Revista Cultura y Ocio

Führerprinzip: obediencia absoluta a Adolf Hitler

Por Liber
Führerprinzip: obediencia absoluta a Adolf Hitler

La Alemania nazi se sustentó desde un principio en el Führerprinzip (doctrina de obediencia al Führer), con el nombramiento de Adolf Hitler como canciller el 30 de enero de 1933.

El Führerprinzip desempeñó un papel fundamental tras la consolidación definitiva en el poder de Adolf Hitler en 1933.

Disidentes dentro del Partido Nazi de la talla de Gregor Strasser o Walter Stennes ya no tenían margen de maniobra: el cuestionamiento del líder podría salirles demasiado caro, incluso al precio de su sangre. La doctrina de obediencia al Führer era un concepto ciertamente sencillo. Rudolf Hess fue probablemente el que mejor supo resumirlo cuando afirmó en uno de sus discursos lo siguiente:

El Führerprinzip exigía que todo buen nacionalsocialista alemán aceptase que Adolf Hitler era la solución a todos los problemas de Alemania y que todo lo que dijera tenía que ser acertado. El día después de la Noche de los Cuchillos Largos, Hitler defendió la actuación de las unidades de las SS al afirmar que durante 24 horas él había sido la ley en Alemania y que las SS tan solo habían llevado a cabo las órdenes que él mismo les había dado.

El Führerprinzip en su esencia dictaba que todo lo que Hitler ordenaba debía llevarse a cabo con diligencia, ya que de lo contrario se estaría traicionando al Führer y por ende a toda Alemania. Hitler es Alemania y Alemania es Hitler. Todo lo que él hace es necesario. Todo lo que él hace es un éxito. Sin atisbo de duda el Führer es una bendición divina. (Rudolf Hess)

La maquinaria propagandística se esforzó al máximo por presentar a Adolf Hitler como el líder que anteponía a su país por encima de todo lo demás (por ello no se casó hasta el mismo final de la Segunda Guerra Mundial), dado que estaba "casado" con Alemania. Las imágenes de Hitler con su novia Eva Braun eran muy controladas por el Estado y a menudo censuradas. Fue tal la eficacia de la propaganda de Goebbels que no fueron pocos los alemanes que solo se enteraron tras el fin de la Segunda Guerra Mundial de que Hitler había tenido novia.

El Führerprinzip quedó estrechamente ligado a la vida cotidiana en la Alemania nazi. El saludo formal "Heil Hitler" se convirtió en la norma y los niños eran instruidos para que lo realizaran en los centros educativos. Asimismo, se les adoctrinaba para que denunciasen a cualquiera que consideraran que no realizaba el saludo con la vehemencia y reverencia adecuadas.

Con los cines y periódicos bajo control directo del Estado, Goebbels tenía total libertad para proyectar la imagen del Führer que quisiera. El Ministro de Propaganda del Reich llegó a afirmar lo siguiente:

Estamos siendo testigos del gran milagro de la Historia. Un genio está construyendo el mundo. Su mano hizo que volviésemos a ser de nuevo una nación. Su mano nos ha conducido de nuevo a nuestra patria. Nuestra vida entera se la damos al Führer.

En otra ocasión, el hombre que controlaba las transmisiones de radio, la prensa y el cine afirmó:

Nunca se equivoca. Siempre acierta. Sorprendente lo grande que es el Führer en su sencillez y cuán sencilla es su grandeza. Está por encima de todos nosotros. Es como una gran estrella que está siempre sobre nosotros.

Los jerarcas y movimientos nazis competían entre sí a la hora de presentar a Adolf Hitler como el mesías del Tercer Reich:

Y entre nosotros nació un niño en Brannau. (Rudolf Hess)

El Señor nos ha enviado a Adolf Hitler. (Robert Ley)

Dios se manifestó a sí mismo no en Jesucristo sino en Adolf Hitler. (Deutsche Glaubensbewegung)

Creemos que Dios nos ha enviado a Adolf Hitler para que Alemania sea la piedra angular por toda la eternidad. ( Hitlerjugend)

Todas estas afirmaciones orbitan en torno a la figura del Führerprinzip: lealtad incuestionable al hombre que tenía control absoluto sobre Alemania. Los mitos comenzaron a surgir en torno a la figura de Hitler, llegando muchos de ellos a rozar el absurdo, aunque nadie se atrevía a cuestionarlos en un estado policial como el Tercer Reich.

Por ejemplo, un profesor universitario llegó en una ocasión a afirmar que su perro era capaz de decir las palabras "Adolf Hitler" cuando veía una fotografía del Führer: nadie lo puso en duda. Incluso durante la campaña de bombardeos aliados en plena Segunda Guerra Mundial, se extendió el rumor de que los retratos de Hitler no eran destruidos por las bombas ni siquiera cuando estas habían reducido a escombros las cuatro paredes que los albergaban.

Para mantener la conciencia colectiva de la doctrina de obediencia y reverencia a Adolf Hitler, se prohibieron estrictamente los chistes sobre el Führer, a menos que el chistoso ciudadano quisiera terminar de cómico en un campo de concentración. En el complejo entramado legal de la Alemania Nazi, uno de estos chistes podía ser considerado como traición. Malos tiempos para los graciosillos, sin duda alguna.


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