O vence la civilización o vencen los fanáticos religiosos, la barbarie, y hay países europeos donde esto último sería posible.
Son los regidos por autoproclamados apaciguadores, en realidad cobardes, que a la mínima dificultad que exige energía muestran su cainismo y disposición a la rendición, como ocurrió en España tras aquellos atentados del 11M de 2004.