Revista Cultura y Ocio

Freedonia (2013) Joy Eslava. Madrid

Por David Gallardo @mercadeopop
Lugar: Joy Eslava. Madrid
Fecha: 4 de octubre de 2013.
Asistencia: 1.000 personas
Artistas Invitados: -
Liberando almas pisoteando escenarios
Entras a un concierto media hora antes, visitas la barra, eliges el lugar exacto en el que quieres pasar las próximas dos horas, inspeccionas el garito con la mirada y en la primera fila localizas a un tipo con una camiseta de Bill Evans. Respeto. Es en ese instante cuando constatas que estás a salvo, que necesariamente debes dejarte llevar y que no tienes otra obligación en la vida que disfrutar y sentir la purificación del alma. Siéntete libre, déjate de hostias.
Se trata de eso y ante ti tienes a una banda (¡de 12 músicos!) que te lo pone en bandeja, que te lleva de la mano a ese deseado lugar al que no todos los infelices pueden acceder. Seguramente no sea la puerta en la que Jim Morrison compraba su politoxicomanía, pero se le parece muchísimo y ofrece toneladas de amor y libertinaje.
Maldita sea, no tengo ni la más mínima intención de hablar del concierto en sí porque todo lo que pueda decir sobre Freedonia es pegajosamente redundante. Las cosas son así, vamos a aclararlo: una maquinaria soul inapelable de esas que te sacan la cadera de sitio (que el ritmo remate a Juancar) y te coloca la mejor de las sonrisas en el careto.
Así te puedes tirar dos horas. Y también tres y cuatro y cinco. Es como el ultrafondismo, coges rueda y tiras millas. Tal vez esa sea en el fondo la unica pega para la propuesta, pues adolece de cierta falta de punch, de mala hostia, de puñetazos en la mesa. Todo es gloriosamente sofisticado pero la gente de barrio echará de menos la grosería de una sucia guitarra hurgando en arrítmicos corazones y estrechos pulmones.
La cuestión es que Freedonia es una banda de largo recorrido que lleva siete años pelando patatas en garitos infrahumanos, pero que de un tiempo a esta parte revienta salas supuestamente icónicas como Caracol y Joy Eslava. Una noticia sin duda maravillosa para quienes creen en la música como primordial salvavidas, pero que a la atolondrada turba le resultará indiferente.
A la turba la relegamos al rincón a empujones y nos quedamos aquí los que merecemos la pena, los que sentimos, sangramos, peleamos y nos cagamos en la leche cana. En ese punto cabalgamos con el bajista de Freedonia (Arturo Pérez Rerverte en el aspecto, esgrimiendo instrumento desafiante cual Alatriste frente a Steve Harris) y nos aferramos a la elegante guitarra que se empeña en hacer la vida ligeramente más preciosa.
Pero eso está de fondo, porque al frente se bate el cobre Maika, una vocalista de piernas jónicas, dóricas, corintias y pétreamente robustacas como marca la tradición soulera de toda la vida de dios en casa del reverendo llamémoslo X. Huracán torbellinesco que bebe tanto de Tina Turner como de Beyoncé como de Lola Flores como de Grace Jones como de todas las que en lugar de escenarios necesitan autovías de peaje con semáforos en verde.
Freedonia (2013) Joy Eslava. MadridFreedonia (2013) Joy Eslava. MadridFreedonia (2013) Joy Eslava. MadridFreedonia (2013) Joy Eslava. MadridFreedonia (2013) Joy Eslava. Madrid
La velada fluye libre, por supuesto, trotona y bamboleante gracias al choque de caderas desconocidas y el asentimiento generalizado. Pero eh, de tan elegante y refinado, algo se queda por el camino, quizás la garra necesaria para que Joy Eslava salga literalmente incendiada y la frase no se convierte únicamente en un recurso pseudoliterario en el que apoyarse para salir del paso como el miserable que desfila por la puerta grande sabedor de que no ha cortado oreja alguna, ni por supuesto el dichoso rabo.
Sea como fuera, la valoración no puede ser más que profundamente satisfactoria ante una banda de puro soul que repara llagas, libera corazones y absuelve almas perdidas suplicando un camino que seguir, por estúpido que parezca. Con Freedonia hasta el más vilipendiado y zarandeado se siente mejor persona y reclama su derecho a la vida eterna. Objetivo logrado a base de duras patadas de pétreas piernas que pisotean el escenario mientras liberan tu alma.
PD: no hay repertorio, sólo pura vida.

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