Revista Cultura y Ocio

Galería de favoritos 59 / John McClane

Por Calvodemora
Galería de favoritos 59 / John McClane
No hay ningún diálogo de John McClane que rivalice con los del lacayo con menos fuste de cualquier drama de Shakespeare, aunque si Carl Jung levantara la cabeza apostaría a que John McClane está en nuestro subconsciente colectivo, el del género humano, una especie de libro de las emociones que no ha escrito nadie, pero al que todo acudimos, con voluntad o sin ella, con el que construimos un tipo de sociedad o un modo de convivencia. McClane es empático, valiente, aguerrido, compasivo, arrojado, confiado, desinteresado y, al tiempo, no tiene ninguna de esos atributos del héroe clásico. No sabe lo que es la empatía, no es valiente, ni especialmente fornido. Se ama más a sí mismo que a cualquiera que concurra en su camino y al que pueda socorrer, aun con el precio de su vida. No le gusta el riesgo y, cuando irrumpe el peligro, se arredra, no dice aquí estoy yo, cuenten conmigo, he venido a salvarles, no tienen que darme las gracias, es mi manera de ser, me educaron así. Es el héroe que no tiene más remedio que serlo, el que las circunstancias lo arrojan al laberinto y debe salir y rescatar a todos los que fueron arrojados antes y no tienen recursos ni confianza en salir. El laberinto se llama esta vez Nakatomi Plaza y no tiene esplendorosos jardines alrededor ni rapsodas que glosen su belleza y su caos en poemas que pasarán a la posteridad. Es todo trivial e irrelevante. Los malos irán cayendo uno a uno, los eliminará el héroe, no se ensañará, únicamente pondrá las cosas en su sitio. Es el héroe forzado, convencido de que si él no enmienda el roto, nadie lo hará. Tiene McClane ese tufo chulesco que agrada o desagrada con el mismo sincero entusiasmo. No conozco a nadie que, al citarlo, no exprese una opinión favorable, con colmo de loa y aparato barroco, o desagradable, con la misma intensidad sintáctica. Yo soy del grupo que lo adora. No tengo razones, no hay que tenerlas, las razones son de poca o nula relevancia. Molesta que los que le montan los líos sigan contando con él. Cada película de Die Hard (Jungla de cristal, aquí en España) ha sido peor que la anterior. No considerablemente peor, pero todas ellas van a la baja, muestran más de lo mismo, no se inspiran como la antológica primera, la del Nakatomi Plaza, la dirigida por John McTiernan, que tiene en Depredador otra pieza maestra que ha ido desafinándose a medida que han armado depredadores nuevos. Richard Gere, Don Johnson, Sylvester Stallone, Harrison Ford o Robert DeNiro fuerom tentados por la Fox para que se metieran en la piel del detective McClane, pero la responsabilidad cayó en Bruce Willis. No podríamos imaginar otra entrega sin él, da igual que sea mayor (lo es, se nota que lo es) o que siga exhibiendo esa especie de apatía en los momentos en que no está repartiendo estopa. Ahora van a sacar otra de la saga. McClane va a ser su título. Seguro que salva al mundo y termina en camiseta, sangrando, diciendo yippee ki yay, hijo de puta, esa expresión catártica que en español podría ser un redondo cómete eso. Que se lo pregunten a Hans Gruber.

Volver a la Portada de Logo Paperblog