Frailes y piratas

Hay algo muy especial cuando eres adulto y recuerdas tus libros preferidos en la infancia, es como si entre esas páginas quedara algo de la niña que fuiste. Son novelas que terminas por guardar, de mudanza en mudanza, casi adquieren un toque de fetiche, de seguridad, del "casita" que decíamos para que nadie nos pudiera tocar. El caso es que se ha muerto Juan Muñoz Martín , un escritor casi ausente del ámbito mediático, pero que firmó los libros que leímos millones de niñas y niños en las últimas décadas.

Quizás para quienes se criaron en colegios mixtos la sensación no fuera la misma, pero para una niña que acudía a un centro femenino en exclusiva (cómo me alegro que no existan ya públicos ni concertados que disgreguen por sexo), un monje como Perico, que se llevaba un borrico al convento, era un trasto de fraile y tenía a San Francisco de su parte, era un escándalo maravilloso. Luego estaba el pirata Garrapata, que igual de simpático tenía poco, pero que nos hacía reír con sus desastrosas aventuras. Me basta leer algunas páginas para sorprenderme con el lenguaje que usaba Muñoz en estas dos novelas que formaron parte de la colección naranja de Barco Vapor, o sea, de aquella que se podía leer cuando se cumplía los 9 años, y de los muertos que pueblan las primeras páginas del libro del Garrapata, sin edulcorantes ni mayores explicaciones. Y la irreverencia de San Francisco, que siempre le pide a Perico cosas y que nunca le da la razón a los frailes más convencionales. Y, como señora que ya soy, no puedo sino darle las gracias a Juan Muñoz por dedicar su longeva existencia a escribir historias divertidas, en las que trataba a su público lector como seres inteligentes y nos desafiaba a aprender y a cuestionarnos tanta seriedad que nos rondaba a veces.

Posdata: me pregunto si el propio Juan Muñoz, Perico y Garrapata, se imaginaron alguna vez que serían tendencia en twitter.