Revista Cultura y Ocio

Gajes de la ambición

Publicado el 05 agosto 2015 por María Bertoni
La película de D´Antoni se proyectará, a partir de mañana, todos los jueves de agosto a las 21 en la sala González Tuñón del Centro Cultural de la Cooperación.

La película de D´Antoni se proyectará, a partir de mañana, todos los jueves de agosto a las 21 en el Centro Cultural de la Cooperación.

Cuando el año pasado compitió en el 29º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, Aventurera llamó la atención de parte de nuestra prensa por dos datos más bien cholulos: la actriz protagónica de la película -Mélanie Delloye- es hija de Ingrid Betancourt (la célebre prisionera de las FARC, liberada en 2008); el realizador Leonardo D´Antoni es su marido. Por si esta información volviera a convertirse en carnada fácil, ahora que la película se estrena en nuestra ciudad, corresponde recordar que -en el mismo festival- D´Antoni fue elegido mejor director argentino por el jurado de DAC.

Además de un matrimonio, Leonardo y Mélanie parecen haber conformado una sociedad creativa con chances de crecimiento. Ambos escribieron el guión de este largometraje; ambos se cargaron al hombro el retrato de Beatriz y la crónica de las aventuras -o desventuras- que esta joven colombiana emprende en Buenos Aires con el fin de avanzar casilleros en una incipiente carrera actoral, lejos de su país natal.

La intención de los autores queda clara desde el principio del film, cuando recrean una charla de café donde la protagonista y sus compañeros de teatro discuten en torno a la definición de éxito y al precio que (no) estarían dispuestos a pagar para alcanzarlo. Un poco como el personaje de Robert Redford en Propuesta indecente, Santiago señala en general -y en especial a Bea- que todos somos venales; la diferencia radica en el monto del dinero por el cual estamos dispuestos a prostituirnos.

D´Antoni y Delloye asumen el riesgo de abordar una problemática vieja como el tiempo, y que el cine de Occidente trató mejor y peor en incontables ocasiones. La apuesta al color local contribuye a evitar -o al menos reducir- los eventuales reproches contra la falta de originalidad temática. De paso, ofrece un pequeño y ligero fresco sobre el fenómeno de inmigración colombiana en Buenos Aires.

La sutileza narrativa es un segundo punto a favor de Aventurera. A contramano de la tendencia que prefiere bien explícitas las escenas de sexo y violencia, el director muestra apenas las penurias económicas, afectivas y sexuales que doblegan -pero nunca rompen del todo- a la muchacha colombiana.


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