Courbet vengarse de España? ¿Cuál es su interés en presentar a la tierra de las Hespérides un fruto tan extraño? En este retrato, yo más bien veo a una habitante de las fronteras de Luxemburgo, a una bailarina de los antros de la margen izquierda, a una víctima de la vida parisina que expía a la edad de treinta años las juergas de su juventud.»  

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