Revista Cultura y Ocio

Galería de favoritos 51 / Cody Jarrett

Por Calvodemora

Galería de favoritos 51 / Cody Jarrett
Una vez que has estado en la cima del mundo no importa dejarlo. Se lo dice Cody Jarrett a su madre, que está muerta, en la refinería de petróleo donde termina White heat (Al rojo vivo). Vivir no siempre entraña el riesgo de aficionarse. La vida de un gángster tiene ese extra de fugacidad: atracas unos cuantos bancos, te echas una novia rubia que te sigue a todos lados y no permites que nadie le ponga la mano encima a tu madre. Cuidas de que no te alcance ninguna bala (volarán muchas) pero, llegado el momento, no llorarás cuando una haga blanco y te mande al otro mundo. Cody fue uno de los grandes. Hizo bien lo del tren correo. Lo de las víctimas fue inevitable. Hubo otros asaltos más limpios. Se entrega por uno de esos. La idea es cumplir unos cuantos años y luego darse la gran vida hasta que llegue lo de la bala. En la cárcel, hace amistad con Vic Pardo. Pardo es un policía infiltrado que trata de sonsacarle la historia del tren correo, el de las víctimas. En el trullo, Jarrett recibe la noticia de que su novia se la pega con otro. También la de la muerte de su madre, así que planea la venganza y se fuga. Cree lo que le han contado. Que el amante de su novia liquidó a su madre. Suele pasar que uno se queda en la periferia de las cosas. Valen a veces los argumentos que lo aclaran todo a la primera, sin entrar en detalle, dejando al margen la perversidad. La verdad acaba saliendo a la luz, se dice así en las películas. La novia liquida a la madre, que ha descubierto el pastel de los cuernos. En el fondo, el cine negro es un melodrama pasado de vueltas, en el que lo de menos es el uso de las armas o los robos. Es el amor el que va por debajo, impregnándolo todo, haciendo que todo fluya alrededor suya. Da igual que sea el amor maternal, el del dinero, el de la carne o el amor puro, el amor fou en el que los amantes, enfebrecidos, enloquecidos, toman decisiones extremas y hacen cosas que no haría nadie en su sano juicio, cosas que sólo se justifican cuando es el amor el que las anima. Al final, Cody Jarrett, cercado, viendo cerca el final, en la huida, decide encaramarse a un depósito en llamas. Ahí arriba es cuando de verdad alcanza el éxtasis, el del amor y el del éxito. Ha hecho cuanto se propuso. Fue el más grande. Los gángsters de las pelis de gángsters tienen ese deseo de sublimación absoluta. Quieren que se les recuerde por lo grandes que fueron. Cody era bajito (James Cagney era bajito), también Edward G. Robinson) pero tenía una mirada que daba miedo. El mal estaba ahí, en el momento en que miraba.
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