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¿Fueron las mujeres las primeras astrónomas y matemáticas?

Por Georgeosdiazmontexano @GeorgeosDiaz

¿Fueron las mujeres las primeras astrónomas y matemáticas? 11 de junio de 2013

Posted by Georgeos Díaz-Montexano in Noticias.
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Por Georgeos Díaz-Montexano

Aclaración preliminar: Las críticas vertidas en este artículo van dirigidas exclusivamente contra la hipótesis, nunca contra el autor del artículo, Ángel Díaz.

¿Fueron las mujeres las primeras astrónomas y matemáticas?

Hoy descubro una noticia publicada en el diario El Mundo, sección de Ciencia, con el titular afirmativo: Los primeros astrónomos fueron mujeres, y firmado por Ángel Díaz. Me gustaría, antes que nada, aclarar que no me desagrada en nada cualquier hipótesis en lo que respecta a destacar o reivindicar la enorme capacidad de inteligencia de la mujer, superior al hombre en la mayoría de las cosas, y aunque la noticia me fascinó ya con solo leer su titular, he sufrido tremenda decepción al terminar de leerla. De hecho, a menos de la mitad del artículo ya empezaba a ver señales de lo que finalmente resultó ser: una hipótesis muy poco consistente, y sin ningún rigor científico. Como el tema me ha parecido más que relevante, he decidido escribir este pequeño artículo de revisión y crítica del mismo, con un mínimo de rigor y seriedad, tal como exige cualquier escrito que intente refutar unos argumentos o hipótesis.

Lo siento, de veras, pero por mucho que me pudiera gustar la hipótesis, hay algo que no puedo nunca soportar: la falta de rigor y la especulación subjetiva que pretende hacerse pasar por una teoría histórica o hipótesis científica consistente, cuando ni siquiera llega a merecer el apelativo de mera hipótesis preliminar. Incluso aunque se pudiera aceptar (no demostrar) que las mujeres serían las primeras en aprender a contar por estar pendientes de su ciclo menstrual -tal como se sostiene en el artículo- de ello no se puede colegir, sin más, que por tal hecho serían, además de las primeras matemáticas, las primeras astrónomas también. Ambos sexos necesitaban de una matemática y una astronomía elemental para el desarrollo de sus actividades, que en ambos casos, sea caza o recolección/agricultura elemental, estaban sujetas a cambios climáticos y por tanto a los cambios de las estaciones. Además, no se necesitaba para nada de la menstruación para contar el tiempo cuando ya existían -desde millones de años antes- dos astros que lo permitían de un modo natural y práctico: la luna y el sol, los cuales siempre han estado en los cielos para ambos sexos por igual. Digamos que este sería el principal argumento que refuta toda la hipótesis. Pero hay otros.

Si la humanidad hubiera surgido en un mundo sin luna y sin sol, entonces sí se podría haber aceptado como la hipótesis más creíble que el origen de las matemáticas se hallaban en el cálculo menstrual, que en tal caso se usaría entonces para medir el paso del tiempo. Por otra parte, la necesidad básica de saber contar no necesita de ningún cálculo de ciclo menstrual, solo necesitaba algo que ambos sexos han tenido siempre: dedos. Sí, contar con los dedos ha sido (y aún lo es para millares de humanos) el método más simple y elemental de contar y por tanto, sería la primera manera de contar y de ahí es que surgiría la matemática. La menstruación en todo caso habría servido -de no haber existido una luna- para medir un ciclo de tiempo, en este caso, un mes, o sea, el tiempo entre cada menstruación.

Por tanto, aún en el caso de que no hubiera existido luna alguna en los albores de la humanidad sapiens, el cálculo de los ciclos menstruales no explicaría la invención de la matemáticas, porque ya los humanos sabrían contar con los dedos mucho antes, en todo caso podría adjudicársela al registro o conteo de menstruación humana la invención de los primeros calendarios y por tanto de la primera astronomía elemental. Pero de ningún modo la matemática. Y he aquí el primer gran disparate, que por absurda muestra de ignorancia causa verdadera vergüenza ajena, sobre todo si asumimos que provendría de la etnomatemática estadounidense Claudia Zaslavsky; aunque, ciertamente, de la forma en que está redactado el artículo, no me queda claro de quién son las afirmaciones, si de Zaslavsky o el matemático John Kellermeier, también citado, o del propio periodista, Ángel Díaz.

Todas las cuentas que las mujeres pudieran echar por las noches a la luz de la luna, como de modo tan romántico de se describe al final, también las harían los hombres para planificar sus actividades cinegéticas, recuento de armas, piezas cobradas, y otras labores.

Los hombres fueron los primeros en separarse y alejarse de sus tribus a veces hasta por días o semanas, y esto exigía que desde el primer momento supieran como medir bien el tiempo para poder calcular sus operaciones y estrategias de caza y poder calcular el tiempo de regreso a la tribu, la cual no podía estar demasiado tiempo desprotegida con solo niños y ancianos y unos pocos jóvenes o adultos que harían de guardianes. Recodemos que eran tiempos muy, pero que muy peligrosos.

Por otra parte, labores de cultivo o agricultura no sólo exigen la sedentarización o un tiempo del que obviamente gozarían más las mujeres, aunque también los niños y ancianos varones que se quedaban con ellas. La agricultura exigía la búsqueda de tierras fértiles o vegas aptas para los cultivos y estas raramente están a pocos metros de las bocas de las cuevas. Por lo general se hallan a varios kilómetros de distancia. Pero al parecer ninguno de los eruditos que defienden esta hipótesis de la mujer como inventora de la agricultura ya en tiempos paleolíticos, cuando aún vivían en las cuevas, se ha percatado aún del enorme peligro que constituiría entonces que las mujeres, niños y ancianos se alejaran de la cueva, estando solos, sin la ayuda de los miembros más fuentes o mejor entrenados para matar: los hombres, los cazadores de la tribu.

Así pues, hasta la supuesta invención de la agricultura por parte de las mujeres en tiempos de las cavernas, es un hecho que no se sostiene tan fácilmente como se asume. No creo posible de ningún modo que las mujeres junto con sus niños y ancianos, ni ellas solas, se alejaran de las cuevas para dedicarse a recolectar frutos y semillas y menos aún para cultivar. Para mi está más que claro que la agricultura no surgió hasta que la humanidad no empezó a vivir fuera ya de las cuevas, en casas cercadas y protegidas y en zonas de vegas fértiles, cercanas a ríos, manantiales, lagunas o marismas. Y en este nuevo medio y hábitat es cuando entonces sí es posible que la mujer haya sido la descubridora e inventora de la agricultura. Y aunque es bien cierto que la agricultura exige un sistema de cálculo para llevar la cuenta del tiempo, este sistema ya habría sido conquistado por los humanos mucho antes del surgimiento de la agricultura. No comprender y asumir este hecho sería un completo absurdo.

Por otra parte, la mayor prueba que hallo de que la menstruación, ni la luna siquiera, tuvieron nada que ver con el verdadero origen de la matemática o del mero hecho de contar es que en la mayoría de los idiomas del mundo -especialmente en los más antiguos- las voces usadas para denominar las acciones de ‘contar’ o ‘calcular’ o conceptos tales como ‘calendario’ o ‘tiempo’ no tienen nada que ver con las voces usadas para denominar a la ‘luna’ o la ‘menstruación’.

Es decir, que cuando el ser humano descubrió un modo de medir el tiempo mediante observación de ciclos que con toda probabilidad serían ciclos lunisolares, ya había descubierto antes -por necesidad, madre de todas las artes- el arte de contar. No ha quedado huella alguna ni en las más antiguas lenguas conservadas de ninguna raíz compartida que demuestre que el ‘contar’ o ‘calcular’ ni el ‘medir’ el paso del ‘tiempo’ o hacer ‘cálculos’ astronómicos de ningún tipo haya tenido su origen en la observación de ciclos menstruales. Por tanto, la hipótesis no se sostiene de ningún modo.

El hecho de que nuestra voz menstruación derive de una forma latina, menstruus, derivada a su vez de mensis, o sea, ‘mes’ y que esta derive a su vez del griego mên, ‘mes’, voz relacionada con mêne ‘luna’, sólo demuestra que los antiguos romanos observaron la relación entre el ciclo menstrual de la mujer y la duración de un mes, y decidieron entonces denominar el flujo de regulación de la fertilidad de la mujer con una voz derivada de la misma raíz que usaban para dar nombre al mes. Pero ni siquiera fue por una relación con la luna, ya que esta no era la voz para luna en latín. La idea fue tomada de los griegos que sí usaron voces con la raíz mên ‘mes’ o mêne, ‘luna’ para denominar la menstruación. Además, cuando el griego e incluso las más antiguas lenguas indoeuropeas surgieron, hacía ya muchos millares de años que los humanos ya sabrían contar y calcular los ciclos mensuales lunares. De ahí que esta relación entre menstruación y mes o menstruación y luna no se observa en el resto de las más antiguas lenguas de la humanidad, donde si se observa, como una regla universal, la relación lingüística entre luna y mes, y por ende, que los primeros sistemas de calcular el tiempo de regían por la observación de ciclos lunares. Incluso lo vemos hasta en el Proto-Basco, *hil-, *hila-. ‘mes/luna’. Pero al no haber ninguna relación entre las voces para mes y luna y la usada para la menstruación, en ninguna de las más antiguas lenguas de la humanidad, ello evidencia que nunca tuvo nada que ver la observación de ciclos menstruales con la invención de un sistema para medir ciclos de tiempo. Es decir, que la observación de los ciclos menstruales no fue determinante para la invención de la primitiva astronomía, ni mucho menos de la matemática como veremos a continuación.

Lo único que podemos saber es que en tiempos muy primitivos, cuando el ser humano vivía aún en cuevas, en sus inicios como homo sapiens, incluso puede que algo antes, cuando ni siquiera supiera hablar, ya habría descubierto la manera de contar a través de algo tan elemental como el valerse de los dedos de sus manos o de simples piedras o guijarros. En las antiguas raíces de las más antiguas lenguas de la humanidad, lo que hallo es que las voces usadas para ‘contar’ y ‘calcular’ están asociadas con las mismas que se usaban para ‘pensar’, ‘repartir’. Y algo más interesante aún, ‘cazar mediante palos arrojadizos o bastones’. De hecho, en la antigua lengua egipcia vemos la misma asociación, y una de sus voces, Tnw, ‘contar’, era escrita habitualmente con el mismo jeroglífico de un bastón arrojadizo similar a un boomerang. Y la otra voz usada igualmente para expresar la acción de ‘contar’, Hsb, también -escrita del mismo modo- significaba ‘cazar con un palo arrojadizo’. Por otra parte tampoco en el egipcio antiguo hallamos relación alguna entre la voz usada para menstruación, Hzmn, y ninguna otra relacionada con las acciones de ‘contar’ o ‘calcular o ‘medir’ el tiempo ni con el mes ni la luna. La voz Hzmn ‘menstruación’, está relacionada con otras que del mismo modo, Hzmn, describen a la sal del natrón (usada en momificación), y algo que está en malas condiciones, y también un verbo para expresar la acción de purificar, limpiar.

Incluso las evidencias a las que se recurre en el artículo, grabados rupestres, no apuntan a favor, precisamente, de que fueran las mujeres las inventoras de las artes de contar y calcular el tiempo, o sea, de usar calendarios, pues precisamente, las más importantes se hallan en contextos de cazadores. Porque poca duda puede caber de que la mayoría de las pinturas del Arte Rupestre paleolítico donde se muestran con gran detalle y realismo escenas de caza, debieron haber sido realizadas por aquellos que podían participar directamente, en el terreno, en las actividades cinegéticas, por tanto, por los mismos cazadores, o sea, por los hombres.

Pero hay algo en el artículo de Ángel Díaz que ya me parece el colmo de la manipulación o de la ignorancia es el siguiente pasaje:

“De hecho, al principio se pensó que el hueso de Ishango, de unos 10 centímetros de longitud y repleto de marcas a ambos lados, era una especie de calculadora prehistórica con la que el hombre del paleolítico se ayudaba a multiplicar. Un posterior análisis microscópico del hueso reveló que el patrón de incisiones se correspondía también con un calendario lunar de seis meses. Quizás fuera ambas cosas a la vez, e incluso otra más: un calendario del ciclo menstrual de la mujer durante medio año”.

O sea, que según Ángel Díaz (o la fuente que usa pero no cita) se podía tratar de un calendario que regiría el ciclo menstrual de una mujer durante medio año… Bien… Y durante los otros seis mes qué pasaba ¿acaso las mujeres paleolíticas solo menstruaban seis mese al año? Esto es de lo más absurdo. Supongo que si solo hubieran contado cuatro meses en el hueso, igualmente habrían dicho que sería un calendario del ciclo menstrual de la mujer durante un cuarto de año. Seis meses, sencillamente podrían estar indicando la duración de cualquier cosa que no podemos saber. Pero bien podrían indicar la duración de un año en aquellos tiempos. Lo cual no es de extrañar. Muchos pueblos midieron los años de diversas maneras en tiempos muy remotos. Por ejemplo, de los egipcios mismos, las fuentes clásicas dicen que en un principio medían el ciclo de un año por el tiempo equivalente al de cuatro meses, incluso en algún momento de sólo dos meses lunares. Todo ello lo explico detalladamente en mi libro: Eudoxo de Cnido y las fuentes egipcias sobre la cronología de la Atlántida: Indicios, pruebas y evidencias sobre la verdadera antigüedad de la Atlántida (http://www.amazon.es/dp/1481027468).

En resumen, que la tesis que se sostiene de que los calendarios lunares servían también -o principalmente- para medir los periodos de ovulación de la mujer y que de ahí se pueda deducir que fueros las mujeres las que inventaron la matemática y la astronomía, no se sostiene a través de ninguna de las evidencias mostradas en el artículos, mientras que las ideas o argumentos son expuesto de una manera totalmente forzada sin el más mínimo rigor e incluso de un modo que raya la más supina ignorancia.

La evidencia que nos proporciona la lingüística histórica comparada, en realidad relacionaría el descubrimiento del arte de ‘contar’ y por ende del origen mismo de los primeros ‘cálculos’ matemáticos, en aquellos humanos -al menos entre los antiguos egipcios- que practicaban la caza, o sea, en los hombres, tal como se acepta y nadie pone en duda actualmente; aunque, sinceramente, siempre he creído -aunque no pueda demostrarlo- que tanto mujeres como hombres, por igual, practicarían las artes de la caza, juntos, al menos algunas mujeres que destacarían por su fuerza y valentía. En fin, juntos mujeres y hombres, igual que después con la ganadería y la agricultura. Al menos, hasta que muchos miles de años después surgieran la especialización y la separación en estratos sociales.

Sinceramente creo que es una verdadera estupidez intentar saber si fueron las mujeres o los hombres los que descubrieron o inventaron una cosa u otra. Deberíamos desprendernos de una vez por todas ya de esta especie de culto al sexismo. Mientras siga existiendo este tipo de investigaciones e hipótesis sexistas, siempre habrá machismo y feminismo, y en una sociedad madura y evolucionada no deberían existir ninguna de las dos posturas. Somos una misma especie. Somos humanos, y tantos mujeres como hombres somos seres inteligentes que compartimos logros y fracasos juntos en el origen de los tiempos, y así me gustaría que siguiera siendo siempre, hasta el final de los tiempos.


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